Por Miguel De Castilla Urbina
Agosto 2020
Si la educación escolar se presenta como una de las fortalezas básicas del ser humano, para afrontar con éxito las dificultades de la vida y su entorno social, tanto que la misma ha sido elevada a rango de derecho humano fundamental; la ausencia o bajo nivel de ésta, por el contrario, se considera no sólo como una debilidad, sino como un formidable obstáculo para la realización plena de humanos y humanas en los múltiples escenarios de la vida social.
En los países de la periferia capitalista, saqueados, empobrecidos y subdesarrollados, la ausencia total de educación escolar, para millones de hombres y mujeres de todo el mundo, tiene un nombre: ANALFABETISMO. El analfabetismo como enfermedad social, es uno de los indicadores consustanciales de la pobreza en que sobreviven hoy muchos países, familias y personas, junto a otros como: desnutrición, bajos niveles de consumo de calorías, proteínas, grasas y carbohidratos sanos, desempleo, falta de vivienda adecuada, etc.
En términos de la racionalidad capitalista y de acuerdo al rol que en éste régimen social se le asigna a la educación, la tasa de analfabetismo de un país determinado, es un indicador explicativo del Índice de Desarrollo Humano, el Ingreso Per Cápita de las personas y/o el Producto Interno Bruto de ese país. A más altos niveles de población alfabetizada, probablemente hayan más altos niveles de IDH y del PIB de un país; caso contrario, a menores niveles de alfabetización, menores niveles del IDH y del PIB por país.
Durante la época de la Dictadura Militar Somocista, el analfabetismo de más del 50 por ciento de la población en edad de votar y producir, no era un problema. Era consustancial a la manera de ser de aquel régimen social. El tamaño y características de la economía basada en uno o dos rubros de agro exportación; el desarrollo incipiente de las clases medias y una institucionalidad jurídica mediada por unas relaciones de poder autoritarias, no necesitaban de un índice de alfabetización mayor que el 47 por ciento de la población mayor de 15 años y un nivel de escolaridad de cuatro grados.
Para la Revolución Sandinista, por el contrario, esa inmensa cantidad de personas, sin la posesión en sus manos de los instrumentos y capacidades que ofrece la cultura letrada, era un problema monumental. La dictadura había sido derrocada en las montañas segovianas y en las calles de nuestras ciudades, por manos de hombres y mujeres empobrecidos (as) y por empobrecidos (as) analfabetas. De hombres y mujeres que por ser pobres eran analfabetas. Y por y para los pobres es que se había derrocado a la dictadura y se hacía la Revolución. A esos pobres nadie les iba a venir a hacer la Revolución de manera gratuita para posibilitarles su salida de la pobreza, la tenían que hacer ellos, de ahí que había que prepararse para prepararlos para asumir como propia esta histórica tarea y el primer mecanismo para lograrlo era aprender a leer y escribir.
El próximo domingo 23 de agosto, la Juventud nicaragüense conmemorará el Cuarenta Aniversario de la Cruzada Nacional de Alfabetización. La Cruzada no se realizó como el componente de una política ministerial de desarrollo educativo normal, común y corriente en cualquier país, cuya meta fuese solamente alfabetizar, sino que la misma fue parte fundamental de una Revolución social en marcha en contra de una Dictadura, que no sólo era de carácter militar sino que también cultural, y en la cual el analfabetismo y los bajos niveles de escolaridad eran matrices privilegiadas de su reproducción. Por ello es que, el paso inmediato después del triunfo de la Insurrección armada, fue la convocatoria, organización y realización de la Insurrección Cultural, a la cual se llamó: Cruzada Nacional de Alfabetización, Héroes y Mártires de la Liberación de Nicaragua y que finalizara un 23 de agosto de 1980.
Siendo un movimiento cultural de carácter nacional, la Cruzada significó un parteaguas para muchos sectores de la vida nicaragüense. La Cruzada contribuyó a generar un nuevo tipo de familia, al reunir masivamente a familias de origen urbano, de las cuales provenían los 65 000 alfabetizadores de los centros educativos públicos y privados que se movilizaron a alfabetizar, con familias campesinas, en donde en muchos casos, la mayoría de sus miembros eran analfabetas. Así, en la relación dialéctica entre las familias urbanas de los alfabetizadores con las familias rurales de los alfabetizandos, los dos tipos de familias se consustanciaron y transformaron. Muchas familias de uno y otro sector, después del 23 de agosto de 1980, quedaron unidas para siempre.
Respecto a los alfabetizadores, muchachos y muchachas que durante seis meses comieron lo que comían las familias campesinas, durmieron como ellos dormían, acompañaban a los campesinos en sus tareas de labranza diarias y por las tardes o las noches alfabetizaban a quienes no sabían leer y escribir. Un multitudinario proceso en el que se hacía vida la vieja tesis de Paulo Freire acerca de que toda relación social es una relación pedagógica, motivo por el cual, en el hecho educativo concreto el aprendizaje es mutuo, debido a que aprende tanto el estudiante que aprende, como el maestro que enseña.
Lo mismo que sucedió con las familias campesinas, pasó con las muchachas y muchachos que fueron a alfabetizar. Al retornar a las ciudades de las montañas del país, retornaron transformados y transformadas, tanto en lo referido a sus actitudes en el seno de sus familias como frente a los problemas de la vida cotidiana. Retornaron más maduros, más responsables, más independientes y autónomos, la relación con los campesinos en la acción alfabetizadora los había transformado. Pero el cambio no sólo fue de tipo actitudinal sino que también ideológico. Antes de 1980 la juventud nicaragüense no tenía una finalidad, ni ideología definida, ni bandera por la cual luchar. El contacto directo con la pobreza y sus principales actores los campesinos analfabetos, les dio un norte y ese norte tenía un nombre, el sandinismo y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, como sinónimos de justicia social.
En esa matriz educativa, absolutamente natural en la relación bipolar educador-educando, (alfabetizador-alfabetizando), multiplicado en cienes de miles de veces en todo el país, nacieron en la práctica organizativa y movilizativa y el cumplimiento de tareas revolucionarias, dos poderosas organizaciones que durante cuarenta años han acompañado al FSLN y a la Revolución, estas son: la Confederación General de Trabajadores de la Educación CGTEN-ANDEN, la Organización gremial de más de 60.000 educadores de todo el país, y la Juventud Sandinista 19 de julio; la misma organización que hoy, 40 años después, a la vez que continúa alfabetizando, está organizada en Movimientos deportivos, culturales, ecológicos y solidarios, y distribuye paquetes alimenticios a los ancianos discapacitados; láminas de zinc, cerdos y gallinas ponedoras del Programa Hambre Cero y bolsas solidarias a las familias empobrecidas en toda la geografía nacional.
Las tasas de alfabetización, igual a todas las de carácter social, no son estáticas, por el contrario son intrínsecamente dialécticas, conforme se mueven, positiva o negativamente, los factores que las determinan. Para el caso del analfabetismo, las Campañas y Programas institucionales de alfabetización son importantes para reducir la amplitud de las tasas; no obstante sólo ellas no bastan para eliminar esta enfermedad social, lo decisivo y fundamental para todos los países, es la combinación y articulación de estos Programas de la educación no formal, con la ampliación de la matrícula y la retención de la población matriculada en los tres ciclos del Nivel Preescolar y los cuatro primeros grados del Nivel Primario de la educación formal. Con las Campañas de Alfabetización se elimina el analfabetismo de la población adulta del presente, y con la elevación de la matrícula en los primeros grados de la Educación Inicial y la Educación Primaria se, destruye la larva del analfabetismo del futuro.
En Nicaragua, país con una historia de mucha tradición y muchos frutos en el terreno de la alfabetización, en los días que corren, con el énfasis puesto por el Ministerio de Educación en la Educación Preescolar y los primeros grados de primaria y la permanente actividad en el terreno de la Alfabetización y la Educación de Adultos, se dan pasos seguros para alcanzar en el cercano futuro la meta deseada de la eliminación definitiva del analfabetismo.
La Cruzada redujo el analfabetismo del 52 al 12 por ciento en 1980, pero esa relación cuantitativa, siendo relevante, no fue ni es lo más importante, lo de mayor transcendencia fue y es la transformación cultural radical de las familias y los jóvenes que ayer fueron a alfabetizar y tenían entre 18 y 25 años, y hoy tienen alrededor de sesenta años, y son padres y madres o abuelos y abuelas; los 19 de julio en su inmensa mayoría van con sus niños a llenar plazas; trabajan y enseñan a sus hijos valores patrióticos y morales, a ser leales, a ser honorados y ser solidarios con sus prójimos, y el 7 de noviembre del próximo año van a votar por el único partido político de la historia de Nicaragua, que les garantice continuar y terminar con la obra que ellos iniciaron, cuando apenas eran unos muchachos, hace Cuarenta años.
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