lunes, 4 de noviembre de 2019

Libertad de expresión, América Latina y la nueva Inquisicion



Stephen Sefton, Tortilla con Sal.

Más claramente que nunca, abordar al imperialismo liberal occidental en sus diversas variedades como si fuera una racionalidad abierta a ser persuadida o cambiada, desafiando sus contradicciones, es un error fundamental. Sus contradicciones son esenciales para satisfacer las diversas necesidades imperiales de las élites gobernantes occidentales, especialmente la sumisión a su falsa autoridad moral. A la vez que afirman promover la justicia, la libertad y la prosperidad, ellos y sus servidores políticos infligen en todo el mundo una salvaje injusticia y una brutal represión, maltratan sistemáticamente a sus víctimas y saquean sus riquezas. A la fuerza legitiman su imperialismo por medio de una Inquisición omnipresente pero no reconocida, arraigada en las estructuras de la gobernanza nacional e internacional.

Son raras excepciones las personas que reportan esta realidad de manera eficaz. En la práctica, todos los reporteros y escritores que informan sobre la verdad de la agresión militar o económica imperialista terminan al final expresando su solidaridad con las víctimas de esa agresión. Las personas que dad de manera auténtica y se niegan a asimilarse a la ortodoxia imperial se marginan y se excluyen. O si de alguna manera superan esa exclusión con éxito, son reprimidas sin piedad. Las autoridades de la Inquisición imperialista estigmatizan a los exponentes exitosos de la información genuina como individuos malditos que pueden legítimamente perseguir, torturar o matar. La notoria tortura de Julian Assange o la reciente intimidación de Max Blumenthal recuerdan la represión contra Gary Webb, quien expuso la participación del gobierno de Estados Unidos en el narcotráfico durante el escándalo Irán-Contra.

Los casos relativamente destacados de Assange y Blumenthal sirven para enfatizar el salvajismo rutinario y diario soportado por las innumerables víctimas anónimas del imperialismo y lo que esa barbarie significa en términos de política interna. En un ejemplo reciente en Europa, las autoridades españolas se negaron a procesar a los agentes de policía que dispararon balas de goma contra alguno migrantes africanos que intentaban nadar hacia territorio español, lo que provocó que 15 de ellos se ahogaran. El incidente confirma que los migrantes a Europa o a América del Norte son considerados como tantos individuos malditos cuyas vidas efectivamente no valen nada. En relación a ese crimen, Agustín Velloso señaló recientemente: "El fascismo se extinguió de nombre y la democracia lo transformó en neofascismo.... La diferencia entre el fascismo y el neofascismo es la resignación, la aceptación y la celebración por parte de la población, según la opinión política de cada uno de sus miembros".

Esta realidad se aplica claramente tanto a los países de la Unión Europea como a los Estados Unidos y Canadá. Tampoco es casualidad que los políticos latinoamericanos de derecha hayan facilitado la persecución sádica de Julian Assange y el hostigamiento matón de Max Blumenthal. Las élites imperialistas occidentales y sus aliados locales enfrentan una resistencia generalizada de las masas en América Latina, desafiando precisamente el tipo de políticas neofascistas, juntando el poder corporativo y político, que ahora se considera normal en América del Norte y Europa. El colaborador arrepentido de la Inquisición, el presidente de centro-derecha ecuatoriano Lenin Moreno, traicionó a Julián Assange a las autoridades británicas que actualmente torturan a Assange hasta la muerte. La oposición neofascista de Venezuela facilitó el ataque de la Inquisición a la libertad de expresión contra Max Blumenthal.

Blumenthal y sus colegas de The Grayzone han expuesto la verdad que la oposición política venezolana son peones mercenarios dedicados al latrocinio al servicio del gobierno de Estados Unidos. Al igual que Blumenthal, los activistas solidarios Ben Rubinstein, Margaret Flowers, David Paul, Adrienne Pine y Kevin Zeese son blanco de “lawfare” de parte de su gobierno que abusa de la ley con fines políticos, porque ellas y ellos defendieron la integridad de la embajada de Venezuela en Washington. Zeese y Flowers producen el sitio web Popular Resistance y otros medios relacionados, informando de los crímenes del imperialismo estadounidense y sus aliados en el mundo. Pero aparte de su desafío al imperialismo, Assange, Blumenthal y los otros son también blancos de la nueva Inquisición imperialista porque exponen la falsedad de los medios de comunicación y de las ONG occidentales.

Las ONG occidentales o los medios de comunicación no se proponen en absoluto a informar de una manera veraz sobre temas de la actualidad internacional. Ese no es su papel. Más bien su papel es el de servir como funcionarios y secretarios de la Inquisición. Ponen y enuncian los cargos contra los acusados recalcitrantes. Justifican las exoneraciones, indultos y dispensas de los colaboradores y los testigos arrepentidos. Con cara seria, presentan las escandalosamente injustas pruebas falsas contra los acusados, que se transmogrifican casi instantáneamente en la sentencia anhelada por las autoridades de la Inquisición. Finalmente, informan de los castigos, generalmente ensalzando las justas y benéficas intenciones de la Inquisición con advertencias ocasionales sobre algún exceso ocasional de fanatismo genocida o la necesidad de modificar alguna injusticia menor dentro del horror general.

Escritores como Assange y Blumenthal han expuesto este siniestro teatro mediático por lo que es, a saber, un sistema neofascista que fusiona el poder político y corporativo para imponer desinformación antidemocrática y mentiras descaradas. Ellos y otros escritores, como Vanessa Beeley y Eva Bartlett sobre Siria, han demostrado la falsedad de los informes de, por ejemplo, la Organización de los Estados Americanos o el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos o la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, así como de las ONG afines que también reportan de una manera sesgada e interesada. Se ha demostrado cómo Estados Unidos y sus aliados inducen informes comprometidos y deshonestos de esas organizaciones para hacer valer las sentencias, sentencias y castigos adjudicados por su Inquisición imperialista.

Un claro ejemplo de esta realidad ha sido el trato asignado por la Inquisición a los levantamientos de octubre en las calles de Chile y Ecuador contra la austeridad neoliberal y la derrota electoral en Bolivia y Argentina de los aliados locales de las élites occidentales. Estos categóricos reveses para el imperialismo occidental ponen de relieve y, hasta cierto punto, explican la desesperación de los fallidos intentos de golpe de estado por las derechistas fichas estadounidenses en Nicaragua en 2018 y en Venezuela a principios de este año. Tanto en Nicaragua como en Venezuela, los chivatos de la derecha en nómina de EE.UU. intentaron tomar el poder buscando imponer las mismas políticas neoliberales que han provocado protestas generalizadas recientemente contra los gobiernos aliados de EE.UU. en toda América Latina.

Las instituciones y los medios de comunicación de la Inquisición minimizaron, atacaron o menospreciaron los genuinos levantamientos populares en Ecuador y Chile y sus equivalentes electorales en Bolivia y Argentina. Por contraste, apoyaron y alentaron abiertamente los fallidos intentos de golpe de estado por la derecha en Nicaragua y Venezuela. Los reportajes genuinos del equipo de The Grayzone y Max Blumenthal y por otros genuinos reporteros firmes, como Dick y Miriam Emanuelsson, han utilizado entrevistas de primera mano y reportajes en el lugar de los hechos para exponer este doble rasero. Su trabajo muestra que prácticamente toda los medios corporativos  y muchos medios alternativos no informan la verdad sino que comunican siniestra propaganda falsa.

Tanto en Nicaragua como en Venezuela, la principal acusación falsa propagada por la Inquisición, como también hicierron en 2011 en Libia y Siria, es la cínica mentira de que los gobiernos de estos países utilizaron la represión letal contra manifestantes pacíficos de la oposición. Para apoyar esta mentira, instituciones de la Inquisición como la OEA y la OACNUDH y sus auxiliares como Amnistía Internacional, aceptaron testimonios falsos de la oposición asesina y excluyeron el testimonio de sus víctimas. Fingieron cumplir con procesos de comprobación y verificación, pero sólo entre fuentes que confirmaron la versión que quisieron escuchar. Acto seguido, los estenógrafos de la Inquisición en los medios de comunicación occidentales reciclan el falso testimonio que constituye el expediente de juicio, que justifica el veredicto de condena y la sentencia de sanciones punitivas.

En el caso de la verdadera represión asesina de los gobiernos de derecha en Ecuador, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú, por ejemplo, el proceso se invierte. En estos casos, la Inquisición se vale de la Ley de Pinter, los crímenes de EE.UU. y sus aliados nunca ocurrieron aún en el momento cuando ocurrieron, o si ocurrieron, no importan. Sólo unos pocos auténticos periodistas independientes se han atrevido a exponer este proceso insidioso. Por ese motivo Max Blumenthal y sus colegas están siendo atacados. Por ese motivo las autoridades de la Inquisición en Gran Bretaña están ejecutando la pena de muerte a Julian Assange.