viernes, 14 de junio de 2019

Che, un modelo de ser humano

Hoy 14 de junio de 2019 se cumplen 91 años del
nacimiento del eternamente joven
Guerrillero Heroico,
el comandante Ernesto Che Guevara.
Como un tributo a nuestra juventud de hoy en día
presentamos este trabajo publicado en 2017
en la Revista Correo.


Por Jorge Capelán
Revista Correo #51
Mayo-junio 2017



"Póngase sereno y apunte bien: ¡Va usted a matar a un hombre!" Esa fue la última frase pronunciada por el Che al sargento Mario Terán antes de ser asesinado a las dos y cuarto de la tarde del 9 de octubre de 1967 en La Higuera, cerca de la Quebrada del Yuro en Bolivia. 40 años más tarde, ya en otro siglo, el sargento de los rangers bolivianos que por orden de la CIA mató al Che, recuperaba la vista gracias a una operación gratuita de cataratas de un programa de ayuda solidaria cubano inspirado directamente en el ejemplo del Guerrillero Heroico.
¿Qué significó la lucha y la muerte del Che? ¿Cómo ha cambiado ésta a América Latina desde su asesinato en 1967? ¿Cómo ha cambiado la historia de los últimos 50 años la orientación del mensaje original del Guerrillero Heroico? ¿Cómo desarrollar este tema para que lo entiendan incluso aquellas generaciones que no han vivido la mayor parte de estos 50 años que nos separan de aquella fatídica mañana en que una unidad de la CIA al mando del agente terrorista cubano Félix Rodríguez capturó a la guerrilla del Che en Bolivia?
En este artículo pretendemos responder a grandes rasgos a esas interrogantes. No podemos, por razones de espacio, entrar en detalles sobre las gestas guerrilleras del Che en la Sierra Maestra, en el Congo ni en Bolivia. A cambio, y pensando en las generaciones jóvenes, incluimos algunos recursos de bibliografía básica para quien quiera profundizar en el ejemplo del Che. Hay muchas biografías del Guerrillero Heroico en circulación, algunas llenas de veneno contra el Che y contra Cuba. Una biografía muy popular, "Ernesto Guevara, también conocido como el Che", de Paco Ignacio Taibo II, está muy bien documentada pero adolece a mí entender de un serio problema: se hace eco de la especie según la cual el Guerrillero Heroico se habría lanzado a luchar en el Congo y Bolivia a causa de supuestas contradicciones con Fidel. Como veremos, es algo a todas luces falso. En todo caso, en este artículo recomendamos sobre todo leer los propios escritos y declaraciones del Guerrillero Heroico, así como los testimonios de la gente que luchó y vivió con él.
El Che fue asesinado en la cúspide de una pulseada histórica entre el Imperialismo Estadounidense-Occidental y los pueblos del mundo. La muerte del Guerrillero Heroico marcó el inicio del fin de un ciclo ascendente de luchas populares, antiimperialistas, revolucionarias y progresistas en todo el mundo. Sin embargo, su figura se ha mantenido siempre al frente de todas las contraofensivas revolucionarias de las generaciones siguientes hasta nuestros días. Si en 1979 la figura del Che estuvo en el lugar más prominente del ideario de la Revolución Popular Sandinista, lo mismo sucedería en la década de 1990 con el movimiento zapatista en México, o en los inicios del siglo XXI con la ola de gobiernos de izquierda que llegaron al poder en toda América Latina. En Bolivia, fue el estandarte de la primera revolución indígena y explícitamente anticolonial de nuestra historia moderna.
De Managua a La Habana, de Sao Paulo a Caracas, de Seattle a Génova, de Bamako a Ramallah, durante los últimos 50 años no ha habido trinchera de lucha contra el neoliberalismo imperialista en las que no haya estado en primera línea la icónica fotografía del Guerrillero Heroico con su boina mirando al futuro. La transición de la década de los años 60 a los 70 del siglo pasado, había dejado atrás el triunfo de la Revolución Cubana, de la Revolución Argelina y de una serie de victorias de movimientos de liberación nacional en el África. Vio el surgir del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos y una serie de líderes negros (entre ellos Martin Luther King y Malcolm X) que sacudieron al mundo. Vio el fin de la lucha del pueblo vietnamita contra el colonialismo francés y el inicio de su lucha contra el imperialismo norteamericano. Vio también el fiasco de la Primavera de Mayo de 1968 en Francia en la que estudiantes y obreros en un país del centro imperial, que por un instante acariciaron el cielo, no lograron unirse ante el peso de una Europa firmemente anclada en su carácter de potencia colonial. En ese período también ocurrió el gran genocidio político (500 mil comunistas asesinados) en el golpe contra el gobierno nacionalista de Sukharno en Indonesia, y la instauración de un régimen neoliberal que para las décadas siguientes cambiaría la cara del sudeste asiático. El Guerrillero Heroico no pudo ver algunas de las batallas decisivas de este forcejeo, como el golpe fascista de Pinochet en Chile (1973) o la gloriosa victoria del pueblo vietnamita sobre los marines estadounidenses (1975).
El deber de hacer la Revolución
Fue sin dudas un período de efervescencia revolucionaria, tanto en el Norte imperial como en el Sur: un tiempo de revueltas contra la opresión colonial, contra el racismo, contra el patriarcado capitalista y contra la sociedad de consumo. También significó un inicio de toma de conciencia acerca de la insostenibilidad económica y moral de un modelo civilizatorio basado en la explotación de la naturaleza, de la vida y de los seres humanos.
El resultado de esta gran pulseada, como es sabido, fue la instauración del neoliberalismo a nivel global junto con el poder irrestricto de las finanzas sobre las industrias y los gobiernos sociales. Sin embargo, la figura del Che sobrevivió no solo a su asesinato físico sino también al intento de liquidar su esencia revolucionaria convirtiéndola en un signo más de la industria de la cacofonía comercial que convierte en mercancías todos y cada uno de los ámbitos de la vida humana. Aún mal comprendido y poco conocido, el mensaje revolucionario del Che ha mantenido lo fundamental de aquella definición lanzada por el Comandante Fidel Castro en un discurso pronunciado allá por el año 1963 en la Plaza de la Revolución de La Habana: "el deber de todo revolucionario es hacer la Revolución".
Ernesto Guevara de la Serna nació en Rosario, Argentina, en 1928. Perteneciente a una familia de clase media de izquierda de la época, se formó desde su más tierna infancia en el imaginario de la Guerra Civil española y la sangrante herida de la derrota de la República. Era asmático. Estudió medicina. Tenía un humor sarcástico, muy común entre los de su clase social en los países del Cono Sur de América Latina. Como muchos jóvenes curiosos de su época y condición, leía mucho, escribía muy bien, tenía una buena base de cultura general. Dominaba bastante bien el francés.
Era ateo. También cargaba con muchos de los vicios de su tiempo y de su clase social que hoy en día no son vistos con buenos ojos entre la izquierda. A los 23 años, Ernesto Guevara se embarca en un viaje en motocicleta por América Latina junto a su amigo Alberto Granado. El Ernestito recién salido de su medio familiar era algo antiperonista, medio racista hacia los negros, tenía unos cuantos prejuicios hacia los homosexuales y estaba lejos de llamarse campeón por los derechos de las mujeres. Quien quiera conocer más a fondo estas facetas (junto a otras, verdaderamente extraordinarias) de la personalidad del Che joven, puede leer los "Diarios de motocicleta – Notas de un viaje por América Latina". En ese libro, disponible en Internet, hay muchas cosas que no aparecen en la película, que por esas veleidades de la industria cinematográfica ha sido tal vez demasiado desinfectada de detalles que pudieran ofender al espectador.
Es muy importante resaltar: el Che no nació Che. Ernesto se convirtió (y fue convertido por los pueblos) en El Che. Lo importante del Che se encuentra en su constante lucha por llegar al fondo de lo humano –una lucha que es inseparable de la de los pueblos por alcanzar su liberación. No recordamos al Che porque nunca se haya equivocado, ni porque siempre haya estado en lo correcto, sino por su permanente y consecuente lucha por ser más, no como individuo aislado, sino como parte de un proyecto que abarca a todo el género humano.
No fue por casualidad que el cantautor cubano Vicente Feliú le dedicó aquellas líneas: "algún poeta dijo, y sería lo más justo, /desde hoy nuestro deber es defenderte /de ser Dios". El Hombre Nuevo del que hablaba el Che no era una entelequia fuera de la historia, siempre igual a sí misma y protectora de intereses y privilegios inconfesables, sino un ser constantemente siendo cada vez más humano, cada vez más crítico, junto con el pueblo. La lucha del Che no era para, mágicamente, a pura fuerza de voluntad, hacer lo imposible, sino por, a punta de terquedad, estudio, audacia y fe en el ser humano, crear las condiciones que permitieran hacer posible aquello que se pensaba imposible.
A menudo se comete contra el Che la grave injusticia histórica de enrostrarle cosas que no eran de su época, como por ejemplo, el no haber sido suficientemente consciente sobre la dimensión de género o el tener una visión un poco ingenua sobre la tecnología como medio para controlar la naturaleza en beneficio del ser humano. En realidad, ese tipo de críticas no cobraron fuerza sino hasta después del asesinato del Guerrillero Heroico. Igualmente, ni el Che ni nadie fuera de la URSS podía saber los secretos que guardaban los archivos de la Unión Soviética, abiertos recién después de su colapso en 1991.
En las venas del Abya Yala
En su viaje en motocicleta por Latinoaméríca, Ernesto toma contacto con la realidad de los pueblos de nuestra Abya Yala y empieza a asumir su identidad de ciudadano de la Patria Grande. Seis meses más tarde, tras haber recorrido los Andes desde Chile hasta Venezuela, y de haber visto indígenas, campesinos, intelectuales de izquierda, muchachas de pueblo y hasta leprosos en la Amazonia peruana, decide regresar a la Argentina solo para terminar de graduarse de médico y volver a zambullirse en el corazón de la Patria Grande, esta vez no como joven existencialista sino como revolucionario comprometido.
Visita Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Guatemala. En Bolivia y Guatemala es testigo de revoluciones. Especialmente en ésta última, ve con sus propios ojos la agresión imperialista de un gobierno popular que por primera vez en la historia se le había parado a la United Fruit Company, la temida Mamita Yunai, transnacional bananera. Participa en la resistencia a la invasión apoyada por la CIA, pero el gobierno de Jacobo Arbenz, vacilante a la hora de armar al campesinado y totalmente aislado a nivel internacional, es derrotado. El Che escapa a México donde entra en contacto con Fidel y la Revolución Cubana. Lo demás es historia.
Quien quiera conocer a fondo la gesta de la Sierra Maestra, puede consultar varios libros, la mayoría de ellos disponibles en Internet. Como una emotiva introducción al tema recomendamos la película "Che, el argentino" (2008) dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Benicio del Toro. Sin embargo, el filme debe ser completado con otros análisis más rigurosos. Un material de primera mano es, claro está, el diario del propio Che en la Sierra Maestra ("Diario de un combatiente") y además el libro "Cien Horas con Fidel" de Ignacio Ramonet. En ese período se condensa en Ernesto un proceso de profundo estudio del marxismo cotejado con experiencias directas de la vida de los sectores más pobres, de contactos con todo tipo de figuras del mundo político de la izquierda, desde oportunistas y vividores hasta idealistas llenos de sueños y profundos conocedores de nuestra historia, que se va forjando lo que pronto se convertiría en un revolucionario de talla universal. El Che no fue el primero ni sería el último latinoamericano vagando por el continente, preguntándose por qué siendo el mundo tan rico había tanta miseria y por qué la mayoría de la humanidad estaba condenada a un destino peor que el de muchos animales habiendo recursos suficientes para dar una vida digna a todo el mundo. El Che no fue el único, pero sería ciertamente el mejor, especialmente porque a él le tocó articular esas preguntas desde América Latina pero aplicadas a toda la humanidad, en especial al denominado "tercer mundo":
"El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados, América, Asia y África. Cada país tiene características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las presentan", escribe el Che en su Mensaje a los Pueblos del Mundo en la reunión de la Tricontinental de 1966 (reunión de dirigentes revolucionarios de muchos países de tres continentes: Asia, África y América). Lo de la referencia a nuestros países del Sur global como "los tres continentes atrasados" es el lenguaje de la época. En ese su mensaje político fundamental, el Che critica tanto a la Unión Soviética como a China, por anteponer sus propios intereses nacionales y "dejar solo" al heroico pueblo del Vietnam, enfrascado en una lucha desigual contra el imperio estadounidense y por no ayudar decididamente a nuestros países revolucionarios a romper con su papel de exportadores de materias primas para el mercado mundial. "Crear dos, tres muchos Vietnam" sería la consigna acuñada por el Che y asumida a lo largo y ancho de América, Asia y África. Ciertamente, la del Che fue la más alta y clara voz internacionalista salida de Nuestra América para el mundo.
El 1955 Ernesto Guevara, después de conocer a Fidel Castro, acepta integrarse a la fuerza guerrillera que al año siguiente llegaría a costas cubanas para luchar contra la dictadura de Fulgencio Batista. De 80 combatientes, en las primeras horas de combates las fuerzas insurgentes son reducidas a apenas 15. Y 7 fusiles. "Ahora sí ganamos la guerra", fue la respuesta del Comandante Fidel al desalentador parte que le había dado su hermano Raúl.
En ese núcleo de locos aguerridos, guiados por la fe en el análisis de Fidel acerca de la fragilidad del régimen de Batista y la fortaleza de su diagnóstico y programa para la nación cubana formulado años antes en su alegato "La Historia me Absolverá", el Che (a partir de ese momento así le empezarían a llamar), destacó por su valor, su sensibilidad humana, su formación intelectual y teórica y su capacidad militar. Al poco tiempo es promovido al rango de Comandante y año y medio más tarde, en diciembre de 1958 lidera el Ejército Rebelde hacia una victoria decisiva sobre las fuerzas de Batista en Santa Clara.
Temerario y sarcástico
Como combatiente, el Che era audaz rayando en lo temerario. Sobre el Che de la Sierra Maestra, el Comandante Fidel Castro le cuenta a Ignacio Ramonet (en su libro Cien Horas con Fidel) que "el Che no habría salido vivo en esa guerra si no se ejerciese ese control sobre su audacia y su disposición temeraria". Fidel relata que "a veces prefería una tropa cargada de minas y de otros medios de guerra (...) El Che era intrépido, pero también asumía demasiados riesgos; por eso a veces yo le decía: 'tú tienes la responsabilidad de esas tropas que van contigo'".
Tras entrar victorioso con las fuerzas revolucionarias en La Habana, recibe la ciudadanía cubana, asume tareas de gobierno y se casa con Aleida March, con quien tendría cuatro hijos. No pasan muchos meses antes de que el Che (como ya es ampliamente conocido dentro y fuera de Cuba) sea nombrado, primero, jefe del Departamento de Industrias del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y después presidente del Banco Nacional; en razón de ese cargo, firma los nuevos billetes de la Revolución con su sencillo y corto apodo, que significa "vos" en Argentina y Uruguay. Como en esos países se acostumbra decir "che, vení" o "che, ¿qué te pasa?", entonces sus compañeros de la guerrilla le habían encajado "el Che".
El humor implícito en ese gesto de firmar los billetes con su apodo no tarda en recorrer todo el continente esparciendo ondas concéntricas por el resto del mundo. El que firma los billetes cubanos se burla abiertamente de los falsos aires de respetabilidad de funcionarios (los presidentes de los Bancos Centrales), generalmente más interesados en la defensa de sus propios privilegios y en la de los intereses del Fondo Monetario Internacional que en el bienestar de sus propios pueblos. A esos mismos tecnócratas corruptos, presidentes de bancos centrales y ministros de los gobiernos de aquel entonces en Nuestra América, el Che les echaría en cara su falta de real voluntad política para cambiar la situación en la que vivían nuestros pueblos.
En la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA llevada a cabo en Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961, el Che, un verdadero invitado de piedra en esos finos encuentros, tiene la desfachatez de enrostrarles a sus "colegas" que "Cuba señaló la contradicción entre la insignificancia de los objetivos y la grandiosidad de las proclamas. Se habló aquí de un reto con el destino; se habló de una alianza que iba a asegurar el bienestar a todos los habitantes de América, y se usaron muchas palabras grandilocuentes"; sin embargo, agrega, "con una tasa de crecimiento neto anual de 2.5.% por habitante, se requiere aproximadamente un siglo para alcanzar el nivel presente de los EEUU que, evidentemente, es un alto nivel de vida, pero no es una meta inalcanzable ni puede considerarse absurda para los países del mundo y los países de América".
Además de participar en el proceso de nacionalización de la banca y del resto de la economía cubana a medida que la intervención imperialista forzaba una radicalización de la revolución, y de participar en todas las tareas de defensa en este período, entre otras la victoria de Playa Girón sobre las fuerzas mercenarias de la CIA y la denominada "Crisis de Octubre", en este período el Che no abandona sus preocupaciones en el campo teórico.
En 1960 sistematiza la experiencia de la guerrilla de la Sierra Maestra en su libro "La guerra de guerrillas" en el que se lanzan tres principios que a continuación ilustraremos de una cita del encuentro entre el Che y Mao, en ese mismo año:
– Presidente Mao: Usted propuso tres principios en sus artículos: el pueblo puede derrotar a los reaccionarios; no se tiene que esperar a que todas las condiciones estén maduras para iniciar la revolución y... ¿cuál es el tercer principio?
– Guevara: El tercer principio es que en América Latina la tarea principal se desarrolla en las áreas rurales.
Esos puntos, producto de la experiencia de los revolucionarios y revolucionarias cubanas, galvanizarían a las izquierdas de América Latina y el mundo. Por aquel entonces, tanto en los países del centro imperial como en los de la periferia tercermundista, se habían ido asentando tendencias al acomodamiento, especialmente entre las izquierdas marxistas tradicionales.
Más allá del tema de la importancia de la lucha armada (un tema que en sí bastaba para crear un revuelo mayor entre la izquierda) el planteamiento que se pone sobre la mesa con el triunfo guerrillero de la Revolución Cubana es el de la relación de la izquierda con el campesinado y, por extensión, con las poblaciones indígenas de Nuestra América. Y ese planteamiento lo personifica el Che en tanto exponente y sistematizador de la guerra de guerrillas.
A partir del triunfo de la Revolución Cubana y de los escritos del Che se da una expresión concreta y masiva a los planteamientos del peruano José Carlos Mariátegui acerca de la importancia de las masas indígenas y de la revolución agraria. El Che se convertirá en un símbolo central de una nueva cultura revolucionaria que llevaría a millones de jóvenes latinoamericanos ideas como las de esta canción emblemática del uruguayo Daniel Viglietti: "Dale tu mano al indio / dale que te hará bien / te mojará el sudor santo / de la lucha y el deber / La piel del indio te enseñará / todas las sendas que habrás de andar / manos de cobre te han de mostrar / toda la sangre que has de dejar".
Mientras que en los países europeos los logros alcanzados dentro de las políticas del Estado de Bienestar inducían a creer en el poder de las reformas y la posibilidad de un tránsito "tranquilo" hacia el socialismo, en otras regiones como América Latina, a menudo los partidos de izquierda se conformaban con tener relativamente grandes movimientos sindicales más o menos acostumbrados a administrar las contradicciones entre trabajadores y capitalistas, pero al mismo tiempo con organizaciones políticas de escaso arrastre popular, ya sea por tener discursos demasiado abstractos y alejados a las realidades de las grandes mayorías, por creer firmemente que las condiciones para que se dieran revoluciones de orientación socialista aún no estaban "maduras" o incluso por supeditar abiertamente la lucha en el propio país a las relaciones entre sus gobiernos y la URSS. Tanto en el Norte como en el Sur, las juventudes obreras y estudiantiles se oponían a estas tendencias, y el triunfo de la Revolución Cubana, significado por las figuras de Fidel y el Ché, les puso un nombre, un norte y muchas veces un camino concreto a sus rebeldías.
Un corolario directo de las lecciones de la Revolución Cubana, como lo demuestra el tema del primer libro del Che, fue la importancia de la lucha armada. Esto no quiere decir que el Guerrillero Heroico fuera un dogmático al respecto. Por ejemplo, al ser entrevistado por Eduardo Galeano en 1964, el Che afirma que "el poder, en Latinoamérica se toma por las armas o no se toma". Sin embargo, mueve la cabeza y le dice al inmortal uruguayo: "ponga 'en líneas generales'".
Que todos podamos ser hermanos
Por la cabeza del Guerrillero Heroico debe haber pasado entonces la advertencia que les hiciera a los jóvenes uruguayos en su célebre discurso en la Universidad de la República, en 1961. Ante un auditorio atestado de gente, con miles afuera escuchando por altoparlantes y en medio de un enorme despliegue policial presto a lanzar la represión, el Che le decía a los jóvenes revolucionarios uruguayos: "Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre ni siga la explotación del hombre por el hombre, (APLAUSOS) lo que no en todos casos sucederá lo mismo -sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último. Porque no hubo un último disparo el último día de la Revolución; hubo que seguir disparando. Nos dispararon, tuvimos que ser duros, tuvimos que castigar con la muerte a alguna gente; nos volvieron a atacar, nos han vuelto a atacar una vez más, y nos seguirán atacando".
Al finalizar su intervención el Che deja el auditorio. Una bala dirigida al auto en el que viajaba Guevara dio en la humanidad del profesor de secundaria Arbelio Martínez, que había asistido a la conferencia. La muerte de Martínez sería considerada como el primer asesinato político en los años 60 en Uruguay, y sería seguida de muchos otros. (El discurso completo puede escucharse en Youtube bajo el título "Discurso de Ernesto Che Guevara en Montevideo", 1961). Unos días antes de ese incidente, en la Conferencia de la OEA en Punta del Este, y ante la engañosa propuesta contrainsurgente de una "Alianza Para el Progreso" del Secretario del Tesoro estadounidense Douglas Dillon, de pretendidas reformas para frenar al fantasma de la Revolución en el hemisferio, el mismo Che aseguraba: "Nosotros hemos diagnosticado y previsto la revolución social en América, la verdadera, porque los acontecimientos se están desarrollando de otra manera, porque se pretende frenar a los pueblos con bayonetas y cuando el pueblo sabe que puede tomar las bayonetas y volverlas contra quien las empuña, ya está perdido quien las empuña. Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar por este del desarrollo lógico y armónico, por préstamos a largo plazo, con intereses bajos, como anunció el señor Dillon, a 50 años de plazo, también nosotros estamos de acuerdo".
Demás está decir que el Che conocía muy bien la falsedad y el carácter contrainsurgente de la propuesta estadounidense. La tan cacareada Alianza para el Progreso no tuvo que ver con reformas para alejar revoluciones sino más bien con un maquillaje para intentar tapar, aunque sea un poco, los horrores de la guerra del Pentágono contra los pobres armados de nuestro continente. Otro gran debate en el que estuvo involucrado el Che a inicios de los años 60 en Cuba tuvo que ver con la economía y en el mismo participaron, a la par de otros funcionarios y dirigentes cubanos, marxistas conocidos a nivel mundial como Ernest Mandel y Charles Bettelheim. Sin entrar en grandes detalles, podemos afirmar en líneas generales que el Che defendía una organización de la economía de acuerdo a un plan central que asignara los recursos a las empresas socialistas sin intervención del mercado, así como una preferencia por los "estímulos morales" (es decir, el desarrollo de los factores ideológicos, el trabajo voluntario, etcétera) en lugar de los económicos (aumentos de sueldos, bonos, etcétera) como medio para aumentar la productividad. El Che atacaba el economicismo de las propuestas que, emulando la práctica implementada en la URSS, aceptaban que las empresas socialistas se vendieran productos unas a otras utilizando mecanismos de mercado y que insistieran en la importancia de estímulos de carácter material (sueldos, bonos, etcétera).
Consecuente con sus valores revolucionarios y sus ideas económicas, el Che dedicaba buena parte de su escaso tiempo libre a desarrollar los estímulos morales, es decir la conciencia comunista, cargando sacos de azúcar o cortando caña en los ingenios, manejando cosechadoras o trabajando en las fábricas, todo esto como parte de una campaña para promover esos valores revolucionarios entre el pueblo cubano. En un homenaje realizado a la memoria del Guerrillero Heroico en junio de 2008 en Hanói, el que fuera representante del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur en Cuba en los años 60, el hoy fallecido periodista y diplomático vietnamita Ly Van Sau, contó que el Che solía invitarlo a realizar faenas voluntarias, las que cumplía sin interrupción desde temprano en la mañana hasta el mediodía.
Crítico del socialismo soviético
Como es comprensible, cada corriente marxista ha tratado de halar las posiciones del Che hacia sus propias posturas, lo que no siempre se ha ajustado a la realidad. Un ejemplo de esto es el debate acerca de si el Che era "Trotskista" o "Estalinista". El propio Che ha dejado constancia escrita acerca de muchas de sus críticas, por ejemplo, al socialismo soviético. El que esté interesado puede consultar dos obras de Orlando Borrego, que fue amigo personal, colaborador muy estrecho y compañero de lucha y militancia del Che durante muchos años.
Los libros se llaman Che Guevara, el camino del fuego [2001] y Che, recuerdos en ráfaga [2003]. Sin embargo, también es importante resaltar lo que sobre esto decía otro revolucionario que conoció muy bien al Che, el propio Fidel. En su extensa entrevista a Ignacio Ramonet, el Comandante en Jefe dice: "déjeme decirle realmente cómo era el Che. [Al entrar en la guerrilla] el Che ya tenía, como le digo, una cultura política. Había leído naturalmente un número de libros sobre las teorías de Marx, de Engels y de Lenin. Él era marxista. Nunca lo oí hablar de Trotski. Él defendía a Marx, defendía a Lenin y criticaba a Stalin. Bueno, criticaba en aquel entonces el culto a la personalidad, los errores de Stalin; pero nunca le oí hablar realmente de Trotski. Él era leninista, y, en cierta forma hasta reconocía los méritos de Stalin. Es decir, la industrialización y algunas otras cosas".
Hay otro elemento del pensamiento revolucionario que es característico del Che. De haber tenido en su juventud prejuicios hacia los negros bastante comunes en la Argentina de su tiempo, el Che pasó a convertirse en una de las voces más comprometidas del antirracismo revolucionario, tal y como lo prueba la cálida recepción que tuvo en los países africanos que visitó, su interés por traducir y publicar en nuestro idioma el pensamiento del gran antirracista Frantz Fanon, su voluntad de derramar su propia sangre en el Congo y el hecho de que líderes revolucionarios africanos, como el burkinés Thomas Shankara, hayan sido reivindicados como sus herederos en ese continente. Tampoco es casualidad que la imagen del Che haya sido levantada por los indígenas bolivianos, primeros en tomar el poder político en tiempos modernos del Abya Yala. Como mencionamos anteriormente, el Che venía de un medio ateo, pero no era un sectario fanático. Como revolucionario no podía dejar que el creer o no en Dios se pusiera en el camino de su compromiso con sus semejantes, especialmente con sus compañeros de lucha. En enero de 1961, en un discurso de despedida a tres pilotos de las Fuerzas Armadas Revolucionarios caídos en el cumplimiento de su deber, el Che decía: "Esta es la historia, es la fe revolucionaria por la cual dieron su vida un hebreo, un católico, un compañero sin religión, ésa es la religión de nuestra revolución".
De no haber sido asesinado, el Che, que no era extraño a los debates sobre cristianismo y revolución a raíz del triunfo de la Revolución Cubana, seguramente habría dado la bienvenida al cada vez más fuerte compromiso revolucionario de los cristianos en todo el continente, y especialmente en países como Chile y Nicaragua. Como revolucionario, el Che era un hombre de acción y también de reflexión, y así como no despreciaba la necesidad de teorizar, tampoco despreciaba el estudio permanente en la creencia de que ya lo sabía todo. Desde siempre había tenido facilidad para las matemáticas, y el hecho de estar al frente del Banco Central de Cuba lo obligó a estudiar economía y desarrollar sus conocimientos de aquella disciplina, adoptando como su "maestro" al vicepresidente del Banco, el doctor Salvador Vilaseca Fornel, un notable profesor de matemáticas. Durante cinco años Vilaseca le enseñó geometría analítica, álgebra superior, cálculo diferencial e integral, ecuaciones diferenciales y hasta rudimentos de programación lineal, un tema que no lo abandonaría ni en las selvas de Bolivia. A las interminables reuniones, a las diarias situaciones de emergencia, a los incontables problemas a solucionar al frente del Banco Central, a las horas de estudio y de debates teóricos se sumaban a la agenda diaria del Che la atención a los revolucionarios latinoamericanos que desde los cuatro puntos cardinales del Abya Yala se dirigían a La Habana a buscar inspiración, guía y, cuándo no, apoyo material para hacer la Revolución.
El Che y los sandinistas
En este caso no podemos dejar de mencionar a Nicaragua. Desde los meses posteriores al triunfo de la Revolución Cubana, grupos de revolucionarios nicaragüenses, muchos de los cuales luego convergerían en lo que sería el Frente Sandinista de Liberación Nacional, viajaron a La Habana en busca de ayuda. Varios recibieron instrucción militar. Algunos, como Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, Tomás Borge y Rodolfo Romero, pasaron algunas semanas con las fuerzas cubanas combatiendo a las bandas contrarrevolucionarias en las montañas del Escambray y adquiriendo valiosa experiencia de combate. Incluso los nicaragüenses en Cuba participaron organizadamente al mando de Silvio Mayorga en la defensa de La Habana durante la invasión mercenaria de Playa Girón. El Comandante Tomás Borge cuenta que recibió 20 mil dólares de manos del Che para financiar la experiencia guerrillera de Raití Bocay, la primera operación político-militar ideológicamente definida como sandinista. Aunque incipiente y limitada desde el punto de vista militar, Raití Bocay sirvió de experiencia de fuego para el Frente Sandinista y permitió su desarrollo en organización revolucionaria de vanguardia en Nicaragua.
Sobre el tema del compromiso internacionalista del Che y de la Revolución Cubana se ha escrito mucho. Es necesario entender que, a la par de los ideales latinoamericanistas, bolivarianos y revolucionarios, estaba muy fresca entonces la experiencia del tratamiento al que había sido sujeta la Guatemala de Arbenz en 1953, con un inmediato aislamiento y campaña de propaganda negra en todo el hemisferio que justificó la intervención estadounidense. En el caso de la Revolución Cubana, después de un corto período de confusión inicial de parte de Estados Unidos, éstos comenzaron a darle a Fidel el mismo tratamiento, e incluso más violento y costoso, que el que le habían dado a Arbenz apenas seis años antes: Propaganda negra, atentados, sanciones, aislamiento en la OEA, invasiones mercenarias, bloqueo, etcétera. Para todo esto movilizaron a todos los gobiernos de la región con algunas pocas excepciones, la mayoría de las cuales iban cediendo ante las presiones y las amenazas. En Nicaragua, Somoza despedía a las fuerzas contrarrevolucionarias que partían a invadir Cuba con el pedido de "¡Tráiganme un pelo de la barba de Fidel!". Esta situación era conocida por los revolucionarios cubanos, incluyendo obviamente al Che, así como por los revolucionarios del resto del continente, de modo que la solidaridad de Cuba hacia los movimientos revolucionarios y la solidaridad de éstos en la defensa de Cuba iban de la mano.
En la entrevista de Galeano al Che de 1964, el uruguayo le pregunta sobre los límites de la solidaridad: "el problema de la solidaridad –contesta el Che– consiste en hacer por la revolución latinoamericana todo lo que sea factible dentro de una situación de derecho, y una situación de derecho es una relación entre distintos países que llegan a un equilibrio en sus intercambios ideológicos o políticos, sobre la base de convenciones mutuamente acatadas". Galeano le recuerda que sólo tres países en ese momento tenían relaciones de no agresión hacia Cuba: México, Uruguay y Bolivia. El Che le corrige: "con dos. Bolivia rompió relaciones esta tarde". Y estaba convencido de que Uruguay no demoraría en hacer otro tanto, como de hecho lo hizo.
Multiplicar la lucha revolucionaria
Como representante del gobierno revolucionario y dirigente de la Revolución Cubana, el Che viaja por la Unión Soviética, República Democrática de Alemania, Checoslovaquia, China, Corea del Norte, muchos países africanos, Uruguay, Argentina, Argelia y el corazón del imperio, Nueva York, donde pronuncia un discurso histórico ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En fin, lo que desde una perspectiva revolucionaria en aquellos momentos constituía el mundo a tomar en cuenta.
El Che sabía que a raíz de la situación surgida tras la Crisis de Octubre, la Revolución Cubana quedaba en una situación precaria y difícil: por un lado, bloqueada por Estados Unidos, que a escasas 90 millas de su territorio por nada del mundo cejaría en sus intentos de desestabilizarla y, por otro lado, lanzada a una dependencia de la Unión Soviética que, a pesar de su invalorable apoyo, la mantenía sometida al azúcar, su tradicional producto de agroexportación. En esas condiciones era fundamental tratar de conseguir el apoyo de nuevos focos de rebeldía a lo largo y ancho del denominado "tercer mundo". "Crear dos, tres, muchos Vietnam...". Al final de cuentas, solo la solidaridad de los que Frantz Fanon llamaba "condenados de la tierra", es decir, de las grandes mayorías condenadas a la miseria en los países "perdedores" de la periferia capitalista, permitiría romper las cadenas de la independencia y lograr un desarrollo justo, no solo para Cuba, sino para toda la humanidad.
Hay quienes en el compromiso internacionalista del Che quieren ver una ruptura entre el Guerrillero Heroico y Fidel. Nada más alejado de la realidad. Eso no se contradice ni con el apoyo y seguimiento que tuvieron las actividades internacionalistas del Che desde La Habana, ni en el constante compromiso internacionalista de Fidel después de la partida del Che.
Unos pocos ejemplos bastan al respecto: el papel fundamental jugado por Cuba en la guerra de Angola y en la caída del régimen del Apartheid en Sudáfrica, aún a costa del sacrificio de miles de vidas cubanas. Otro ejemplo son las constantes campañas de salud y de educación impulsadas por Cuba a lo largo y ancho del África, del Asia y de América Latina, y hasta entre los sectores populares de Estados Unidos.
"Hay una identidad en la lucha y en los fines", explicaba el Che a Galeano en la entrevista mencionada.
"Una revolución en Zanzíbar nos puede dar también cosas nuevas, experiencias nuevas; la unión de Zanzíbar y Tanganica; la lucha de Argelia; la lucha en Vietnam. Tenemos el delantal indígena de nuestra madre americana, decía Martí, y está bien, pero nuestra madre americana desde hace tiempo ha pasado por sucesivas cruzas. Y cada vez más los sistemas son mundiales: un sistema mundial del capitalismo y un sistema mundial del socialismo. El hecho de que Argelia sea libre fortalece a Cuba; la existencia de Guinea la fortalece; la del Congo, también. Nosotros siempre mantenemos muy clara esa idea: la identidad de Cuba con todos los movimientos revolucionarios. A pesar de los parentescos raciales, religiosos, históricos, Argelia está más cerca de Cuba que de Marruecos".
En 1965, el Che desaparece de Cuba. Un informe de la CIA de junio de ese año taxativamente afirmaba que el Che se había pelado con Fidel y que se había ido a Argelia o a Vietnam o a América Latina; o que se había enfermado de los pulmones y que hasta podría tener tuberculosis. De hecho, no tenían la menor idea. El pueblo cubano también se preguntaba dónde estaba el Che. Hasta que el 3 de octubre de 1965 Fidel lee la carta de despedida que el Che le había escrito en marzo de 1965: "otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos".
En abril había salido hacia África y aparece en el Congo, en una misión internacionalista para apoyar militarmente al movimiento de liberación fundado por Patricio Lumumba, el líder revolucionario asesinado por la CIA en 1961. La misión en el Congo no es exitosa ya que las condiciones allí no eran las de la Sierra Maestra. Sin embargo, el Che adquiere valiosas experiencias para llevar a la práctica su planteamiento de crear "Dos, tres, muchos Vietnam". Los revolucionarios africanos también adquirían valiosas experiencias de la estadía del Che. A propósito de la experiencia del Congo –además del excelente trabajo sobre el Guerrillero Heroico en África en este número de Correo– hay dos textos imprescindibles: el libro del Che "Pasajes de la Guerra Revolucionaria: Congo" y "La Piedra", un cuento escrito en selva por él al recibir la trágica noticia de la posible muerte de su querida madre, Celia. Ambos están disponibles en Internet. Poco después aparece en Bolivia, tras una breve estancia en La Habana, pero solo lo sabían las dirigencias cubana y boliviana. El plan original del Che era construir un foco guerrillero que permitiese catalizar las luchas revolucionarias en el campo y la ciudad; de ahí, una vez tomado el poder, formar una fuerza guerrillera continental que siguiese rumbo al sur de la América profunda, conquistando Paraguay, Argentina y el resto del Abya Yala.
Recomendamos el libro "Diario del Che en Bolivia", así como el testimonio del combatiente cubano Harry "Pombo" Villegas "Pombo: Un hombre en la guerrilla del Che – Diario y testimonios directos"; ambos asequibles en Internet. Otra lectura imprescindible es el capítulo de Cien Horas con Fidel que trata de esta gesta. Asimismo, es recomendable ver la película "Che: Guerrilla" (2008), también dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Benicio del Toro.
En pocas palabras, la guerrilla en Bolivia fue derrotada por una serie de factores, desde tácticos como la mala selección del área del foco y la impaciencia para crear una guerrilla mínimamente consolidada antes de que el Che viajase allí, hasta políticos, el más notable la división en el Partido Comunista de Bolivia entre grupos identificados con la URSS y los identificados con China, una división que Fidel asegura que al Che le costó manejar: "lo del Che era súper honradez, y el término diplomacia, no engaño, el término astucia, posiblemente le repugnaba", explica Fidel Castro a Ignacio Ramonet.
Padre, hijo, compañero
Hemos hablado del Che como muchacho existencialista, como guerrillero, revolucionario, político, teórico, hijo, compañero y estudioso. Justo es que aunque sea de pasada mencionemos su faceta de padre y marido, que también supo ser, en medio de su intensa agenda vital. "Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario", dice el Che en su carta de despedida a sus hijos antes de "desaparecer" de Cuba. "En 1959 mi abuela (Celia, la madre del Che) viaja por primera vez a Cuba. Las imágenes de ese reencuentro siempre me emocionan. Ella se abraza a él con fuerza. Él se quiere apartar un poco, pero mi abuela no lo permite, se agarra con el amor de una madre", recuerda Aleida, la menor de sus dos hijas, en una exposición de fotos de su padre el año pasado en Argentina. "Cuando mi papá muere, mi mamá enterró los recuerdos. Tuvo que poner un dique, un gran muro para poder seguir viviendo", rememora. En una de las últimas cartas que le escribió a Aleida March, la madre de sus hijos, le pide: "Sigue sirviendo mi café. Y si sientes mi presencia, no te vires. No rompas el conjuro. Seguiré siempre a tu lado".
Mi papá –dice Aleida Guevara– "siempre dijo que no quería que sus hijos fueran nada especial. Quería que sus hijos fueran hombres y mujeres dignos del pueblo en el que vivían. Y si hoy soy una mujer socialmente útil es porque ella (mamá Aleida) me educó así. Por supuesto que soy la hija del Che, pero fue ella la que me forjó, la que inculcó en mí el respeto a mi pueblo, la que me permitió conocer y amar a mi papá". Dice mucho esto sobre Aleida, la compañera de vida del Che, como también dice del propio Guerrillero Heroico.
"Déjeme decirle, con el riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad", le escribía el Che desde la montaña en el Congo, en 1965, al redactor de la revista Marcha de Uruguay, Carlos Quijano.
Las venas siguen abiertas
Como bien observa un artículo de Casa de Las Américas a la memoria del Che publicado en este siglo, hoy en día "la América Latina es otra y es la misma: un segmento del mundo explotado y subdesarrollado, con procesos políticos que apuntan hacia otro mundo posible, con un imperialismo que –como ha dicho el escritor uruguayo (Eduardo Galeano) en una ocasión– cambia pero no se arrepiente, pues la agresión y la guerra siguen siendo sus principales herramientas de política exterior".
En su libro "Las Venas Abiertas de América Latina", publicado en 1969, Galeano escribe: "este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, 'hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización...'"
Estas líneas del libro de Galeano, el mismo que el Comandante Hugo Chávez le regaló a Barak Obama en la Cumbre de Cartagena en el año 2009, siguen siendo igual de válidas hoy en día. Ese fue el libro de cabecera de toda una generación de jóvenes latinoamericanos que quisieron seguir los pasos del Che. Y debería seguir siendo un libro de cabecera para las juventudes de hoy en día, porque la realidad es la misma. Y sin embargo, es diferente...
Entonces, citaba Galeano, el presidente estadounidense Richard Nixon anunciaba que a fines del Siglo XX el ingreso per cápita de Estados Unidos sería 15 veces más alto que el de América Latina. En realidad, Nixon se equivocó un poco en su diagnóstico: la relación de disparidad entre América Latina y Estados Unidos se mantuvo entre los años 1970 y 2000, en cerca de 8.5 veces para luego empezar a disminuir hasta unas 6.6 veces en el año 2015, tras una década de altos precios de las materias primas más una serie de gobiernos de izquierda que llevaron adelante importantes programas de reducción de la pobreza y el ascenso de China en el comercio mundial. Todavía, claro está, las diferencias son abismales: en 1970, el PIB per cápita de los EEUU era de USD 5,246.88 y el de América Latina USD 613.0, es decir, 8.55 veces. En el año 2015, el PIB per cápita de EEUU era de 55,836.79 y el de América Latina era de 8,450.33, es decir, unas 6.6 veces.
Sin embargo, ya en 1969 Galeano advertía que "los promedios engañan, por los insondables abismos que se abren, al sur del río Bravo, entre los muchos pobres y los pocos ricos de la región (...) Hay sesenta millones de campesinos cuya fortuna asciende a veinticinco centavos de dólar por día; en el otro extremo los proxenetas de la desdicha se dan el lujo de acumular cinco millones de dólares en sus cuentas privadas de Suiza o Estados Unidos, y derrochan en la ostentación y el lujo estéril – ofensa y desafío⎯ y en las inversión total, los capitales que América Latina podría destinar a la reposición, ampliación y creación de fuentes de producción y trabajo".
Mucho de esta realidad aún persiste. Hoy en día, América Latina ya no es el continente más pobre del mundo (ahora es el sur de Asia) pero sí es el más desigual, en el que la fortuna del denominado "hombre más rico del planeta", el mexicano Carlos Slim (acompañado de 5% de los multimillonarios del mundo que viven en América) se mezcla con las vidas de millones y millones de latinoamericanos viviendo en villas miserias o favelas. Sin embargo, por primera vez en la historia de América Latina la brecha entre ricos y pobres se está reduciendo. De 2000 a 2015 América Latina se convirtió en la región donde más había disminuido la desigualdad en todo el mundo.
Paradojas de la vida, vaso medio lleno o medio vacío, en la década de 2000 la proporción de indigentes en América Latina bajó de 25% a aproximadamente 12%. Según la explicación oficial (por ejemplo, del BID), este desarrollo se debe a tres factores: 1) La mejora en los ingresos laborales de los trabajadores menos calificados: 2) Más jubilaciones no contributivas para los adultos mayores y 3) Más programas sociales, que llegaron a cubrir a más de la cuarta parte de la población.
Es obvio que esta explicación técnica esconde hechos políticos innegables. Es cierto que una buena parte de esa reducción se debió al crecimiento económico, por ejemplo en países con gobiernos de derecha como los de Perú y México, pero una buena parte también se debió a la lucha de clases, de movimientos sociales, y a la influencia de la izquierda inspirada en el Che. No en vano los 6 países en los que más bajó la desigualdad en los primeros 10 años del siglo XXI (2000-2010) fueron (en ese orden) Nicaragua, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Argentina y Brasil, es decir países que durante la mayor parte de la década tuvieron gobiernos de izquierda o en los que las políticas sociales del ALBA (alfabetización, misiones médicas cubanas, acuerdos petroleros entre Petrocaribe y alcaldías de izquierda, etcétera) habían podido implementarse durante algunos años. No es casual que los dos países en los que la desigualdad aumentó en ese período han sido Costa Rica y Honduras.
Aves que no se asustan
En los años 60 del siglo pasado, las izquierdas apenas estaban empezando a perfilarse como alternativas políticas en las democracias neocoloniales diseñadas para mantener los privilegios de las élites y la subordinación de nuestras economías. Salvo contadas excepciones, como el caso chileno, la izquierda como tal no figuraba como opción de poder en las urnas. El gobierno revolucionario más viejo de la región, surgido de la Revolución Mexicana, la primera gran revolución del Siglo XX, sufría ya un letargo terminal y una criminal deriva a la derecha que presagiaría la imposición de neoliberalato en los años 80. "Ay Plaza de Tlatelolco, como me duelen tus balas, cuatrocientas esperanzas a traición arrebatadas", eran las coplas del triste huapango que cantaban Gabino Palomares y Ángel Parra por aquellos días. Cientos de jóvenes estudiantes fueron asesinados por el gobierno el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México, a menos de un año del martirio del Che en Bolivia.
Unos meses antes, en el mes de agosto, en Montevideo, Uruguay, era asesinado el joven estudiante de odontología Líber Walter Arce Risotto, el primero de varios cientos de jóvenes asesinados por la naciente dictadura. "La muerte de un estudiante / es una baja y no es, / porque por uno que muera / otro ya está por nacer / No todo es azul, / no todo es azul / en el cielo claro de la juventud", cantaba el dúo oriental Los Olimareños en una canción que bien se podría haber convertido en un hit entre los estudiantes universitarios en Nicaragua. "¡Que vivan los estudiantes, / jardín de las alegrías! / Son aves que no se asustan / de animal ni policía, / y no le asustan las balas / ni el ladrar de la jauría. / Caramba y zamba la cosa, / ¡que viva la astronomía!", era – y todavía es – el himno de los estudiantes sandinistas.
Muchas fueron las masacres de jóvenes por aquellos días, y no podemos pasar por alto la masacre de jóvenes peronistas (13 muertos, varios cientos de heridos) a la llegada del líder Juan Domingo Perón al aeropuerto de Ezeiza el 20 de junio de 1973. Pero es que desde entonces a esta parte ha habido muchas masacres de jóvenes en nuestra Abya Yala. De todas las que han habido no podemos dejar de mencionar la desaparición forzada con complicidad estatal (policía y ejército) de 43 estudiantes en la comunidad de Iguala el 26-27 de septiembre de 2014.
La interpelación que la generación del Che en los años 60 le planteó al mundo político de su tiempo, se pagó con ríos de sangre, no solo de estudiantes sino también de obreros, campesinos e indígenas. Dictaduras fascistas, represión sangrienta. Pero fue esa lucha la que llevó a que, mal que bien, hoy en día, los "condenados de la tierra", los convidados de piedra de la historia, deban ser aceptados (guste o no guste) con sus propios instrumentos de lucha en la democracia del capitalismo, un banquete en el que, como recordó el ex-presidente y luchador social uruguayo José "Pepe" Mujica, la mesa no está puesta para nuestros pueblos. De entonces a esta parte, estos pueblos se han hecho de unas experiencias extraordinarias. Hoy en día los indígenas construyen movimientos revolucionarios y llegan al poder. Nuestros pueblos construyen alianzas continentales como el ALBA, han aprendido a llegar al gobierno, a perder el poder y a volver a recuperarlo. Han tomado la tierra, han ocupado las fábricas y han construido alianzas continentales. Hicieron UNASUR e hicieron la CELAC. Ninguno de esos cambios es irreversible y aún queda mucho, muchísimo por lograr. Y en las luchas del futuro, ahí seguirá estando la figura del Che como referente del revolucionario comunista, aquel dispuesto a jugarse por su patria, por Nuestra América y por la humanidad. Quién mejor para concluir estas líneas que Fidel y sus palabras hacia el Che en la Plaza de la Revolución, el 18 de octubre de 1967:
"Nos dejó su pensamiento revolucionario, nos dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su voluntad, su tenacidad, su espíritu de trabajo. En una palabra, ¡nos dejó su ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo, el ejemplo del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo! Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che! Che se ha convertido en un modelo de hombre no solo para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de América Latina. Che llevó a su más alta expresión el estoicismo revolucionario, el espíritu de sacrificio revolucionario, la combatividad del revolucionario, el espíritu de trabajo del revolucionario, y Che llevó las ideas del marxismo-leninismo a su expresión más fresca, más pura, más revolucionaria. ¡Ningún hombre como él en estos tiempos ha llevado a su nivel más alto el espíritu internacionalista proletario!" 
Casi sucumbimos a la tentación de hacer una lista de rasgos que debería tener un Che de hoy en día. Nos detuvimos a tiempo. En realidad, no es honesto reducir al Guerrillero Heroico a ningún programa político de hoy. Sería como un ejercicio de racionalización para justificar lo que estamos haciendo en este momento, pero eso no es de revolucionarios sino de hipócritas o de oportunistas. El Che real, el Che que querámoslo o no nos construyó y hemos construido con nuestra praxis histórica, es el máximo hereje, tal y como lo es todo verdadero revolucionario y tal y como lo es toda revolución verdadera. No puede haber Revolución sin herejía, por eso tenemos al Che alumbrando e interpelando nuestras conciencias en el presente y en nuestros posibles futuros.