viernes, 28 de junio de 2019

Honduras - Una reflexión a diez años del golpe militar

Por Stephen Sefton, Tortilla con Sal.


Mujeres civiles hostigadas por los militares en las calles de Tegucigalpa
(Foto: TcS)

Entre los muchos recuerdos conmovedores de Tegucigalpa en la mañana del golpe militar de 2009 contra el Presidente Mel Zelaya, el más agudo es la mirada desolada en la cara de un ex ministro en el gobierno de Salvador Allende mientras los helicópteros militares volaban en el cielo arriba de nosotros. Habíamos sido invitados como observadores del referéndum "Cuarta urna" programado para el domingo 28 de junio de 2009 sobre si el pueblo hondureño iba a querer permitir una consulta pública sobre futuros cambios a la constitución hondureña para permitir la reelección. En ese entonces, la mayoría de los medios de comunicación corporativos internacionales mintieron sin descanso, reportando como cierta la falsa afirmación de la oposición de que el referéndum del 28 de junio iba a permitir que Mel Zelaya presentarse a la reelección ese año.

Los medios corporativos regionales e internacionales, acompañados por la mayoría de los medios alternativos, continúan mintiendo sobre los acontecimientos en Honduras, ahora, como entonces, principalmente por omisión sistemática. Como dijo una vez el dramaturgo Harold Pinter, ganador del Premio Nobel, sobre los crímenes de Estados Unidos contra Nicaragua y otros países : es como si los crímenes nunca ocurrieran, incluso cuando están ocurriendo. Diez años después del golpe militar en Honduras, los resultados que todos los observadores realistas predijeron se han producido. La represión sistemática y asesina del Estado y sus compinches criminales de la empresa privada local y las corporaciones transnacionales, así como el colapso y el saqueo del sector público a manos de un gobierno corrupto. Desde los tiempos de Anastasio Somoza y la diplomacia del "Buen Vecino" de Franklin Roosevelt, éste ha sido el modelo del sistema estadounidense de crimen organizado neocolonial, para mejor controlar y extorsionar a las administraciones títeres locales en la región.

Entre los innumerables y atroces abusos sistemáticos en Honduras desde el golpe militar, se encuentra la colusión del Estado hondureño en ataques corporativos, en contubernio con redes criminales locales, contra líderes comunitarios, especialmente heroicas mujeres líderes como Margarita Murillo y Berta Cáceres, entre muchos otros. En este sentido, Honduras sigue de cerca la práctica de las autoridades colombianas. Ambos países han entrenado a sus fuerzas de seguridad utilizando la experiencia y las tácticas de sus asesores israelíes derivados de la represión genocida en Palestina. Acompañando el ataque al sector público del país, los gobiernos títeres post-golpistas en Honduras promovieron vigorosamente políticas de "libre mercado" discriminando sistemáticamente a favor de las grandes empresas y los intereses financieros extranjeras mientras privaban de apoyo y recursos a la mayoría de los sectores de la pequeña y mediana empresa y las y los pequeños productores del sector agropecuario.

Este proceso sistemático de represión política y económica contra la población mayoritaria del país representa la política de Estados Unidos para toda América Latina y el Caribe. Los resultados ampliamente pronosticados son claros en todos los lugares donde se han aplicado estas políticas, no solamente en Honduras, sino también en países tan diversos como Haití, Colombia y Argentina. Pero la maquinaria de guerra psicológica de Estados Unidos, compuesta por medios corporativos y alternativos occidentales aliados a las organizaciones no gubernamentales, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, dominadas por intereses corporativos, se centra en Cuba, Nicaragua y Venezuela. A su vez, este complejo de guerra psicológica a escala industrial global controlado por EE.UU. controla la dinámica del sistema internacional de derechos humanos a nivel regional a través de la Organización de Estados Americanos controlada por EE.UU. y también en las Naciones Unidas, cuya actual Alta Comisionada para los Derechos Humanos es la evasiva y maleable ex-Presidenta de Chile, Michelle Bachelet.

El control y manejo de este sistema por parte de Estados Unidos asegura que la represión asesina en Honduras y Colombia pase prácticamente desapercibida a nivel internacional, de manera que, incluso aún si se denuncian algunos aspectos de la misma, ninguna acción efectiva resulta en el sistema internacional de derechos humanos, ni a nivel interamericano ni en la ONU. Por el contrario, la violencia provocada por la oposición y las muertes resultantes en Nicaragua y Venezuela reciben una tergiversación generalizada que facilita la condena injusta de los gobiernos de esos países para justificar las genocidas sádicas sanciones de las autoridades estadounidenses y sus aliados. La realidad evidente es que las élites occidentales están atacando a cualquier gobierno cuyo programa de desarrollo nacional desafía el control del Occidente sobre América Latina y el Caribe.

En 500 años, nada ha cambiado. A nivel de base, las poblaciones de la región defienden sus derechos fundamentales. Las élites norteamericanas y europeas los derriban. Hace siglos, las armas eran los mosquetes y sables. Ahora las armas preferidas son las sanciones económicas igualmente genocidas y sádicas. Ahora, como entonces, la maquinaria de propaganda de Occidente explica que los gobiernos occidentales tienen buenas intenciones y que los nativos locales, incapaces de manejar sus propios asuntos, necesitan civilizarse. La narrativa occidental explica que los nativos malos como Nicolás Maduro y Daniel Ortega tienen que ser castigados para que Occidente pueda ayudar a los nativos buenos a poner las cosas en orden. Diez años después del golpe militar, Honduras ofrece un ejemplo perfecto de cómo, dondequiera que Estados Unidos y sus aliados implementen esa narrativa demente y psicópata, está destinado al más rotundo fracaso.

Fuente con fotos: http://www.tortillaconsal.com/tortilla/node/6775