Por Fernando Bossi
Para aquellos analistas e intelectuales, que sostenían que el
ciclo de gobiernos progresistas había llegado a su fin en América
Latina Caribeña, la realidad les está demostrando que ese punto de
vista era errado.
Que hubo retrocesos, repliegues y hasta derrotas, es cierto; el
imperialismo y las oligarquías nativas no se iban a quedar cruzados
de brazos ante el avance de los pueblos. Era lógico que una
embestida contrarrevolucionaria se iba a desatar aprovechando
vacilaciones, inconsistencias y limitaciones de las fuerzas y
gobiernos progresistas y revolucionarios. Esto sucedió y sucede en
estos momentos, pero de ahí a firmar un certificado de defunción al
ciclo progresista que se abrió ya hace 20 años es una cosa muy
distinta.
La hora actual ubica a nuestra América en plenas jornadas de
lucha; unas abiertamente en las calles y otras a través de procesos
electorales.
Si bien los gobiernos revolucionarios de Venezuela, Cuba y
Nicaragua sufren un aluvión de agresiones imperialistas de diferente
índole, observamos también un incremento significativo de la unidad
de las fuerzas revolucionarias y el pueblo en torno a la defensa de
la Patria. El gobierno mexicano sigue dando muestras claras de
criterio propio ante las presiones externas, rompiendo con los
tiempos de sumisión al vecino del norte. Bolivia, con Evo y su
pueblo, ya se levanta como un faro en el corazón suramericano.
A su vez, los regímenes neoliberales están siendo cuestionados
con fuertes protestas en Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Haití y
Perú. Bolsonaro en Brasil ha perdido, en gran parte, la popularidad
sobre una franja de la población que lo llevó a la presidencia, y
Mauricio Macri, en Argentina, ya prepara las valijas para irse
maltrecho de la Casa Rosada.
Esto no significa que estemos en una etapa abierta de ofensiva
popular, mucho falta aún para eso suceda; pero la América Latina
Caribeña sigue el curso iniciado a principios de este siglo por
Chávez, Lula, Kirchner y demás patriotas de estas tierras.
Es una nueva guerra por la independencia y la unidad, como aquella
de hace 200 años. La comenzada ahora, en esta segunda ofensiva
independentista y unionista no se ha detenido, hemos tenido avances y
también retrocesos, y, como en toda guerra hay batallas ganadas y
hay también perdidas, importante es no confundir batallas con
guerra. Decía Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena: “El
soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez;
porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y
la constancia corrigen la mala fortuna”.
Ignoremos a los pájaros de mal agüero que hasta hace muy poco
revoloteaban sobre la realidad latinoamericana caribeña señalándonos
que el ciclo se había agotado. Estamos en plena lucha y no debe
haber espacio para esa intelectualidad cómoda y descreída.
El deber de los revolucionarios hoy es ser protagonistas y no
meros observadores, ayudar a que donde existan gobiernos entreguistas
se enciendan cien y mil focos de resistencia; y donde existan
gobiernos comprometidos con sus pueblos aportar todo el conocimiento,
experiencia y trabajo para construir una sociedad justa, igualitaria
y solidaria.
La ofensiva independentista y unionista en nuestra América sigue
en marcha, el imperialismo lo sabe y se desespera, las oligarquías
nativas quedan cada vez más desenmascaradas y los pueblos van
tomando conciencia de dónde está el enemigo principal, como también
dónde están sus aliados y amigos.
Se impone, por lo tanto, una mayor coordinación de las fuerzas
revolucionarias y patrióticas del continente. La unidad en torno a
las banderas de la independencia y la integración es prioritaria.
Caracas, 19 de octubre de 2019