Por Jorge Capelán
managuaconamor.blogspot.com
Vamos hacia un año bien movido, con una administración Trump muy
preocupada por su futuro de cara a las próximas elecciones del
martes 3 noviembre de 2020, ante una opinión pública cada vez más
desfavorable y ante el avance de un proceso de impeachment que parece
indetenible y que, aunque no logre desalojar a Donald Trump de la
Casa Blanca (para eso tendría que darle la espalda la mayoría de
los senadores republicanos) sí lo podría dañar gravemente en
términos electorales. Mientras tanto, en América Latina, se sigue
despedazando la ola de derecha aunque no haya razones para el
optimismo fácil. Vayamos por partes.
Ecuador: El problema de fondo sigue sin resolver
¿Hubo una victoria popular en Ecuador? No lo parece. El Gobierno
de Lenín Moreno tuvo que ceder ante la presión popular derogando el
nefasto decreto 833, también conocido como
“paquetazo”,
pero con eso no ha hecho más que aplazar la inevitable crisis
política. Moreno no va a cambiar su política económica hecha a la
medida del FMI y del gran capital, más bien busca implementarla por
medios que sean menos inaceptables para el pueblo sublevado. Si la
dirigencia indígena una vez más se convierte en cómplice de la
derecha, perderá su capacidad de liderazgo ante sus propias bases y
ante muchos de los sectores que participaron en las protestas.
Será muy difícil, por no decir imposible, que se logre conciliar
la visión expresada en los discursos de los dirigentes indígenas
con la de los ministros morenistas en la comisión creada tras las
negociaciones del domingo con el objeto de redactar un decreto
alternativo al derogado, un
"paquetazo" que buscaba
elevar draconianamente el precio de la gasolina y afectar los
salarios en el sector público, entre otras cosas.
En estos momentos, mientras sesiona la comisión encargada de
redactar un decreto alternativo al defenestrado
“paquetazo”
se denuncia que ya comenzó el proceso de privatización del Banco
del Pacífico para venderlo al mejor postor. Ese banco tiene más de
3.900 millones de dólares entregados en créditos a los
sectores populares y maneja unos 4.600 millones en fondos de los
ahorristas. Las licitaciones para vender el banco fueron abiertas a
inicios de la semana pasada, aprovechando la conmoción de las
protestas populares contra el
"paquetazo".
En realidad, toda la política de Lenín Moreno tiende a desmontar
cada uno de los logros de la Revolución Ciudadana. En el actual
presupuesto de Lenín Moreno se cuenta con privatizaciones de
empresas estatales y una
"flexibilización" de los
derechos laborales alcanzados por las y los trabajadores durante los
Gobiernos de Correa. Los impuestos no pagados al Estado por la
oligarquía y las exenciones de impuestos a industrias como la del
camarón cubrirían con creces los 4.500 millones de dólares
del oneroso préstamo que el Gobierno negoció con el FMI, según los
economistas.
A todo esto hay que agregar que el Gobierno se niega a aceptar la
realidad de que Rafael Correa es una fuerza sin la que es imposible
resolver la actual crisis en el Ecuador. Más bien, Moreno ha
desatado una ofensiva criminalizadora, no solo contra el propio
Correa, sino también contra los dirigentes del movimiento de la
Revolución Ciudadana, obligando a muchos de ellos a solicitar asilo
en el extranjero y apresando a otros, a pesar de que fueron electos
democráticamente para diversos cargos de elección popular.
Asimismo, y a pesar de las negociaciones con la dirigencia
indígena, se mantienen los juicios por terrorismo contra varias
decenas de los participantes en las protestas. A pesar de que a
instancias del movimiento indígena Moreno accedió a remover a los
jefes del Ejército y del Comando Conjunto de las FFAA, por su
responsabilidad en la represión estatal, el ministro de Defensa,
Oswaldo Jarrín, y la ministra de Gobierno (Interior), María Paula
Romo, aún permanecen en sus puestos.
Si a alguien le quedaba algunas dudas sobre el verdadero carácter
del régimen de Lenin Moreno, a estas alturas deberían estar
totalmente despejadas. Una cosa es cierta: la calma tras los
recientes acuerdos entre la dirigencia indígena y el Gobierno durará
poco. La dirigencia de la Conaie se engaña a sí misma si cree que
puede erigirse en articuladora de un proyecto nacional en un país en
el que, a diferencia de países como Bolivia y Guatemala, las
poblaciones originarias no son mayoría social. Si en Bolivia el MAS
ha debido articular un proyecto para toda la nación y no solo para
los indígenas, en Ecuador esto es aún más necesario.
Los dirigentes de la Conaie se ufanan de haber logrado un Estado
plurinacional sin jamás haber tenido la presidencia, pero se engañan
a sí mismos. Menudo Estado plurinacional: Ecuador hoy es un país
sin soberanía nacional, con bases militares extranjeras en su
territorio y en los hechos intervenido económicamente por el FMI,
cosa que no era en los tiempos de la Revolución Ciudadana que
dirigió Correa. Pero esa Revolución Ciudadana fue la que juró
destruir la Conaie, llegando a participar en el cruento golpe de
Estado contra Correa en 2010 y luego aliándose con el banquero
guayaquileño Guillermo Lasso en 2017. Hablan por la izquierda pero
en cada coyuntura importante actúan por la derecha, fieles al estilo
trotskista de destruir procesos de verdadero poder popular donde
quiera que logran influencia.
En el fondo, el Gobierno es débil ante los ojos del pueblo y
entre más trate de llevar adelante la agenda que le imponen el FMI y
el gran capital, más disconformidad atraerá. Por otro lado, si cede
"inaceptablemente" ante las demandas populares, será
derrocado por los verdaderos titiriteros del poder en el Ecuador de
hoy: la Embajada estadounidense y la oligarquía. Por su parte, los
sectores de la dirigencia indígena que pretendieran ignorar el
mandato de la ciudadanía y buscar una adaptación a la agenda
neoliberal serían seriamente castigados y serían señalados como
parte del problema y no de la solución. La única salida para
estabilizar el Ecuador es la de recomponer el poder político para
que lleve adelante una agenda que responda a los intereses de la
mayoría de la población, y guste o no a algunos, el dirigente que
puede hacer realidad ese programa es Correa o quien quiera que sea su
heredera o heredero político. En suma: la lucha en Ecuador va para
largo.
En Perú ¿Avanzará la izquierda?
En Perú, la confederación empresarial Confiep (colega del Cosep
en Nicaragua) se ha puesto al descubierto con su apoyo al repudiado
golpe parlamentario que le quisieron dar al presidente Vizcarra y con
ello ha abierto las puertas hacia el despertar político de toda la
sociedad sobre los verdaderos intereses en torno a la crisis política
crónica que desde hace 30 años arrastra la nación andina.
Hoy como ayer los
"respetables empresarios" de la
burguesía experta en fugar capitales apoyan un golpe. En 1992
apoyaron el golpe que le dio plenos poderes al cleptómano y criminal
Alberto Fujimori con el pretexto de combatir el terrorismo de Sendero
Luminoso y hoy, en 2019, apoyan un golpe parlamentario que defiende a
ultranza los intereses más corruptos de la política peruana: los
del partido de Fujimori cuya líder Keiko, hija del tristemente
célebre Alberto, se encuentra en prisión por corrupción. En Perú
todos los presidentes y los partidos de Gobierno de los últimos 30
años son vistos como ejemplos de corrupción y autoritarismo por la
población. En el país andino se juntaron el hambre con las ganas de
comer del neoliberalismo: El desprecio hacia los políticos y la
política, claves para llevar adelante la agenda neoliberal en
cualquier país, en el Perú se juntaron con el latrocinio y la
corrupción más ostentosas y persistentes de las élites. Al cabo de
30 años, la mezcla es explosiva, y tal vez se logre que el pueblo
por fin dé con los verdaderos culpables y escoja una alternativa que
verdaderamente le devuelva la esperanza.
Como el Cosep de Nicaragua, Confiep es un gremio que solo
representa a un grupo cada vez más reducido de grandes empresas,
sobre todo de banqueros, mineros y del corrupto sector de la
construcción. Al inicio, representó a muchos más gremios y hasta a
la pequeña empresa pero, igual que en Nicaragua, hoy solo representa
a la cúpula más parasitaria del sector privado. El apoyo de la
Confiep al golpe contra Vizcarra (que es visto como honesto por
amplios sectores de la ciudadanía) pone en blanco sobre negro a
quién sirve la política en el vecino país y cada vez plantea más
nítidamente la relación entre la agenda neoliberal y la corrupción.
En las elecciones al Congreso llamadas para el 26 de enero de 2020
no se sabe muy bien quién será el ganador, pero todos conocen los
nombres de los perdedores: El partido de Fujimori,
"Fuerza
Popular", el APRA, Perú Posible, PNP y todos los partidos
que han representado el neoliberalismo corrupto desde hace ya
demasiado tiempo. ¿Podrán los partidos de izquierda unirse a tiempo
y ampliar sus avances de las pasadas elecciones de 2016, en las que
la izquierda pasó de menos del 2% al 18.74% de los votos en las
elecciones presidenciales y 13.94% en las parlamentarias? Para lograr
un cambio político en el Perú hará falta un salto aún mucho
mayor.
Lucha el progresismo en el Cono Sur y México
En Argentina, Macri y sus aliados (vengan estos del
neoliberalismo, del fascismo de los 70s o de las socialdemocracias y
peronismos arrepentidos) se hunden con cada día que pasa. Les ha ido
mal en todas las elecciones provinciales que ha habido este año, así
como en las PASO (elecciones internas) de agosto y nada hace creer
que logre revertir la tendencia de cara a la primera ronda del 27 de
octubre. En los debates electorales y en la propaganda, Macri no
convence. Donde dije
"digo" ahora dice
"Diego"
y nadie le cree. Tampoco le creen a sus ministros, que cuando no
desdeñan las críticas a su desastrosa gestión, se acusan entre sí
mismos peleando por espacios de poder. Solo un milagro salvaría a
Macri el 27 de octubre con una muy improbable segunda vuelta el 24 de
noviembre.
En Uruguay, ya el Frente Amplio tiene semanas de estar apareciendo
en las encuestas por encima del 40%, bastante fuerte ante los tres
partidos de derecha mayoritarios. Según un estudio de la empresa
Factum, 46% de los electores cree que ganará Daniel Martínez,
candidato del Frente Amplio, mientras que 43% cree que lo hará el
candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou. En el Frente Amplio
existe confianza en ganar las elecciones a pesar de que es muy
probable que en la casi segura segunda ronda la derecha se una, ya
que solo juntando los votos de todos superarían a la izquierda.
La derecha está compuesta por el Partido Nacional, el Partido
Colorado y Cabildo Abierto, del fascista Manini Ríos. Sin embargo,
esta unidad provocaría el rechazo de una parte de los votantes de la
derecha que no son afectos al bolsonarismo ni al fascismo. Hasta el
momento, lo más importante de la campaña electoral ha girado en
torno a las propuestas del Frente Amplio (a favor o en contra). La
falta de Ideas de la derecha es total y esto es algo que les puede
pasar factura. La primera vuelta de las elecciones, muy importantes
para Nuestra América, es el 27 de octubre con segunda vuelta el 24
de noviembre.
En Brasil, la desaprobación de Bolsonaro y su Gobierno se
dispararon en los últimos seis meses pasando de 28,2 a 53,7% entre
febrero y agosto de este año. Seriamente dañado por los incendios
en la Amazonia, Bolsonaro da pruebas de chocar a diario contra la
cultura, política y costumbres del pueblo brasileño y es de esperar
que este aislamiento se profundice a medida que pase el tiempo. Ya ni
siquiera cuenta con el apoyo irrestricto de los militares, el grupo
de interés que dice representar, decepcionados ante la caída del
35% en el presupuesto para la Defensa de 2020 respecto al de este
año. Ante todo esto, la izquierda sigue luchando, resistiendo y
acumulando fuerzas con Lula tras las rejas.
En México, la Cuarta Transformación impulsada por Andrés Manuel
López Obrador avanza sobre la base de hechos concretos. Por lo que
pueda valer el dato, una encuesta de Transparencia Internacional
indica que, entre 2017, todavía con Enrique Peña Nieto, y 2019, ya
con López Obrador, el porcentaje de mexicanos que consideran que el
Gobierno está haciendo un buen trabajo en la lucha contra la
corrupción subió de 24 % a 61 %. A pesar de la inmisericorde guerra
mediática y las grandes resistencias de la derecha y de grupos de
ultraizquierda, el apoyo popular a AMLO se mantiene sólido.
Evo ganará en Bolivia a pesar de las maniobras
En Bolivia la derecha, ante las dificultades para ganar las
elecciones del 20 de octubre (las encuestas le dan a Evo Morales una
victoria en primera ronda), busca generar un ambiente de convulsión
social que ponga en duda la legalidad y la legitimidad de los
comicios para alentar un escenario de desestabilización, similar a
otros que se han producido contra Gobiernos revolucionarios en
Nuestra América.
Esta derecha impulsa un plan secesionista parecido al que
impulsaron hace varios años en la propia Bolivia y también con
muchas similitudes al modus operandi de la derecha golpista de
Nicaragua el año pasado. Su manera de boicotear la respuesta del
Gobierno a la crisis de los incendios en la Amazonía recordó mucho
el actuar de los golpistas nicaragüenses durante el incendio en Río
San Juan, pocas semanas antes del inicio del fallido golpe en abril
de 2018.
"Tengo grabaciones, algunos supuestos comités cívicos de
Cochabamba o de La Paz, con algunos ex o militares en servicio
pasivo, con algunos miembros del Comité Cívico de Santa Cruz, se
han reunido', anticipó Evo Morales esta semana, asegurando que
enviará esas pruebas a los observadores internacionales de visita en
el país para las elecciones. Según el sondeo de la empresa Ipsos,
Evo Morales tiene una intención de voto del 40 por ciento con una
ventaja de 18 puntos sobre el expresidente Carlos Mesa, lo que le
garantizaría una victoria en primera ronda.
De ir a una segunda ronda no está claro qué pueda pasar. Los dos
principales candidatos de la derecha han tratado de desmarcarse del
neoliberalismo y prometen no realizar privatizaciones ni quitar las
conquistas sociales alcanzadas, aunque según las encuestas ni aun en
ese caso les alcanzarían los votos para derrotar a Evo.
Por otro lado, en Venezuela, el avance del diálogo con sectores
de la oposición y las revelaciones sobre sus contactos con conocidos
paramilitares colombianos han debilitado al golpista Juan Guaidó y a
sus titiriteros de Washington. Al mismo tiempo, en Cuba, la reciente
elección de los principales cargos del nuevo Gobierno, entre ellos
el presidente y vicepresidente de la República por parte de la
Asamblea Nacional, no hace más que ratificar la solidez del
liderazgo revolucionario en la isla para enfrentar una fase de
recrudecimiento de la política anticubana de los Estados Unidos
promovida por Trump.
Nicaragua sigue avanzando
En Nicaragua, el panorama de consolidación sobre el terreno sigue
como siempre, al mismo tiempo que siguen los intentos por impulsar la
agenda golpista desde el exterior. En términos económicos, se prevé
un crecimiento muy pequeño, pero crecimiento al fin, a fines del
próximo año en un contexto internacional signado por la recesión.
La economía se consolida a lo interno gracias a la unidad de
todos los sectores comprometidos con el desarrollo nacional,
especialmente entre los sectores populares. Esta semana se presentó
oficialmente la Asociación de Promoción al Desarrollo y
Sostenibilidad, Aprodesni, una organización que por el momento
aglutina a 360 empresarios libres de la tutela del Cosep golpista
agrupados en 7 cámaras. Estos empresarios, junto con Conimipyme, que
representa a las pequeñas y medianas empresas, son en realidad cerca
del 99% de todas las unidades empresariales del país.
También se va consolidando la estabilización a nivel
internacional, con la ampliación de las relaciones internacionales y
con el reconocimiento de organismos como el BCIE que ha concedido
préstamos por casi más de 584 millones de dólares al país,
así como por el banco hondureño Atlántida, que ha decidido venir a
establecerse en Nicaragua con un programa inicial de varios años,
desmintiendo así a la banca golpista y golpeando sus intereses
monopólicos.
La derecha golpista parece apostar todas sus cartas al frente
exterior, alienándose aún más de la Nicaragua real y se
multiplican los pleitos por el dinero euroestadounidense entre sus
cabecillas que afanosamente intentan dar signos de vida para
justificar su existencia a los ojos de sus financiadores.
Por otro lado, el esfuerzo de estabilización económica del
pueblo nicaragüense, que se da en un contexto mundial de recesión y
guerra comercial, se debe enfrentar a la falta de visión política y
total ceguera ideológica de una Unión Europea obsesionada por
pescar en los ríos revueltos de la derecha política. Esta semana,
la UE adoptó en principio un
“régimen de sanciones”
contra Nicaragua al tiempo que su futuro canciller, el español Josep
Borrell, viaja a Cuba haciendo ostentosas, intervencionistas y
antojadizas predicciones sobre el próximo fin de los Gobiernos de
Nicaragua y Venezuela.
Las sanciones europeas, que en un principio estarían dirigidas a
ministros y altos funcionarios del Gobierno sandinista, parecen
seguir el mismo camino que las decretadas anteriormente por la
administración Trump y no pasan de ser un gesto vacío contra
funcionarios que ni tienen cuentas bancarias en el exterior ni van de
vacaciones al extranjero. Además, es previsible que las mismas deban
pasar por el pesado y lento proceso de la burocracia de Bruselas
antes de concretarse. Al mismo tiempo, las relaciones bilaterales de
Nicaragua con los países miembros de la Unión continúan como
siempre, con sus altos y sus bajos.
Una coyuntura decisiva
En resumen, el neoliberalismo pierde legitimidad en todas partes,
pero es imprescindible que eso se transforme en avances políticos
para la izquierda y los movimientos progresistas. Para las
revoluciones de Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, son tiempos de
recrudecimiento de las políticas agresivas de Washington en un
contexto de grave crisis política para el imperio. Este
recrudecimiento, como otros anteriores, pasará y será superado por
nuestros pueblos.