Stephen Sefton, Tortilla con Sal, 12 de agosto 2018
L@s progresistas en Europa y Norteamérica que atacan al gobierno sandinista de Nicaragua excluyen sistemáticamente de su versión de los acontecimientos de 2018 la extrema y sádica violencia y el sufrimiento económico impuestos al pueblo nicaragüense por la oposición política del país apoyada por Estados Unidos.
Los hechos demostrables del fallido intento de derrocar al Presidente Ortega contradicen obstinadamente las mentiras y tergiversaciones promovidas por los partidarios extranjeros de la oposición nicaragüense. En consecuencia, los progresistas occidentales que se oponen al gobierno del presidente Ortega se enfrentan a cada vez más dilemas insolubles cuando intentan en vano distanciarse de la oposición política de derecha del país, suprimiendo el hecho de que el partido de centro-derecha MRS, cuya falsa propaganda promueven, buscó el apoyo de los miembros del Congreso de extrema derecha de Estados Unidos, Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen. En Irlanda, la más reciente estratagema de los progresistas para encubrir su asociación con la derecha nicaragüense ha sido revivir al Grupo de Solidaridad Irlandés con Nicaragua, moribundo desde hace mucho tiempo.
En este contexto, la etiqueta de solidaridad invoca la falsa hipérbole anti-monstruos, impulsada por Estados Unidos y ampliamente difundida por los gobiernos y medios de comunicación de la OTAN contra, entre otros países, Siria y Venezuela. Así que este tipo de solidaridad no tiene nada que ver con el apoyo antiimperialista a gobiernos y pueblos que resisten a la guerra económica y amenazas de intervención de Estados Unidos y países aliados. Este alineamiento político agrava inmediatamente el dilema inicial al que se enfrentan los partidarios occidentales de la oposición nicaragüense. Su reciclaje de las falsedades y tergiversaciones promovidas por la oposición de derecha nicaragüense se ve aún más expuesto por la falta de alguien con quien solidarizarse en Nicaragua que no está aliado de alguna forma con esa misma derecha, por supuesto de propiedad estadounidense. Esencialmente, su dilema deriva de las lealtades de clase que los llevan naturalmente a apoyar a sus contrapartes de clase en Nicaragua: gerentes de ONG no representativos, marginales revolucionarios falsos, políticos socialdemócratas minoritarios y todos sus medios de comunicación asociados.
En Nicaragua no existe una oposición creíble de izquierda al gobierno sandinista del presidente Ortega fuera del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). La encuesta de la altamente respetada empresa MyR de mayo de este año mostró que los principales partidos políticos de la oposición, todos ellos de la derecha, tienen en conjunto el mismo nivel de apoyo nacional que mantenían entre 2011 y 2018, es decir, menos del 10%. No existe una izquierda política con un apoyo significativo. Los progresistas norteamericanos y europeos reconocen esta realidad de manera implícita al argumentar que, en ausencia de algún partido político de izquierda representativo, ellas y ellos apoyan a movimientos sociales supuestamente progresistas que se oponen al gobierno. Pero una mirada al papel de esos movimientos sociales en el fallido intento de golpe del año pasado revela que de ninguna manera tienen un programa progresista con apoyo mayoritario.
Los principales participantes en el fallido intento de golpe fueron: el Movimiento de Renovador Sandinista, financiado por Estados Unidos, junto con aliados ex-sandinistas como Mónica Baltodano y su círculo; los obispos más reaccionarios de la Iglesia Católica; la principal organización patronal privada COSEP; ONGs financiadas por Estados Unidos y países de la Unión Europea; el Movimiento Anti Canal y el partido político de extrema derecha Ciudadanos por la Libertad; así como políticos locales individuales, por ejemplo algunos alcaldes, de los otros partidos políticos de derecha. El intento de golpe contó con el apoyo del oligarca mediático Carlos Fernando Chamorro, financiado por el gobierno de Estados Unidos, y de otras empresas simpatizantes entre los medios de comunicación de derecha.
Dada la guerra psicológica sin precedentes desatada contra la población, es comprensible que un gran número de estudiantes nicaragüenses apoyaran inicialmente el golpe. Pero la gran mayoría de los estudiantes de las universidades públicas se dieron cuenta en un par de semanas de que el intento de golpe era de hecho una guerra de clases contra ellos y sus familias. Eso quedó muy claro cuando el líder empresarial más rico de Nicaragua, Piero Coen, el sábado 21 de abril de 2018, declaró públicamente su apoyo, instando a los manifestantes a continuar con sus violentas protestas.
Este ataque de clase contra los estudiantes de bajos ingresos y sus familias se intensificó con la ocupación violenta y criminal de la UNAN y la UPOLI, las principales universidades que sirven a los estudiantes de familias de bajos ingresos, mientras que las universidades privadas quedaron intactas, y también por el intento de asesinato del líder estudiantil Leonel Morales por parte de la oposición cuando él se opuso al intento de golpe. La mayoría de los estudiantes universitarios privados apoyaron la violencia de la oposición a distancia, siempre y cuando que no se vieran directamente afectados. Asimismo, líderes de las ONGs feministas de la oposición, prácticamente sin base social, trabajaron abiertamente en alianza con los más reaccionarios obispos católicos anti-aborto, con los ricos líderes empresariales privados del COSEP, así como con conocidos políticos de derecha.
Al otro lado, las mujeres que se oponían al intento de golpe incluían la enorme cantidad de mujeres miembros de los sindicatos, del movimiento cooperativo y de las organizaciones de la economía popular del país. En la actualidad, las mujeres representan alrededor del 45% de todos los miembros de las cooperativas (112.000 de 253.000 en 2014), en comparación con sólo el 26% en 2006. Este y otros hechos similares, como el ejemplo mundial de Nicaragua con respecto a la representación política de las mujeres o a la reducción por la mitad de la mortalidad materna desde 2006, atestiguan los avances sin precedentes de las mujeres en Nicaragua desde 2006, un proceso liderado por el FSLN y guiado en particular por la vicepresidenta Rosario Murillo. Esos avances contradicen los ataques contra el gobierno por parte de líderes no representativas de las ONGs feministas, incluidas las beneficiarias del financiamiento del gobierno de Estados Unidos, como Sofía Montenegro y Violeta Granera, y otras figuras marginales, como Sandra Ramos o Azahalea Solís.
Después de los ataques iniciales del 18 al 23 de abril, bien organizados y extremadamente violentos, ejecutados por una oposición armada en por lo menos diez ciudades importantes, incluyendo Managua, Masaya, León, Granada, Jinotepe, Diriamba, Estelí y Bluefields, la resistencia al intento de derrocar al gobierno se consolidó rápidamente. Incluía a los principales sindicatos, a las principales organizaciones cooperativas, a las principales organizaciones representativas de la pequeña y mediana empresa, a la Asociación Nacional de Trabajadores Rurales, una organización nacional que es miembro de La Vía Campesina, al principal sindicato de estudiantes y también a la Unión de la los Adultos Mayores. En la Costa Caribe, la mayoría de las organizaciones indígenas y afrodescendientes apoyaron al gobierno. Esa realidad agrava aún más el dilema que enfrentan los progresistas extranjeros que se oponen al gobierno sandinista de Nicaragua, porque deja absolutamente clara la guerra de clases encarnada en el fallido intento de golpe de estado de 2018.
Monica López y Francisca Ramirez se reunen con Fabio Gadea. (Foto: Archivo)
Ex sandinistas como Henry Ruiz y Mónica Baltodano se aliaron abiertamente con los grandes empresarios privados del COSEP, con los obispos católicos más reaccionarios, con títeres financiados por Estados Unidos como Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro y Sofía Montenegro, entre otras muchas figuras financiadas por el gobierno extranjero, incluyendo a Vilma Núñez del CENIDH. Por su parte, Mónica Baltodano fue diputada del Movimiento Renovador Sandinista de centro-derecha de 2007 a 2011 y votó consistentemente con los partidos políticos de derecha en la Asamblea Nacional. Más recientemente, ella y su hija Mónica López han defendido el Movimiento Anti-Canal, que tiene una limitada base rural en la región agrícola del centro-sur de Nicaragua y está asociada principalmente con Francisca Ramírez, una terrateniente y mujer de negocios de Nueva Guinea que a nivel internacional se hace pasar por una sencilla campesina. Monica López y Francisca Ramirez han trabajado estrechamente con la derecha nicaragüense durante años, por ejemplo con el dueño de medios de comunicación de derecha y ex candidato presidencial Fabio Gadea.
Ninguno de estos dizque líderes de la sociedad civil condenó la violencia perpetrada por sus partidarios militantes y delincuentes a sueldo en las numerosas barricadas y tranques de carretera establecidos por la oposición en 2018 en parte para tratar de paralizar la vida económica del país y en parte para aterrorizar a la gente de base. Por el contrario, lo alentaron y reprimieron la verdad de incidentes como la masacre de cuatro policías y un maestro de escuela en El Morrito el 12 de julio de 2018, llevada a cabo por militantes del Movimiento Anti Canal que operaban tranques bajo la dirección de Medardo Mairena. Los activistas del CENIDH de Vilma Núñez invadieron violentamente el campus de la UNAN y persistentemente difundieron sistemáticas mentiras acusando a la policía de crímenes extremadamente graves los cuales ahora se ha demostrado categóricamente que fueron cometidos por la oposición, por ejemplo, la familia que murió atrapada en un incendio provocado a propósito en el distrito Carlos Marx de Managua el 16 de junio de 2018, entre varios otros.
Todo esto significa que la gente en Irlanda o en cualquier otro país de Norteamérica y Europa que expresa su solidaridad con la oposición política al presidente Daniel Ortega en Nicaragua está apoyando a organizaciones e individuos aliados con políticos de derecha y extrema derecha, con líderes de la gran empresa privada, con mercenarios de ONGs locales financiadas por Estados Unidos y países aliados, y también con los representantes más reaccionarios de la jerarquía de la Iglesia Católica. No existe ninguna otra oposición política, ni entre los movimientos sociales de Nicaragua ni entre sus organizaciones políticas. Los resultados de la encuesta MyR de mayo de 2019 confirman categóricamente la falta de apoyo público a la oposición de Nicaragua. Ya en septiembre de 2018, sólo el 28% de la población nicaragüense quería continuar las protestas a través de barricadas y tranques. Para mayo de 2019 esa cifra había bajado al 10%, con un 32% de la población de Nicaragua que se opone al Presidente Ortega y un 59% que lo apoya a él y a su gobierno.
Los dilemas que enfrentan los opositores occidentales al gobierno sandinista del presidente Ortega los han llevado a una disonancia cognitiva completamente demente. Dicen simultáneamente que se oponen a la intervención de EE.UU. mientras apoyan a una oposición nicaragüense que llama precisamente a...una intervención estadounidense y guerra económica. Afirman ser antiimperialistas al tiempo que contradicen el apoyo explícito al gobierno del FSLN de Nicaragua por parte del frente político de masas antiimperialista más importante de América Latina y el Caribe, el Foro Sao Paulo. Afirman ser democráticos al tiempo que omiten y suprimen deliberadamente la abundante información disponible en Nicaragua que permitiría al público en general en América del Norte y Europa tener una visión verdadera y justa que explicaría el apoyo mayoritario del Presidente Ortega.
Estas actitudes y comportamientos no son nada nuevo. Siempre ha habido una importante opinión neocolonial de izquierda en América del Norte y Europa, que siempre se permite ser engañada por medios de comunicación supuestamente liberales o progresistas y por ONGs poco honestas como Amnistía Internacional. Pero durante los últimos treinta años, las mismas mentiras y los mismos motivos de la guerra psicológica se han repetido constantemente hasta el punto de que ya no hay excusa para caer de nuevo en ellas. Como en el caso de Venezuela, Siria o Irán, la mayoría de los progresistas occidentales atacan fácilmente a los gobiernos y movimientos mayoritarios del mundo que defienden legítimamente su soberanía nacional. Nicaragua es otro ejemplo de este tipo de injusticia neocolonial promovida por los progresistas occidentales en connivencia con las mismas políticas imperialistas a las que dicen falsamente oponerse.
L@s progresistas en Europa y Norteamérica que atacan al gobierno sandinista de Nicaragua excluyen sistemáticamente de su versión de los acontecimientos de 2018 la extrema y sádica violencia y el sufrimiento económico impuestos al pueblo nicaragüense por la oposición política del país apoyada por Estados Unidos.
Los hechos demostrables del fallido intento de derrocar al Presidente Ortega contradicen obstinadamente las mentiras y tergiversaciones promovidas por los partidarios extranjeros de la oposición nicaragüense. En consecuencia, los progresistas occidentales que se oponen al gobierno del presidente Ortega se enfrentan a cada vez más dilemas insolubles cuando intentan en vano distanciarse de la oposición política de derecha del país, suprimiendo el hecho de que el partido de centro-derecha MRS, cuya falsa propaganda promueven, buscó el apoyo de los miembros del Congreso de extrema derecha de Estados Unidos, Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen. En Irlanda, la más reciente estratagema de los progresistas para encubrir su asociación con la derecha nicaragüense ha sido revivir al Grupo de Solidaridad Irlandés con Nicaragua, moribundo desde hace mucho tiempo.
En este contexto, la etiqueta de solidaridad invoca la falsa hipérbole anti-monstruos, impulsada por Estados Unidos y ampliamente difundida por los gobiernos y medios de comunicación de la OTAN contra, entre otros países, Siria y Venezuela. Así que este tipo de solidaridad no tiene nada que ver con el apoyo antiimperialista a gobiernos y pueblos que resisten a la guerra económica y amenazas de intervención de Estados Unidos y países aliados. Este alineamiento político agrava inmediatamente el dilema inicial al que se enfrentan los partidarios occidentales de la oposición nicaragüense. Su reciclaje de las falsedades y tergiversaciones promovidas por la oposición de derecha nicaragüense se ve aún más expuesto por la falta de alguien con quien solidarizarse en Nicaragua que no está aliado de alguna forma con esa misma derecha, por supuesto de propiedad estadounidense. Esencialmente, su dilema deriva de las lealtades de clase que los llevan naturalmente a apoyar a sus contrapartes de clase en Nicaragua: gerentes de ONG no representativos, marginales revolucionarios falsos, políticos socialdemócratas minoritarios y todos sus medios de comunicación asociados.
En Nicaragua no existe una oposición creíble de izquierda al gobierno sandinista del presidente Ortega fuera del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). La encuesta de la altamente respetada empresa MyR de mayo de este año mostró que los principales partidos políticos de la oposición, todos ellos de la derecha, tienen en conjunto el mismo nivel de apoyo nacional que mantenían entre 2011 y 2018, es decir, menos del 10%. No existe una izquierda política con un apoyo significativo. Los progresistas norteamericanos y europeos reconocen esta realidad de manera implícita al argumentar que, en ausencia de algún partido político de izquierda representativo, ellas y ellos apoyan a movimientos sociales supuestamente progresistas que se oponen al gobierno. Pero una mirada al papel de esos movimientos sociales en el fallido intento de golpe del año pasado revela que de ninguna manera tienen un programa progresista con apoyo mayoritario.
Líderes del MRS ex-sandinistas Dora Maria Tellez, Edmundo Jarquín y
Hugo Torrez en campaña con el líder de la derecha Eduardo Montealegre
en 2008. Mónica Baltodano fue diputada del MRS durante este mismo período.
(Foto: Archivo)
Hugo Torrez en campaña con el líder de la derecha Eduardo Montealegre
en 2008. Mónica Baltodano fue diputada del MRS durante este mismo período.
(Foto: Archivo)
Dada la guerra psicológica sin precedentes desatada contra la población, es comprensible que un gran número de estudiantes nicaragüenses apoyaran inicialmente el golpe. Pero la gran mayoría de los estudiantes de las universidades públicas se dieron cuenta en un par de semanas de que el intento de golpe era de hecho una guerra de clases contra ellos y sus familias. Eso quedó muy claro cuando el líder empresarial más rico de Nicaragua, Piero Coen, el sábado 21 de abril de 2018, declaró públicamente su apoyo, instando a los manifestantes a continuar con sus violentas protestas.
Este ataque de clase contra los estudiantes de bajos ingresos y sus familias se intensificó con la ocupación violenta y criminal de la UNAN y la UPOLI, las principales universidades que sirven a los estudiantes de familias de bajos ingresos, mientras que las universidades privadas quedaron intactas, y también por el intento de asesinato del líder estudiantil Leonel Morales por parte de la oposición cuando él se opuso al intento de golpe. La mayoría de los estudiantes universitarios privados apoyaron la violencia de la oposición a distancia, siempre y cuando que no se vieran directamente afectados. Asimismo, líderes de las ONGs feministas de la oposición, prácticamente sin base social, trabajaron abiertamente en alianza con los más reaccionarios obispos católicos anti-aborto, con los ricos líderes empresariales privados del COSEP, así como con conocidos políticos de derecha.
Al otro lado, las mujeres que se oponían al intento de golpe incluían la enorme cantidad de mujeres miembros de los sindicatos, del movimiento cooperativo y de las organizaciones de la economía popular del país. En la actualidad, las mujeres representan alrededor del 45% de todos los miembros de las cooperativas (112.000 de 253.000 en 2014), en comparación con sólo el 26% en 2006. Este y otros hechos similares, como el ejemplo mundial de Nicaragua con respecto a la representación política de las mujeres o a la reducción por la mitad de la mortalidad materna desde 2006, atestiguan los avances sin precedentes de las mujeres en Nicaragua desde 2006, un proceso liderado por el FSLN y guiado en particular por la vicepresidenta Rosario Murillo. Esos avances contradicen los ataques contra el gobierno por parte de líderes no representativas de las ONGs feministas, incluidas las beneficiarias del financiamiento del gobierno de Estados Unidos, como Sofía Montenegro y Violeta Granera, y otras figuras marginales, como Sandra Ramos o Azahalea Solís.
Después de los ataques iniciales del 18 al 23 de abril, bien organizados y extremadamente violentos, ejecutados por una oposición armada en por lo menos diez ciudades importantes, incluyendo Managua, Masaya, León, Granada, Jinotepe, Diriamba, Estelí y Bluefields, la resistencia al intento de derrocar al gobierno se consolidó rápidamente. Incluía a los principales sindicatos, a las principales organizaciones cooperativas, a las principales organizaciones representativas de la pequeña y mediana empresa, a la Asociación Nacional de Trabajadores Rurales, una organización nacional que es miembro de La Vía Campesina, al principal sindicato de estudiantes y también a la Unión de la los Adultos Mayores. En la Costa Caribe, la mayoría de las organizaciones indígenas y afrodescendientes apoyaron al gobierno. Esa realidad agrava aún más el dilema que enfrentan los progresistas extranjeros que se oponen al gobierno sandinista de Nicaragua, porque deja absolutamente clara la guerra de clases encarnada en el fallido intento de golpe de estado de 2018.
Monica López y Francisca Ramirez se reunen con Fabio Gadea. (Foto: Archivo)
Ninguno de estos dizque líderes de la sociedad civil condenó la violencia perpetrada por sus partidarios militantes y delincuentes a sueldo en las numerosas barricadas y tranques de carretera establecidos por la oposición en 2018 en parte para tratar de paralizar la vida económica del país y en parte para aterrorizar a la gente de base. Por el contrario, lo alentaron y reprimieron la verdad de incidentes como la masacre de cuatro policías y un maestro de escuela en El Morrito el 12 de julio de 2018, llevada a cabo por militantes del Movimiento Anti Canal que operaban tranques bajo la dirección de Medardo Mairena. Los activistas del CENIDH de Vilma Núñez invadieron violentamente el campus de la UNAN y persistentemente difundieron sistemáticas mentiras acusando a la policía de crímenes extremadamente graves los cuales ahora se ha demostrado categóricamente que fueron cometidos por la oposición, por ejemplo, la familia que murió atrapada en un incendio provocado a propósito en el distrito Carlos Marx de Managua el 16 de junio de 2018, entre varios otros.
Todo esto significa que la gente en Irlanda o en cualquier otro país de Norteamérica y Europa que expresa su solidaridad con la oposición política al presidente Daniel Ortega en Nicaragua está apoyando a organizaciones e individuos aliados con políticos de derecha y extrema derecha, con líderes de la gran empresa privada, con mercenarios de ONGs locales financiadas por Estados Unidos y países aliados, y también con los representantes más reaccionarios de la jerarquía de la Iglesia Católica. No existe ninguna otra oposición política, ni entre los movimientos sociales de Nicaragua ni entre sus organizaciones políticas. Los resultados de la encuesta MyR de mayo de 2019 confirman categóricamente la falta de apoyo público a la oposición de Nicaragua. Ya en septiembre de 2018, sólo el 28% de la población nicaragüense quería continuar las protestas a través de barricadas y tranques. Para mayo de 2019 esa cifra había bajado al 10%, con un 32% de la población de Nicaragua que se opone al Presidente Ortega y un 59% que lo apoya a él y a su gobierno.
Los dilemas que enfrentan los opositores occidentales al gobierno sandinista del presidente Ortega los han llevado a una disonancia cognitiva completamente demente. Dicen simultáneamente que se oponen a la intervención de EE.UU. mientras apoyan a una oposición nicaragüense que llama precisamente a...una intervención estadounidense y guerra económica. Afirman ser antiimperialistas al tiempo que contradicen el apoyo explícito al gobierno del FSLN de Nicaragua por parte del frente político de masas antiimperialista más importante de América Latina y el Caribe, el Foro Sao Paulo. Afirman ser democráticos al tiempo que omiten y suprimen deliberadamente la abundante información disponible en Nicaragua que permitiría al público en general en América del Norte y Europa tener una visión verdadera y justa que explicaría el apoyo mayoritario del Presidente Ortega.
Estas actitudes y comportamientos no son nada nuevo. Siempre ha habido una importante opinión neocolonial de izquierda en América del Norte y Europa, que siempre se permite ser engañada por medios de comunicación supuestamente liberales o progresistas y por ONGs poco honestas como Amnistía Internacional. Pero durante los últimos treinta años, las mismas mentiras y los mismos motivos de la guerra psicológica se han repetido constantemente hasta el punto de que ya no hay excusa para caer de nuevo en ellas. Como en el caso de Venezuela, Siria o Irán, la mayoría de los progresistas occidentales atacan fácilmente a los gobiernos y movimientos mayoritarios del mundo que defienden legítimamente su soberanía nacional. Nicaragua es otro ejemplo de este tipo de injusticia neocolonial promovida por los progresistas occidentales en connivencia con las mismas políticas imperialistas a las que dicen falsamente oponerse.