Por Miguel Necoechea
Antes que los tres poderes del Estado nicaragüense, a saber el
Legislativo, el Judicial y el Electoral, emitieran sus resoluciones
condenando a la Organización de Estados Americanos- OEA -por
entrometerse en los asuntos internos de Nicaragua, al decretar sin
fundamento legal alguno, que las elecciones celebradas el pasado 7
de noviembre, fueron ilegales e ilegitimas y, solicitaran al
representante del poder Ejecutivo, el comandante presidente de la
República Daniel Ortega Saavedra, la salida del organismo y, que en
consecuencia, el Presidente solicitara al canciller Denis Moncada,
que, ante su intolerable intromisión en la vida de los nicaragüenses
y expresando el sentir del pueblo, informará al organismo la
decisión soberana y definitiva de Nicaragua de retirarse de la OEA,
nosotros nos preguntábamos si acaso la citada organización tenía
la autoridad política y moral para sancionar a Nicaragua con su arma
preferida: la tal Carta Democrática.
La autónoma decisión de Nicaragua de separarse de la OEA, está
en consonancia con la obsoleta existencia de ese Ministerio de las
Colonias, como atinadamente le llamó el comandante Fidel Castro
cuando la organización, sin tener las facultades para ello, expulsó
a Cuba en 1962. Cabe recordar que aún sigue siendo vergonzosa la
abyección de los Estados de América Latina que secundaron sin
objetar la embestida del gobierno de Estados Unidos contra Cuba.
Quisieron enmendar su imperdonable desatino al invitarla Cuba a
regresar al seno de la impresentable Organización de Estados
Americanos, ¡cuarenta y siete años después!, propuesta que la
dignidad del pueblo cubano rechazó de manera contundente.
Para contextualizar mejor la decisión que ha adoptado el pueblo
de Nicaragua al retirarse de la OEA, vale la pena hacer un recuento
somero de las barbaridades, por decir lo menos, que han cometido los
Estados miembros de la organización en su abyecta conducta, alabando
siempre al imperio norteamericano.
Desde la entrada de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial
y, señaladamente, desde el final de la contienda, que, sin aceptarlo
públicamente estaban ciertos que el Ejercito Rojo de la URSS, había
derrotado al nazismo, ha sido política de los gobiernos de los
Estados Unidos de América mantener a su sumido en el miedo
permanente ante un sin número de amenazas, generalmente inventadas,
con el objeto de aislarlo de las decisiones políticas y económicas
que los dueños del dinero y el poder del imperio imponen al mundo.
Es así que en 1948 el presidente Truman, protegiendo a las élites
de su país, se da a la tarea de crear una organización, en la que
participaran todos los países de su “patio trasero”, entiéndase
América Latina y el Caribe, que fuera un escudo impenetrable frente
a la amenaza del “comunismo soviético”. La propaganda anti
comunista fue (y es) feroz y permeó en prácticamente todos los
países del continente. La represión ante cualquier manifestación
popular que implicará la demanda de justicia, mejores condiciones de
vida, mejores salarios, educación, salud pública, vivienda, se
justificaba porque los gobiernos de las oligarquías regionales
defendían a sus países del comunismo por órdenes del amo del
norte. Para los oligarcas latinoamericanos comunismo era sinónimo
de ateísmo, perdida de la propiedad privada, adoctrinamiento
comunista a los niños en edad escolar, pero, sobretodo, la perdida
de sus privilegios económicos y de clase.
A pesar de la represión que ejercían y la impunidad que
detentaban los sátrapas que gobernaban en los países del
continente, la Revolución Cubana triunfó en 1959 ante la mirada
atónita del presidente EE. UU y sus acólitos regionales. ¿Qué
falló? deben haberse preguntado. Solo dos años después en la
rivera del hondureño río Patuca Carlos Fonseca, Tomás Borge,
Silvio Mayorga y otros compañeros fundaron el Frente Sandinista de
Liberación Nacional, que también escribiría con su lucha
revolucionaria páginas históricas.
Al declarar el comandante Fidel Castro el carácter socialista de
la Revolución cubana, a raíz del fracasado intento de invasión en
Playa Girón, el gobierno de Estados Unidos ordenó al Secretario
General de la OEA de ese entonces, que instruyera a los Estados
miembros de la organización que expulsaran a Cuba. Prestos y sin
objetar nada, en la cumbre en Punta del Este, en Uruguay, los estados
miembros adoptan la Resolución VI el 31 de enero de 1962. Salvo
México, y las abstenciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y
Ecuador (que no tenían nada que ver con los gobiernos de Kirchner,
Evo, Lula, Correa) todos los demás países acataron la orden. El
triunfo cubano provocó un estado de alerta en los países de América
Latina. En lugar de atender y resolver las causas que provocaban los
estallidos sociales, los gobernantes regionales, con el beneplácito
y apoyo económico del imperio yanqui, desatan una represión muy
violenta. Ejecuciones, desapariciones, encarcelamientos, expulsiones,
exilios, son el sello que marca a los gobiernos de las oligarquías
de la región durante décadas. ¿Y qué hizo la OEA, guardiana de la
democracia, de las libertades, de la propiedad privada, de los
derechos humanos (derechos civiles se les decía entonces) frente a
esos ominosos suceso? Nada, salvo continuar siendo cómplice y
comparsa de los poderosos.
¿Acaso la OEA alguna vez condenó los asesinatos, las torturas,
las desapariciones, de la satrapía nepotica de los Somoza? Jamás.
Recordemos que al presidente Roosevelt alguno de sus funcionarios le
dijo que Somoza era un hijo de puta, y sin chistar el presidente
contestó: “sí, pero es nuestro hijo de puta”.
Mientras más apretaban la represión los salvajes que nos
gobernaban, mayor iba siendo la toma de conciencia revolucionaria, lo
que nos lleva a recordar lo que nos decía el comandante Borge lo que
seguiría después del triunfo del 19 de julio de 1979, aplicando
como metáfora la teoría de la física tradicional, a los
movimientos sociales: a toda acción (el triunfo revolucionario)
corresponde una reacción (la contrarrevolución) de la misma
proporción y fuerza.
Y la respuesta no se hizo esperar.
Durante la década de los años sesenta y setenta, frente a la
cerrazón y represión de la oligarquía latinoamericana, surgen y se
multiplican los movimientos armados en la región.
Salvo con México, como ya apuntamos, Cuba sigue sin tener
relaciones con las naciones latinoamericanas. Es hasta que Omar
Torrijos llega al gobierno en Panamá en 1968 que reanuda las
relaciones diplomáticas y comerciales con ese país. Ya para
entonces el triunfo del presidente Salvador Allende, militante y
candidato a la presidencia por el partido Socialista de Chile, parece
inminente. Pero como ya dijimos, esta acción lleva aparejada una
reacción, la desestabilización política y económica no se hace
esperar al manifestarse desde el inicio del mandato del presidente
socialista. Una vez presidente constitucional de Chile, el doctor
Salvador Allende invita al comandante Fidel Castro a visitar de
manera oficial su país. Es el primer mandatario del continente que
se atreve a hacerlo. Su visita queda inscrita en los anales del
ejercicio de la soberanía y auto determinación ejercida por
Allende. Y, como debía suceder, esto alimenta el delirio de
persecución anticomunista en los Estados Unidos (mal llamados) de
América.
En los inicios de la década de 1970 Richard Nixon llega a la Casa
Blanca junto con Henry Kissinger, Secretario de Estado y pieza clave
en la política de golpes de Estado durante la década del setenta.
Cómo sabemos el gobierno de Salvador Allende es derrocado por un
violento golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet. Por
documentos desclasificados, catalogados como de máxima secrecía en
los dos primeros años de 1970, el secretario de Estado
estadounidense Kissinger, sostuvo una conversación con el general
Augusto Pinochet, en los momentos en que tramaba, junto con sus
colegas militares, el golpe de Estado al presidente Allende, hemos
podido conocer que dijo, palabras más, palabras menos: “Estados
Unidos simpatiza con lo que ustedes están haciendo”.
El 11 de septiembre el presidente Allende es derrocado y asesinado
¿Y la OEA? Guardó silencio cómplice y abyecto.
En junio de 1973, la mano de Kissinger se extiende a Uruguay y ahí
promueve un golpe de Estado civil y militar, quedando al mando, solo
para guardar las apariencias, el civil Jorge Pacheco Areco, pero en
realidad fueron los militares que integraron la junta los que se
apoderaron del poder. El Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros
enfrenta la más brutal represión que se haya dado en la historia de
ese país septentrional. ¿Y la OEA? No dijo nada.
En medio del régimen de terror encabezado por Pinochet, la OEA,
en un acto vergonzoso, decidió que su VI Asamblea General se
celebrara en el Chile de Pinochet en 1976. Acuden 23 cancilleres,
entre ellos Kissinger. Una vez más se reafirma la vocación, ahora
golpista, de la Organización de los Estados Americanos con los
supuestos principios democráticos de la época. ¡Otra vez
el Ministerio de las Colonias en acción!
Para continuar Kissinger, el pro-nazi de origen alemán, que habla
inglés con un acento hitleriano, éste, sin el menor pudor, aconseja
al general argentino Rafael Videla que siga el ejemplo del general
Pinochet: “Apliquen el método chileno, pero en menor
tiempo. Entendemos que ustedes deben restablecer su autoridad.
Si tienen que hacer ciertas cosas, háganlas pronto, de modo que al
menor plazo posible puedan volver a la normalidad”, dijo según se
lee en el segundo documento desclasificado que referimos. La OEA
guardó silencio cómplice, ya no era novedad, menos noticia.
En 1972 la CIA nombró subdirector a Vernon
Walters, (recordemos que este señor llegó a Managua a principios de
los años ochenta con un mensaje de Reagan que, en síntesis era: o
se alinean con EEUU o los invadimos), quien ya tenía amplia
experiencia en propiciar y ejecutar golpes de Estado, como el de
Brasil contra el presidente constitucional Joao Goulart, instalando
una junta militar anticomunista y muy sangrienta; en Bolivia Walters
opera el golpe militar encabezado por el criminal coronel Hugo Bánzer
contra Juan José Torres, un presidente de ideas progresistas. En
Haití, a la muerte del salvaje y sanguinario dictador Duvalier,
apodado Papa Doc,, Walters encabeza el
apoyo de Estados Unidos a su heredero (el chigüín) Jean Claude
Duvalier, mejor conocido por el pueblo como
Baby Doc. ¿Y la OEA? Sin novedad en
el frente (de guerra contra los pueblos).
El terror siguió avanzando. Los EE. UU, en su histeria
anticomunista, ya una enfermedad incurable, derrocó a ala presidenta
de Argentina, Martínez de Perón e impuso una junta militar
encabezada por Videla, Massera y Agosti, que, si no superaron en
violencia y represión a Augusto Pinochet, cuando menos sí lo
copiaron. La doctrina de la Seguridad Nacional, escudo creado por la
CIA, para reprimir las aspiraciones de justicia y libertad de los
pueblos de América Latina, da lugar a la creación y ejecución del
Plan Cóndor, diseñado y coordinado por la CIA y los servicios de
seguridad de Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay,
para aniquilar a la izquierda opositora. Cómo comentario
suplementario, los remanentes de ese plan a finales de los setenta y
durante los ochenta, los encontramos en América Central,
particularmente mente en Honduras y Costa Rica, países en los que
opero el Batallón 601 del ejercito argentino encargado de la
inteligencia de esa nación, para cazar y aniquilar a los
guerrilleros de izquierda que a la sazón combatían en Nicaragua, al
lado del FSLN, contra Somoza.
El comentario supletorio nos da pie para
abordar el suceso más importante del final de la década de 1970: el
triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979.
Ante el avance imparable del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos entonces, hace
un último esfuerzo para salvar a la dinastía somocista e intenta,
invocando al Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca -TIAR-, movilizando a los ejércitos regionales para
imponer un gobierno de reconciliación que incluyera al FSLN, pero
por supuesto con la Guardia nacional de Somoza integra y los cipayos
de derecha como ala civil del gobierno, Pero esta vez la OEA, no lo
apoya. (Quizá ese hecho histórico marca el inicio de una nueva era
en América Latina, que, otra vez la OEA, se encarga de descarrilar
al promover un golpe de Estado contra el presidente de Bolivia Evo
Morales) En aquel momento, 1979, México y cinco
naciones más rompen relaciones diplomáticas con el gobierno
dictatorial de Nicaragua. Apenas cae Somoza, Estados Unidos empieza a
organizar la contrarrevolución. Una vez más recordemos lo que nos
dijo el comandante Tomás Borge.
Durante la década de 1980, ya con Ronald Reagan, el
ultraderechista y pésimo actor de películas de vaqueros, en la
presidencia yanqui, vivimos fuertemente el conflicto bélico en
Centro América. La contrarrevolución nicaragüense, bautizada como
la Contra, principalmente integrada por los derrotados Guardias
Nacionales de Somoza, dirigida y financiada por la CIA, emprendió
una agresión armada contra la Revolución Sandinista. Esto provocó
la perdida de cincuenta mil vidas, devastación económica y, por
encima de todo, dolor, mucho dolor en todos los hogares del país.
Mientras alimentaba el fuego en Nicaragua, Reagan y la CIA
establecieron bases militares en Honduras, Costa Rica, Guatemala y El
Salvador.
Por su parte el FMLN y la URNG en El Salvador y Guatemala
respectivamente desplegaban una guerra de liberación contra la
oligarquía opresora en sus países. La CIA, siguiendo las órdenes
de Ronald Reagan se hizo cargo de la respuesta militar contra los dos
pueblos centroamericanos, provocando muertes, desapariciones,
magnicidios, genocidios y toda la gama de atrocidades que han
demostrado que son capaces los agentes norteamericanos, gracias a que
han salido a la luz pública en años recientes, los ejemplos de
torturas y asesinatos, ejecuciones selectivas con drones en Iraq,
Siria, Afganistán, entre muchas otras naciones.
También en Colombia se multiplican las fuerzas revolucionarias de
las FARC y el ELN. En respuesta y apretando la represión al sur del
continente en Argentina se crea la Triple A, grupo paramilitar
fascista y asesino, emulo del genocida Patria y Libertad chileno. Las
oligarquías de los otros países regionales copian el modelo de
asunción de los paramilitares como fuerzas que en teoría no
responden a los poderes del Estado: “son fuerzas civiles hartas de
la violencia comunista”, suelen decir justificando su presencia,
pero en la práctica todas son dirigidas por la élite militar de sus
países.
En 1983, el primer ministro de Granada, isla del Caribe, Maurice
Bishop, entabló relaciones diplomáticas con la isla vecina de Cuba
y pidió, en su pleno derecho, la colaboración de ingenieros y
trabajadores cubanos para construir una pista de aterrizaje en la que
pudieran aterrizar jets DC 10 y Jumbos, con el propósito de
facilitar la llegada de turistas de Europa. Este hecho, aunado al
golpe de Estado perpetrado por Hudson Austin, militante resentido y
ambicioso de poder, (como Dora Téllez, Hugo Torres, Tinoco,
traidores al FSLN, camarada de Bishop en el partido New Jewel, da a
Reagan el pretexto ideal para invadir la isla granadina. En menos de
tres días se hace presente frente a las costas granadinas el
portaviones Independence de la Marina estadunidense, en
franca amenaza al país. Cerca de dos mil marines, y unos
trescientos soldados caribeños invaden la isla. Maurice Bishop y
varios de sus ministros son asesinados y veinte trabajadores cubanos,
que enfrentaron la agresión yanqui con una valentía que forma parte
de la historia de la defensa de la soberanía de América Latina,
caen en combate. La OEA, que estaba al borde del naufragio, y en aras
de recuperar algo del prestigio perdido, declaró que la ocupación no
se justificaba.
A pesar de su intento la OEA ya no puede ni tiene la voluntad
política de impulsar una solución para propiciar la paz en la
región en conflicto bélico. Más bien ante el hueco diplomático
que ha dejado el desprestigiado organismo, son otros países, incluso
de fuera de la región que proponen algún tipo de salida a los
conflictos centroamericanos. Francia y México presentan una
iniciativa para resolver la guerra en El Salvador; el Grupo
Contadora, que aboga por poner fin a la guerra sin la participación
de Estados Unidos; el diálogo de Esquipulas, en Guatemala, que logra
que todos los gobiernos centroamericanos avalen el acuerdo de
Contadora. Esto es muy importante porque marca un hito en el
ejercicio de soberanía de los países de Centro América. Solo que
mientras México, Venezuela, Colombia y Panamá, integrantes de
Contadora, logran el respaldo de diecisiete países latinoamericanos
y del Consejo de Seguridad de la ONU, Ronald Reagan amenaza con que
Estados Unidos podría revivir en Nicaragua la “diplomacia de
los cañoneras” (gunboat diplomacy).
La diplomacia de la cañoneras ya en acción, al años siguiente
siembra minas de profundidad con doscientos kilogramos de explosivos,
en las inmediaciones de Corinto, en el mar Pacífico nicaragüense,
acto de guerra no declarada por los yanquis, para bloquear el
principal puerto del país e impedir la llegada de petróleo,
alimentos, refacciones (repuestos), medicinas, productos de primera
necesidad, en su intento por asfixiar económicamente a la revolución
Sandinista. La OEA que intentó congraciarse con los Estados que la
integran, en este caso se vio obligada a escuchar la voz del amo le
ordeno oídos sordos a la denuncia nicaragüense ante el organismo
del acto de guerra perpetrado por el gobierno de Ronald Reagan.
Nicaragua en respuesta recurrió a la Corte Penal Internacional de La
Haya para denunciar a Estados Unidos por minar su puerto, un acto de
guerra sin precedentes en contra de cualquier país latinoamericano.
(Solo Nixon minó el puerto de Haig Phong en Vietnam en 1975, sin
haber declarado la guerra a ese país hermano) La Haya falla a favor
de Nicaragua dos años después. La OEA ni vio ni oyó.
En los ochenta, el general Manuel Antonio Noriega había grabado
las conversaciones que sostuvo con los enviados de William Casey,
director de la CIA del gobierno de Reagan, en las que éstos le
solicitaron (casi le ordenaron) utilizar su territorio como puente
aéreo para el tráfico de cocaína, cuyo destino final era el
aeropuerto de Mena en Arkansas, EEUU. El general en principio se
mostró reacio. Los emisarios le aseguraron que el vicepresidente
George H. W. Bush, estaba la tanto de la maniobra y había dado su
visto bueno para que la CIA protegiera y asegurará el éxito de la
operación. Oliendo dólares para su bolsillo el general aceptó. No
preguntó para que se utilizaría el dinero recaudado con la venta de
la droga, él, por su cercanía con un capo del cártel de Cali, ya
sabía que era para financiar la guerra que desplegaba la Contra
nicaragüense. Cuando la DEA lo acusó de narcotraficante, el general
amenazó con dar a conocer las grabaciones que había hecho de las
conversaciones que sostuvo con los enviados de Casey. No acababa de
tomar posesión como presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush
cuando ordena invadir Panamá y traerle esposado al osado general que
lo amenazó. Para tomar preso a Noriega, ex agente de la CIA y en
efecto narcotraficante, Bush y su maquinaria bélica de marines,
desembarcaron, bombardean e incendian el antiguo barrio El Chorrillo.
Hasta el día de hoy nadie a sido juzgado y condenado por esa cruel
sangría, llevada a cabo impunemente por un miembro fundador de la
OEA, Estados Unidos de América.
A cada acción corresponde una reacción. Los países de América
Latina intentan un hasta aquí, señalando sus fronteras soberanas y
pretendiendo deslindarse de los yanquis. Para eso crean el Grupo de
Río, el Grupo de los Ocho, y en los noventa la Cumbre Iberoamericana
en la que se incluyen a Cuba y España y se excluye a Estados Unidos.
La reacción: Bill Clinton, presidente de EE. UU. anuncia la creación
de la Cumbre de las Américas.
El cambio de siglo trajo consigo nuevos presagios. La geopolítica
latinoamericana dio un giro. Hugo Chávez ganó la presidencia en
Venezuela en 1999. Néstor Kirchner, en Argentina, y Lula da Silva en
Brasil en 2003, Daniel Ortega, en Nicaragua y Evo Morales, en Bolivia
en 2006, Rafael Correa, en Ecuador en 2007, Fernando Lugo, en
Paraguay en 2008, Pepe Mujica, en Uruguay en 2010. Estos gobiernos
progresistas cambiaron el equilibrio de fuerzas en la región y, por
supuesto, en la OEA.
Escasos momentos ilustran mejor la influencia que alcanzaron como
bloque regional que el fracaso del Área de Libre Comercio para las
Américas (ALCA), que George Bush hijo intentó hacer aprobar en la
Cumbre de las Américas en Río de la Plata, en 2005. Con el comercio
como garlito engañoso y ruin de ser el motor del desarrollo, el ALCA
era la trampa made in USA para subordinar a las economías locales a
las grandes corporaciones gringas y, ejercer con mayor rudeza un
mayor aislamiento de Cuba. La falta de consenso dio por muertas las
negociaciones para el ALCA. Hugo Chávez festejó el momento: “ALCA…
¡al carajo!”
Pero el embate de la resucitada OEA de la segunda década del
siglo XXI no se hizo esperar. Ésta se dio a la nada ejemplar tarea
de subvertir el orden constitucional en Honduras, derrocando al
presidente Manuel Zelaya, mediante una nueva modalidad: el Golpe de
Estado Legislativo; la misma dosis en Paraguay al presidente Fernando
Lugo, a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, la persecución
judicial a Rafael Correa expresidente de Ecuador y el golpe de Estado
promovido y operado directamente por Luis Almagro Secretario General
de la OEA, en contra del presidente de Bolivia Evo Morales.
La ultraderecha nicaragüense intenta dar un golpe de Estado en
abril de 2018. Esta intentona estuvo financiada por la USAID, NED, y
demás agencias fachada de la CIA, fracaso frente a la defensa del
pueblo de Nicaragua encabezada por el FSLN. La ultra derecha y
destacadamente los traidores al FSLN, Téllez y Torres, movilizaron
como carne de cañón a la juventud, principalmente de clase media y
reclutó al peor lumpen urbano,. A los primeros para salir a la calle
a protestar en contra de algo que bien a bien nunca lograr discernir;
solo gritaban: “fuera Ortega”, fuera Ortega y Murillo, cobijados
por la bandera nacional. Los segundos, pagados con 500 Córdobas
diarios, para asesinar, torturar, quemar, apalear a la población,
acusando al FSLN y a la Policía nacional de asesinar a los que ellos
habían abatido. Colocaron los tranques en las ciudades y carreteras
y lograron mantenerse parapetados tras ellos tres meses gracias al
dinero, varios millones de dólares que desembolsaron principalmente
las fundaciones de los Barrios Chamorro. El pueblo y el FSLN les
dieron una lección que difícilmente olvidaran. No obstante, el
costo fue muy alto: cerca de trescientos muertos, parálisis de la
economía, una caída del 28% del Producto Interno Bruto, desasosiego
y el espectro de la guerra nuevamente. Es de hacerse notar que la OEA
en ningún momento condeno lo que acontecía, más bien denuncio al
gobierno legitimo de la República de represión e incitó
veladamente a seguir el intento de derrocarlo.
El ensayo nicaragüense dio la pauta para emprender de nueva
cuenta el ataque contra el gobierno de Cuba desde la Organización de
Estados Americanos ha resucitado bajo el patrocinio del secretario
general del organismo Luis Almagro, utilizando como pretexto las
“protestas de la sociedad civil” en varias ciudades del país,
promovidas y financiadas al igual que en Nicaragua por USAID, NED , y
demás agencias fachada de la CIA, encargadas de la nueva estrategia
de el gobierno de Estados Unidos, encaminada a propiciar y dirigir
los golpes blandos (equivalentes a las revoluciones de colores de
Hilary Clinton, ¡otra vez la huella de esa pareja nefasta e
hipócrita!) Esta ofensiva diplomática para engendrar en un país
que ni siquiera es mimbro de la OEA, lo que Biden llamó cambios
drásticos, sabemos que se refiere veladamente a un cambio de
gobierno, no ha logrado todavía consenso entre los Estados miembros
ni siquiera para reunir al Consejo Permanente.
Las arbitrariedades y desatinos de la OEA han provocado que el
diálogo político en América latina este suspendido. La OEA es
dirigida por un secretario general, Luis Almagro, que en nada
contribuye al diálogo, más bien exacerba los ataques en su afán
personal de imponer su política obtusa y pro imperialista.
La OEA está hoy al margen de las conversaciones que se llevan a
cabo en México entre el gobierno del presidente Maduro y la
oposición venezolana (Almagro sigue respaldando al payaso Guaidó)
En Bolivia, después del fracaso político del Secretario General de
la OEA, quien debe ser llamado a dar cuenta por propiciar un
genocidio, gana el presidente Arce del MAS, el partido político de
Evo Morales.
El 7 de noviembre, pese a la campaña internacional en contra del
proceso electoral de Nicaragua y las mentiras vertidas por la CIDH,
engendro de la OEA, se celebraron las elecciones presidenciales y
legislativas. El 66% del padrón electoral salió a ejercer su
derecho constitucional para elegir a los candidatos de su elección
mediante su voto. El candidato del FSLN, Daniel Ortega Saavedra, ganó
la Presidencia de la república con el 78% una vez que el Consejo
Supremo Electoral contó el cien por ciento de los votos emitidos.
Biden, con su sonrisa fingida y tonta, dijo a los medios de
comunicación que las elecciones en Nicaragua habían sido una
“pantomima”. Dando sus últimas patadas de ahogado y pasar sin
pena ni gloria al basurero de la historia, Almagro se apresuró a
exigir a su corte de Estados lacayos, a declarar ilegales e
ilegitimas las elecciones nicaragüenses.
Invocando a Zeledón, a Sandino y a Carlos Fonseca, en un acto de
dignidad, de soberanía, de libertad y de autodeterminación
nacional, los tres poderes de la Republica de Nicaragua, el
Legislativo, el Judicial y el Electoral, solicitaron al presidente
comandante Daniel Ortega Saavedra la salida inmediata del organismo
injerencista. El Presidente instruyó al Canciller de la República
que informará al Consejo General y a los Estados miembros la
renuncia irrevocable del país a la OEA organismo decadente y sin
autoridad política ni moral como ya hemos visto.
La OEA está derrotada. Se intenta crear la Comunidad de Estados
de Latinoamérica y el Caribe para sustituirla. La CELAC es una
iniciativa latinoamericana que excluye a los Estado Unidos de América
y a Canadá. No se ha visto hasta el momento una renuncia en masa de
los Estados miembros para sumarse a la iniciativa de la CELAC. Todo
parece indicar que hay consenso sobre la necesidad de crear un nuevo
organismo que de por terminada la triste y nefasta historia del
Ministerio de las Colonias. ¿Habrá la voluntad política? Al
parecer no totalmente. La actuación de México y Argentina, sin
mencionar a los demás Estados esclavos de siempre, deja mucho que
desear al secundar al gobierno de Biden en su negativa a reconocer el
proceso electoral legítimo y constitucional de Nicaragua.
Nicaragua al renunciar a la OEA ha dado una lección de dignidad y
soberanía a todos los Estados que no se atreven a dar ese paso.
Nicaragua, Venezuela y Cuba, han adquirido una enorme autoridad
política y moral al no pertenecer más a la OEA. Si se logra
constituir la CELAC, los tres países brillaran como un emblema de
autodeterminación, soberanía y libertad democrática.