miércoles, 9 de marzo de 2022

Capelán: ¿Qué está en juego en Ucrania? (I)

Fuente: TeleSUR.

 

Por Jorge Capelán.

Ya vamos por la segunda semana de la operación militar rusa en Ucrania y recién ahora nos da por escribir algo sobre el tema ¿La razón? No nos gusta repetir lo que hace años venimos diciendo...

Lo que hemos escuchado en estos días es en buena medida mucho más de lo mismo que Occidente ha puesto en escena desde hace más de tres décadas (y contra lo que una y otra vez hemos venido argumentando), cuando en agosto de 1990 una "coalición" de la "comunidad internacional" subordinada a los Estados Unidos destruyó por primera vez Irak con el pretexto de derrocar al "loco de Saddam" Hussein.

Seis años más tarde, en 1996, la corresponsal del programa de la TV estadounidense "60 Minutes", Lesley Stahl, le preguntaba a la excanciller gringa y en ese entonces embajadora de EE. UU. en la ONU si "había valido la pena" causar la muerte a 500 mil niños iraquíes a punta de "sanciones" (un eufemismo para denotar terrorismo político, económico y militar) con el fin de derrocar a Saddam Hussein.

La respuesta de Albright, igual que la de todos sus colegas antes y después de ella a propósito de las atrocidades yanquis fue que se trató "de una elección muy difícil, pero el precio, creemos que el precio, sí la valió".

Desde 1990 la historia se ha repetido muchas veces, como con "Milósevic" en Yugoslavia (1999), nuevamente con "Saddam" en Irak (2003), con "Gaddaffi" en Libia (2011), con "Al Assad" en Siria (2014 y siguientes), con "Maduro" en Venezuela (2015 y siguientes), con "Ortega" en Nicaragua (2018 y siguientes), etcétera, etcétera...

Con mayor o menor "éxito" (destrucción del país-objetivo), una y otra vez se ha creado una caricatura del "tirano", que esta vez es "Putin"... Como siempre, la "oposición a la guerra" ha sido totalmente ineficaz. Los que dicen oponerse a la guerra "venga de donde venga", no hacen otra cosa que justificar la política de la OTAN. 

El movimiento "por la paz" en los países de la guerra no ha logrado parar ninguna agresión imperial, la resistencia eficaz siempre ha venido desde los propios agredidos y demonizados.

El caso de la operación rusa en Ucrania (que a contrapelo de la estupidez dominante nos negamos a llamar "invasión", ya que la verdadera invasión es la del espacio post-soviético por la OTAN y comenzó junto con el colapso de la URSS) presenta continuidades e importantes diferencias con respecto a las campañas imperiales de las últimas décadas.

En cuanto a las continuidades, la más importante es que se trata de una campaña de largo aliento de parte de la OTAN para destruir a Rusia tras el colapso de la Unión Soviética en 1990.

La política de emplazar armas estratégicas en torno a Rusia a distancias en las que es imposible responder adecuadamente ha sido una constante en el accionar de la OTAN en los últimos 30 años. Cada vez esta política se ha vuelto más descarada hasta desembocar en la operación de cambio de régimen del 2014 con el apoyo occidental de grupos de reconocida ideología neonazi y la política de desencadenar una limpieza étnica de la considerable población rusa en el país.

Todo esto ha sido acompañado de una demonización exacerbada de la dirigencia rusa, personificada en "Putin", el popular presidente de ese estado, que ha sido construido como un "Hitler" más, igual que todos los líderes de los países sometidos por Occidente a operaciones de acoso y derribo en las últimas décadas.

Las potencias de la OTAN ya desde los años 80 del siglo pasado se habían comprometido verbalmente a no expandir a esa organización hacia el este - una promesa que una y otra vez han violado los últimos 32 años. A pesar de los desmentidos occidentales, las pruebas documentales de que los cabecillas de la OTAN le prometieron a Gorbatchev no expandirse amenazando a la seguridad de Rusia son legión.

Parte de esta campaña de Occidente en contra de Rusia fue la "revolución de colores" de 2014 en Ucrania liderada por grupos neonazis descaradamente apoyados por los países de la OTAN. Esto destruyó la posibilidad de crear un país neutral entre Occidente y Rusia, garantizando la seguridad de esta última.

Esta campaña, hay que decirlo, es inherente a la esencia occidental. No es hoy en día que las élites occidentales han abrazado el vano sueño de acabar con el "oso ruso". La razón es simple: Siendo Eurasia la masa de tierra de mayor extensión del planeta, quien la controle controlará a su vez el mundo (China incluida). Por un lado, un capitalismo incapaz de producir dada su menguante cuota de beneficio, busca desesperadamente destruir la economía mundial para apoderarse de sus escombros; por otro lado, la ingente extensión de Rusia, sus enormes recursos naturales y su baja densidad de población la convierten en una periferia ideal para el decrépito capitalismo euroatlántico.

En esta coyuntura de la operación militar rusa en Ucrania hay, sin embargo, un elemento que constituye una muy importante ruptura con los acontecimientos de los últimos 30 años: Rusia no es una mera "víctima" de Occidente, en el caso concreto de la coyuntura ucraniana ha tomado la iniciativa, y eso es lo que ha desatado la indignación de tantos "pacifistas" en el mundo que, consciente o inconscientemente, le hacen el juego a la OTAN.

Occidente siempre ha fallado en sus intentos por destruir a Rusia: Por ejemplo, en la batalla de Poltava (1709), las tropas del rey sueco Carlos XII fueron vencidas y el monarca escandinavo fue obligado a huir al exilio (para más inri... ¡Bajo la protección de los turcos!); en 1812, las ambiciones de Napoleón por dominar toda Europa sufrieron un grave revés al ser derrotadas las fuerzas de Francia junto a una "coalición de los dispuestos" por las fuerzas rusas a las puertas de Moscú, y en el año 1943 los sueños de Hitler de hacer lo mismo fueron hechos trizas por las tropas soviéticas a las puertas de Stalingrado. Esto no se debe al "general invierno" y tantas otras tonterías como las que se repiten en History Channel y demás órganos de adoctrinamiento occidentales.

A mi modo de ver, se debe a tres motivos fundamentales:

El primero es que una guerra contra Rusia en última instancia es invendible para los occidentales destinados a morir en ella. Ni siquiera la Alemania Nazi tenía lo que hacía falta para apostarlo todo en un guerra contra la Rusia soviética. Podrán pasivizar a sus audiencias, pero las guerras de Occidente contra Rusia siempre han sido guerras antipueblo, que exponen a sus poblaciones a todo tipo de sufrimientos y penalidades por proyectos puramente elitistas y mezquinos, por eso fracasan a la larga. Por el contrario, como el papel de Rusia en este conflicto siempre ha sido netamente defensivo, las élites políticas de ese gran país, no importa su grado de popularidad doméstica, siempre han sido capaces de movilizar un apoyo de sectores importantes de la población en defensa de la patria.

El segundo motivo a mi entender es que Rusia tiene enormes recursos: Naturales (una enorme retaguardia interior); geopolíticos (por ejemplo, sus riquezas minerales, agrícolas, etcétera, así como sus nexos con el "oriente") e intelectuales, morales y espirituales (una avanzada tecnología, una espiritualidad muy variopinta, pero muy "rusa" y una herencia de defensa de "lo ruso" muy profundamente arraigada en sus poblaciones dentro y fuera de Rusia).

El tercer motivo creo que tiene que ver con la debilidad estructural de Occidente, que se cree capaz de dominar totalmente el mundo según su voluntad. Occidente no es, ni jamás ha sido, capaz de hacerlo porque no entiende a cabalidad el concepto de hegemonía que tanto hizo por construir. A lo que estamos asistiendo es al fin de una gran ilusión. Es el fin de una hegemonía occidental de 500 años que puso al homo occidentalis en la cúspide del desarrollo y al resto en una jerarquía de círculos concéntricos cada vez más alejados de la condición humana y por eso más justificables como objetos de la explotación, el despojo y la intervención. Un orden así es completamente insostenible y por eso mismo debe caer. Con China y Rusia Occidente ha encontrado a dos potencias emergentes demasiado grandes para demonizar, destruir y poner de rodillas sin poner en peligro la existencia de todo el planeta.

Occidente solo puede relacionarse con el resto del mundo de manera narcisista, por eso no es capaz de convertirse en "uno más entre iguales". Si hubiera sido capaz de hacerlo, desde hace rato que le habría presentado al mundo un Plan B, o C o D para su decadencia, pero no lo ha hecho. Su único plan es la guerra contra Rusia (bajo la administración Biden) y la guerra contra China (bajo una más que probable administración Trump).

En resumidas cuentas, Rusia no podía dejar de golpear militarmente a Ucrania so pena de dar lugar a una guerra más vasta, sangrienta y probablemente termonuclear. Sus demandas son perfectamente comprensibles: El establecimiento de un modelo de verdadera neutralidad geopolítica en Ucrania y la desaparición de las estructuras neonazis en ese país que desde hace mucho tiempo se han dedicado a promover la limpieza étnica de los millones de rosos que allí viven. El que en los generales de la OTAN vea a una bandada de mansas palomas sorprendidas por la maldad del "oso ruso", o está muy desinformado o tiene demasiada mala fe.