viernes, 26 de julio de 2019

Las leyes de Miami no paran a los ministros sandinistas

Por Jorge Capelán
mamaguaconamor.blogspot.com



Asesora presidencial en temas de Salud,
Sonia Castro, aplicando dosis profilácticas contra
el dengue a niños de Tipitapa.
(Foto: El 19 Digital)

Otro alegrón de burro para la derecha golpista. Seguro estarán dando brinquitos de alegría al conocerse el viernes 28 de julio el Acuerdo Presidencial 109-2019 según el cual el presidente Daniel Ortega nombra como nueva ministra de Salud a la compañera Carolina Asunción Dávila Murillo y a la anterior ministra, la compañera Sonia Castro, como asesora presidencial en la misma materia.

Es un simple enroque, una mera formalidad para hacer frente a las sanciones de Estados Unidos contra ciertos funcionarios sandinistas. Estas sanciones amenazan con impedir a estos funcionarios usar su firma en documentos, por ejemplo, para la compra de partidas de bienes u otras transacciones financieras en beneficio del pueblo. Por eso el Gobierno ha venido implementando una serie de medidas que permitan el funcionamiento del Ejecutivo bajo esas sanciones.

La ministra Sonia Castro ha estado al frente de la implementación del programa de salud más exitoso de la historia de Nicaragua por varios años, un programa que le lleva atención médica del siglo XXI a las poblaciones más alejadas sin que tengan que pagar un peso. No va a dejar de trabajar en lo que tan bien sabe hacer por unas sanciones redactadas en Miami. Como asesora presidencial en la materia seguirá respondiendo por la política de Salud en el país.

La Magnitsky-Nica Act es una ley hecha a la medida de los mafiosos como Marco Rubio, que creen que los ministros sandinistas van a dejar de trabajar porque los sancionen, pero como son revolucionarios y no tienen cuentas en los paraísos fiscales, ellos siguen trabajando aunque no sean quienes firmen los papeles.

Las sanciones estadounidenses no van a parar, sino más bien fortalecer, la voluntad de los cuadros sandinistas de seguir adelante con la misión de transformar y desarrollar el país que les ha asignado el pueblo.

Son ministros y funcionarios que han salido de una revolución que triunfó hace 40 años en un país en el que la mitad de la gente no sabía leer ni escribir. Lo primero que hizo esa revolución fue impulsar un cruzada nacional de alfabetización que ahora está dando sus frutos en la forma de una clase de cuadros dirigentes de alto nivel salidos del pueblo mismo.

Cuando triunfó la revolución sandinista en 1979, muchos de sus cuadros venían de la oligarquía. Algunos de ellos tal vez soñaban en secreto con convertirse algún día en miembros de esa clase parasitaria. Otros tal vez pensaban en que ellos siempre habían sido mejores que el pueblo humilde y que por eso sabían mejor que nadie qué era lo que el país necesitaba. Esos cuadros traicionaron a la revolución y hoy están del lado de los que impulsan la Magnitsky-Nica Act de los mafiosos de Miami.

Otros cuadros, buena parte de ellos, la mayoría, siempre fueron fieles al pueblo, a los que necesitan salud, comida, vivienda, educación, a los que desde Acahualinca llevaban generaciones de ver los cohetes Apolo (que costaban bastante), subir hacia la luna mientras ellos se morían de hambre. La mayoría de esos cuadros fueron formados en la revolución, hijos de ese pueblo de Acahualinca, nunca tuvieron problemas de identidad. Aún los formados después de 1990 se formaron en la revolución, en la idea de que hay que servir a los demás y no servirse del pueblo. Por eso no hay leyes venidas de Miami que los detengan.