miércoles, 24 de abril de 2019

Adiós a Báez

Por Jorge Capelán.


El editorial del diario La Prensa de hoy miércoles 24 de abril lo dice todo. Es un reconocimiento al definitivo fracaso del golpe "suave" contra el Gobierno sandinista y la voluntad del pueblo nicaragüense. También es un reconocimiento de la dura derrota del golpismo al perder su cabeza dirigente al interior de la Iglesia Católica.
La nota, dedicada a la partida el día de ayer de monseñor Silvio Báez hacia el Vaticano por orden del papa Francisco, reconoce dos cosas:
En primer lugar, constata que casi nadie –en realidad, solo periodistas de los medios de la derecha y una estridente banda de chicheros– fue al aeropuerto a despedir a Báez, autoproclamado fundador de la golpista "Alianza Cívica" y enemigo declarado a una salida política con su negativa a levantar los tranques con los que los golpistas mantuvieron en estado de zozobra al pueblo nicaragüense durante meses entre abril y julio del año pasado.
Según La Prensa, la escasa asistencia de público para despedirlo se debió a que el propio Báez pidió "no poner en riesgo la integridad física y la vida de ninguna persona" a causa de la "implacable represión" de la "dictadura" –una explicación que solo es creída fuera de Nicaragua.
Lo que más le duele a La Prensa es sin embargo que en la Iglesia Católica no hizo nada para darle una despedida con honores al obispo auxiliar de Managua: No hubo ningún representante de la iglesia despidiéndolo como tampoco hubo ninguna misa especial en su honor. A todo esto, hay que agregar que solo uno de los representantes de la oposición en las negociaciones con el Gobierno se apersonó al aeropuerto a despedir a Báez.
Contrario a quienes piensan que el papa mandó a llamar a Báez para "protegerlo" de la "dictadura", La Prensa afirma que Báez ha sido enviado al "exilio", a (en las palabras de un politólogo ecuatoriano citado por el diario derechista) una "expatriación forzada", una "pena (que) se imponía a los eclesiásticos (…) desobedientes o perturbadores del sosiego público".
Coincidimos en gran medida con esta apreciación. Evidentemente el Vaticano no ha llamado a Báez para que trabaje en alguno de sus organismos político-eclesiásticos, lo más probable es que le encomiende alguna tarea en el área de los estudios bíblicos (que es la especialidad de Báez), bien pero bien lejos de la esfera pública.
Sin embargo –en eso no coincidimos con La Prensa–, la de Báez sería una expatriación bastante sui generis, porque la Iglesia Católica es una de las patrias de Báez, y es en ese carácter ambiguo de pertenencia en el que el ex obispo auxiliar de Managua siempre se había escudado para llevar adelante su militancia golpista:
Como sacerdote, toda su militancia política era revestida de ropajes divinos y por lo tanto moralmente incontestable. Además, como funcionario de un Estado global –el Vaticano–, no se consideraba sujeto a las mismas normas que se aplican al resto de los mortales ciudadanos nicaragüenses: Meterse con Báez era meterse con la Santa Sede. Al promover el golpismo, Báez decía defender lo más profundo de su nicaraguanidad (en realidad, profanando la bandera nacional) pero desde una altura inalcanzable tanto moral como políticamente: El Vaticano y la Iglesia Católica.
Todo ese castillo de ilusiones se le vino abajo a Báez tan pronto el papa consideró que era hora de poner freno a un movimiento que estaba poniéndose cada vez más en rebeldía contra su autoridad en Nicaragua, una plaza bastante importante para la Iglesia Católica, donde el 99% de la población es cristiana y el catolicismo, a pesar de la constante pérdida de adeptos, todavía es la denominación más grande.
En este sentido es relevante hacer notar que el movimiento ultraconservador en contra del papa Francisco va adquiriendo cada vez más alas, especialmente luego de que el ex estratega de Donald Trump, Seteve Bannon, trasladase su cuartel general a hora y media de camino a Roma con el fin de entrenar allí a los movimientos fascistas del viejo continente. Ya hace tres años Bannon le dijo a Matteo Salvini, uno de los líderes de la extrema derecha italiana, que había que considerar a Francisco como un enemigo por sus posiciones en torno a la inmigración.
Muchos consideran que la llegada a la presidencia de Donald Trump le ha dado un nuevo aire a reaccionarios católicos como el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, uno de los enemigos jurados del papa Francisco. Bannon, junto a la embajadora norteamericana en el Vaticano, la ultraconservadora Calista Gingrich y el ultrarreaccionario Instituto Dignitatis Humanae, cercano a Burke, son señalados de estar impulsando la creación de este epicentro para la formación de católicos ultraconservadores dispuestos a acabar con el legado de Francisco.
Por esto no es de extrañar que Francisco, tras ciertas vacilaciones, por fin haya decidido desmontar la estructura ultraderechista que estaba por hacerse con el control de la iglesia en Nicaragua. Primero, aceptó jugar –por medio del nuncio Sommertag– un papel de verdadero mediador entre el Gobierno y la oposición, dejando de lado a los obispos, en su gran mayoría totalmente sometidos al golpismo, y relegando a los obispos más radicalmente pro‑golpistas como Báez, Mata (Estelí) y Álvarez (Matagalpa).
Al parecer, el razonamiento del papa ha sido preferir tener cerca y bajo su control a un enemigo que podría haberle provocado un cisma en la iglesia nicaragüense y por eso lo mandó a llamar sin decir por cuánto tiempo ni para desempeñar qué tarea.