viernes, 5 de julio de 2019

Tenemos todavía muchas ofensivas y muchos repliegues por delante, siempre juntos, siempre al Frente

Por Jorge Capelán


Mañana sábado 6 de julio el pueblo de Nicaragua celebra el repliegue táctico a Masaya con una movilización que desde hace 40 años se caracteriza por dos cosas: su masividad y sus demandas organizativas, dado que consiste en una marcha o caravana de miles y miles de personas desde la capital hasta la ciudad de Masaya. Al mismo tiempo, es una expresión de alegría popular por la llegada del 19 de julio, el día de la victoria sobre la tiranía somocista.

El repliegue a Masaya fue una proeza que, según dicen los entendidos, aún hoy en día es materia de estudio en las academias militares del mundo. Un grupo de guerrilleros sandinistas evacuó a miles de civiles, entre los que habían mujeres, niños, ancianos, heridos y personas con discapacidad, frente a las propias barbas del enemigo armado hasta los dientes que se aprestaba a asesinarlos en masa.

En junio de 1979, Nicaragua estaba en llamas. La insurrección contra la dictadura somocista, proclamada a inicios de ese mes, y seguida de inmediato por una huelga general, llevó la guerra a todas las ciudades importantes en el Pacífico y también en el Caribe. Se insurreccionaron Masaya, León, Chinandega, Estelí, Matagalpa, y muchas otras ciudades.

El sur de Nicaragua arde con fieros combates a la Guardia Nacional. La dictadura está cada vez más aislada y los Estados Unidos buscan un recambio al tiempo que se proclama la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y otros países empiezan a reconocerla. Son momentos cruciales en los que se decide el futuro de la historia del país. ¿Lograrían los Estados Unidos marginalizar al Frente Sandinista imponiendo un "somocismo sin Somoza" o encontraría Nicaragua las llaves de su independencia nacional?

Toda esta coyuntura fue posible en gran medida porque la población de Managua se insurreccionó contra la dictadura y durante la mayor parte de ese mes efectivamente empantanó a la Guardia Nacional, impidiéndole ahogar en sangre la revuelta en el resto del país. Durante al menos 17 días, del 10 al 27 de junio, Managua fue testigo de cruentos combates contra la Guardia Nacional. Hubo varias masacres imborrables en la memoria, en Batahola, Kilombo, El Paraisito, la Colina 110...


Ya hacia fines del mes, dos cosas parecían claras: La primera, es que el gran objetivo de empantanar a la Guardia se había logrado y la segunda, que tras los intensos combates el parque comenzaba a escasear y las líneas de aprovisionamiento debían restablecerse. Desde el punto de vista miliar se imponía un repliegue.

En el este de la capital, que era el punto más fuerte de la insurrección, la Guardia se aprestaba a lanzar una operación de tierra arrasada contra unas fuerzas guerrilleras que no tenían balas para responder. Además, en esos barrios habían miles de personas que, si las columnas guerrilleras se hubieran retirado, habrían sido asesinadas, no solo por tierra sino también desde el aire. Es así como surge El Repliegue Táctico a Masaya.

La noche del 27 de junio de 1979, seis mil personas en tres columnas, hombres, mujeres, niños, ancianos y heridos dirigidos por un grupo de guerrilleros, desaparecieron como por arte de magia horas antes de que la Guardia Nacional se lanzara contra ellos en los barrios orientales de Managua.

El comandante William Ramírez
en el Repliegue.
(Foto: teleSUR)
Caminando por veredas, tardaron casi día y medio en llegar hasta la Masaya insurreccionada, "tierra libre de asesinos", no sin antes ser descubiertos a mitad de camino por la Guardia y bombardeados. Hubo varios peligrosísimos pasajes frente a las propias barbas de la GN armada hasta los dientes. Murió mucha gente, tal vez un centenar, pero varios miles salvaron la vida.

Desde el punto de vista estrictamente militar, el Frente Sandinista podría haberse retirado sin la población civil, pero entonces algo en su relación con el pueblo se habría roto. Lo que es aún más importante: ¿cómo podrían los guerrilleros sandinistas actuar contra su propia naturaleza de luchadores sociales y dejar morir así a la gente? No. No es así la política sandinista.

Nunca dejar al pueblo que se muera. Maniobrar a gran escala con el pueblo. Sembrar en millones la sabiduría de interpretar el momento justo. Eso es la política sandinista en su mejor expresión. Ese es el legado de El Repliegue Táctico a Masaya.

El Repliegue fue posible gracias a la capacidad organizativa y la conducción de los cuadros del Frente Interno, pero sobre todo lo fue por la confianza mutua entre el pueblo y la conducción del Frente Sandinista de Liberación Nacional, una confianza que a su vez se traduce en disciplina y en capacidad de accionar colectivo de miles y miles de personas.

Sin esa confianza mutua no habría sido posible luego diseñar la Cruzada Nacional de Alfabetización de 1980, apenas meses después del derrocamiento de la tiranía, movilizando a toda la sociedad. Jóvenes de las ciudades y sus familias, campesinos, obreros, iglesias, durante meses se movilizaron con disciplina militar para poner fin a las más nefasta herencia de la dictadura: 50.35% de analfabetismo, una de las tasas más altas en América Latina.

Sin esa confianza mutua entre el pueblo y la conducción sandinista en los años 80 no habrían funcionado ni las Milicias, ni el Servicio Militar Patriótico, ni las Jornadas de Salud, ni muchas otras de las grandes batallas que el pueblo libró en aquellos momentos. La derecha se ha encargado de falsear mucho la historia de aquellos años, pero lo cierto es que fue una época de participación popular masiva a todos los niveles.

Solo esa confianza mutua entre el partido revolucionario y el pueblo permitió que en plena guerra el Frente Sandinista impulsara la Autonomía de la Costa Atlántica, confiando en los pueblos que históricamente habían sido vistos como extraños en su propia casa y sentando así las bases de la Nicaragua moderna de hoy, la que dejó atrás el enclave cuartelero al servicio de Estados Unidos en el que la habían convertido las diversas facciones de la oligarquía desde la independencia.

Se pueden encontrar muchos otros ejemplos de esa filosofía incluso después de 1990. Todo el proceso de paz impulsado desde antes y después de ese año fue un ejercicio de confianza mutua entre el pueblo y la conducción revolucionaria. Aún maniobras como el tan denostado "pacto" que le permitió al Frente dividir a la derecha y asegurarse las condiciones que le permitieran volver al poder, si bien no fueron comprendidas por amplios sectores, lo cierto es que contaron con el apoyo de una gran masa de sandinistas que fueron los que votaron para que el Frente ganara las elecciones de 2006.

La derrota del "golpe suave" perpetrado contra nuestro pueblo el año pasado fue otro ejemplo del legado del repliegue táctico a Masaya. ¿Qué habría pasado si desde los primeros días de la violencia golpista el Frente Sandinista irresponsablemente hubiera ordenado a la Policía y a toda la militancia a responder a la violencia con violencia? Hoy, no solo en Nicaragua, sino en toda Centroamérica, estaríamos en guerra.

La disciplina de las masas sandinistas, la fe del pueblo en el Frente, engañaron a los golpistas, que creyeron tener un apoyo popular que no tenían. Así pasaron los días y las semanas y el apoyo inicial que a través de mentiras y noticias falsas habían acumulado se desinflaba aceleradamente a medida que los golpistas se revelaban en todo su carácter criminal y asesino. Luego vinieron las instituciones democráticas del pueblo, junto al propio pueblo, a levantar los tranques y restaurar el orden democrático del pueblo.

El de mañana será un repliegue especial, como también lo será la gran marcha del pueblo leonés el domingo en conmemoración de la toma del Fortín de Acosasco. Será especial porque este 40 aniversario de la ofensiva final y derrocamiento de la dictadura somocista coincide con el primer aniversario del gran movimiento popular que dio al traste con el tenebroso plan golpista de 2018. A partir de este año, junto a los caídos de 1979 rendimos también homenaje a tantos caídos por la Revolución Popular Sandinista del siglo XXI.

La liberación costó sangre y, no podemos olvidarlo, sigue costando sangre.

Ayer el enemigo fue una casta delincuencial y genocida. Hoy son puchitos, una casta también (y a no dudarlo, igual o peor de genocida que Somoza de tener la oportunidad), que representa los últimos estertores de una oligarquía que desde la independencia no ha sabido hacer otra cosa que matar al pueblo y vender al país.

Ayer el pueblo destruyó al Estado genocida y proclamó una constitución que sentó las bases para una Nicaragua de todos y no de y para las élites. Hoy el pueblo fortalece el poder democrático, reivindica sus derechos y asume un papel económico fundamental.

No lo dudemos, mañana seremos un mar de gente. Tenemos todavía muchas ofensivas y muchos repliegues por delante, siempre juntos, siempre al Frente, siempre por más victorias.