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lunes, 20 de abril de 2020
¿Por qué Occidente odia a la Nicaragua Sandinista?
Stephen Sefton, Tortilla con Sal.
El éxito de Nicaragua en la contención del virus COVID-19 hace que el fracaso de los EE.UU. y sus países aliados parezca patético. El bajo número de nueve casos confirmados hasta la fecha y sólo dos muertes, reivindican categóricamente las políticas del gobierno sandinista liderado por el presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo. Lo mismo ocurre con otros gobiernos revolucionarios y socialistas de todo el mundo. Cuba ha dado un brillante ejemplo de liderazgo y solidaridad mundial. En otros partes del mundo, Venezuela, Vietnam y el estado indio de Kerala igualmente han aplicado políticas diversas pero exitosas para contener la pandemia.
Pero en América del Norte y Europa, el éxito en la lucha contra la COVID-19 de estos empobrecidos países socialistas , incluso cuando están siendo atacados por los Estados Unidos y la Unión Europea, como Cuba, Nicaragua y Venezuela, ha sido suprimido. En el caso de Nicaragua, los medios de comunicación y las ONG occidentales han distorsionado ampliamente y han mentido repetidamente sobre los extraordinarios logros del gobierno sandinista del país en comparación con otros países de la región, por no hablar del gran contraste con la catastrófica situación de América del Norte y Europa occidental. Muchas razones contribuyen a esa realidad, tanto contemporáneas como históricas.
Sin embargo, una razón es fundamental. Los liberales y progresistas occidentales que generalmente controlan la información y las comunicaciones en América del Norte y Europa no pueden reconocer el éxito del gobierno sandinista de Nicaragua sin admitir su propio monstruoso cinismo e hipocresía. En general, desde la disolución de la Unión Soviética, ellas y ellos han coludido efectivamente con el capitalismo corporativo y su equipo de ventas de políticas neoliberales liderado por individuos como Barack Obama o Tony Blair. En el mejor de los casos, han suplicado pequeños retoques y ajustes a los peores excesos capitalistas en sus propios países para mitigar en cierta medida la injusticia y el sufrimiento en casa.
Pero en el extranjero han conspirado a promover o justificar golpes de estado, guerras de agresión y sádicas sanciones genocidas contra pueblos con gobiernos independientes. Han sido cómplices de sus aliados, efectivamente coludiendo en la agresión de éstos contra sus víctimas, como los palestinos o las poblaciones vulnerables del Congo. Los liberales y progresistas occidentales difícilmente podrían estar más cómodos con la unión fascista del poder corporativo y estatal que actualmente controla los Estados Unidos y la Unión Europea. Por lo tanto, ha sido perfectamente natural que estos liberales y progresistas occidentales apoyen efectivamente, por ejemplo, a los extremistas inspirados por los nazis en Ucrania, a los fanáticos terroristas pseudo-religiosos en Libia y Siria y a la extrema derecha y sus fuerzas aliadas en Venezuela y Nicaragua.
Uno de los efectos de ese apoyo a tales fuerzas siniestras es que no hay vuelta atrás. El éxito de Nicaragua en la lucha contra la pandemia del COIVD-19 es irrefutable. Pero los liberales y progresistas occidentales no pueden admitirlo porque hacerlo contradiría las mentiras y fabricaciones de la derecha local y las fuerzas aliadas que apoyan. Admitir finalmente que sus aliados de la derecha son fraudes mentirosos significaría una revisión radical de su falsa versión del violento, fallido intento de golpe de estado de 2018. Nicaragua es sólo un ejemplo de cómo los liberales y progresistas occidentales se encuentran asfixiados en un miasma de prejuicios irreflexivos, cobardía moral e hipocresía cínica, haciendo imposible una valoración honesta de sus propias contradicciones morales y políticas.
En gran medida, es por ese motivo que el próximo Presidente de los Estados Unidos será otro demente instrumento belicoso de la plutocracia estadounidense y por qué la Unión Europea sobrevivirá cada vez más claramente como un instrumento desesperadamente disfuncional de los oligarcas estadounidenses y europeos. Es muy poco probable que la crisis actual conduzca a un mundo multipolar más seguro y humano. Es totalmente acertado el llamamiento de Daniel Ortega a cambiar el enorme gasto militar de los países ricos a favor de una mejor atención sanitaria y un enfoque en la solidaridad humana en lugar de la codicia capitalista. El paciente, práctico, prudente pero también brillante ejemplo del gobierno nicaragüense en esta crisis es irrefutable. Por ese motivo las élites gobernantes occidentales y sus corruptos políticos, sus falsos medios de comunicación y sus mercenarios ONGs han respondido con todavía más mentiras, falsedades, evasiones y amenazas. Odian a la Nicaragua sandinista porque son incapaces de enfrentar tanta Luz y Verdad.