lunes, 26 de septiembre de 2022

Sobre el discurso de Petro en la ONU


 

Por Jorge Capelán.

Lo siento mucho, no es mi intención "escupir en la sopa" y sé que hay varios compañeros en Colombia que se van a sentir molestos por lo que escribo.

No me convence para nada el discurso del presidente Gustavo Petro de Colombia ante la Asamblea General de Naciones Unidas con su condena abstracta a "la guerra" a la vez que invita al Comando Sur de los Estados Unidos a plantar sus botas en la Amazonía colombiana, violando así la integridad, no solo de Colombia, sino del Abya Yala en su conjunto.

Suena muy bien la convocatoria de Petro a todos los países del Abya Yala a salvar la Amazonia, pero no con las botas de los marines yanquis. Eso no es una empresa noble, es alta traición a nuestros pueblos y a la Madre Tierra.

Este tipo de discursos, como el de Petro, cargados de expresiones floridas, recuerda mucho a las "sabias" reflexiones de Pepe Mujica, que terminó dejándonos a Almagro al frente de la OEA, y que en los últimos años se ha dedicado a hacer de alibi progresista de la cadena Deutsche Welle, el medio de guerra de la Otan en Alemania.

No gracias, ese "pacifismo" imperial no lo necesitamos. Quieren que critiquemos la guerra "venga de donde venga" para que al final aceptemos las botas de los marines en nuestro suelo o en cualquier otro suelo.

La frase de "Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria" es una confusión espantosa de conflictos y de las causas. ¿Quiénes "invadieron"? No señor, de un lado está la OTAN (Irak, Libia, Siria y también Ucrania...) y del otro está Rusia en su centenaria guerra defensiva contra las agresiones de Occidente.

Cualquiera que sepa lo más elemental de historia universal debería aceptarlo, y cualquiera con la información suficiente y con la más mínima decencia intelectual, no puede pasar por alto el constante avance hacia el este de las fronteras de la OTAN tras el colapso de la URSS.

"¿Para qué sirven la Otan y los imperios, si lo que viene es el fin de la inteligencia?", pregunta Petro. ¿La Otan y los imperios? Bonita forma de confundir colonizadores con colonizados - y al mismo tiempo quedar bien con todos, especialmente con la jefa del Comando Sur y con las ONG europeas y norteamericanas. Cabría preguntarse qué inteligencia es la que se está agotando.

Es muy bonito lanzar frases seudorradicales y culpar de todo a la "reproducción ampliada del capital" para no tener que nombrar a los verdaderos culpables en el mundo real.

El llamado de Petro a cambiar "deuda por vida (...) deuda por naturaleza" es patético porque no nombra quiénes son los verdaderos deudores. ¿Lo son China y Rusia? No señor, son los países de la OTAN, que controlan el FMI, el Banco Mundial y la banca privada planetaria. Son ellos los buitres, herederos de las potencias que desde hace siglos están comiendo las entrañas del Abya Yala.

Definir los términos de la catástrofe ecológica en desarrollo como "adicción" al dinero y a los combustibles fósiles, así, en abstracto, no es una apuesta ecosocialista que beneficie a los pueblos del Abya Yala, África, Asia o el Oriente Medio. No lo es, porque el Occidente Colectivo se benefició durante siglos del espacio de dióxido de carbono del planeta y hoy pretende negarle a nuestros pueblos el derecho a desarrollarse.

No mencionar el tema de la justicia climática, y el hecho de que las sociedades del "centro" del sistema imperial, deben a lo inmediato abandonar sus patrones infames de consumo, no es apoyar un programa que defienda al campesinado y a los pueblos originarios a escala global, sino más bien apoyar las políticas de "Nuevos Tratos Verdes" de la administración Biden y de los socialdemócratas en Canadá y Estados Unidos.

No son nuestros pueblos ni nuestros pobres los que poluyen el medio ambiente. Las cifras de uso de energía eléctrica son un ejemplo de ello: Los EEUU usan 12,000 kilowatts hora por persona al año; Japón, 7,150; Francia, 4,928. Por otro lado, Irán usa 3,072; Nicaragua 571; Sudán 268 y Yemen apenas 91. Si las sociedades imperiales hoy parecen "limpias", es porque descargan toda su basura (incluso la nuclear) sobre nosotros. Sobre todo, "externalizan" toda su producción sobre nosotros y consumen la parte del león - dejando a nuestros pueblos la tarea de hacerse cargo de los efectos.

Si no se mencionan esos temas, lo que se hace en realidad es apoyar los planes de Occidente para financiar la reconversión "verde" del planeta a cambio del establecimiento de una dictadura mundial de las multinacionales estadounidenses y europeas. El objetivo de esa política es hacer desaparecer a quienes, según las potencias occidentales, "estamos de sobra".

Ejemplo de este tipo de ambientalismo imperial lo tenemos en organizaciones como Population Matters, que con ayuda de personalidades públicas occidentales, publica vídeos de famosos como Greta Thunberg alertando de que el cambio climático "se ve agravado por nuestro enorme y creciente número de habitantes. Nuestro impacto en el medio ambiente es producto de nuestro consumo y de nuestro número. Debemos hacer frente a ambos".(1) Ese ecologismo maltusiano no es el ecologismo de los pueblos.

Esa es la agenda siniestra que los líderes del Abya Yala deben denunciar y no andar confundiendo los términos de quiénes son los que verdaderamente ponen en peligro a la humanidad y a la Madre Tierra.

Petro se lamenta de que "hay un fracaso total, civilizatorio, de la humanidad". Sí señor, es la "civilización" occidental del mundo la que se está viniendo abajo, y la tarea de los pueblos del Abya Yala, y de los pueblos del mundo, no es rescatarla, sino más bien favorecer el advenimiento de una civilización multipolar postoccidental. La vida de la Madre Tierra depende de ello.

(1) Max Ajl: A People's Green New Deal, Pluto Press, pág 65 2021.
 

jueves, 22 de septiembre de 2022

Las amenazas de Occidente a los pueblos del Abya Yala en tiempos de multipolaridad


 

Por Jorge Capelán, Visión Sandinista.

Estamos viviendo tiempos verdaderamente históricos en el mundo: Los tiempos del derrumbe del imperio más grande que haya conocido la humanidad. Occidente (Estados Unidos, Europa y algunos aliados más) todavía posee un poder considerable, pero en la práctica el mundo en muchos aspectos ya es multipolar. ¿Qué retos supone esta situación para nuestros pueblos del Abya Yala?

Los signos del fin de la unipolaridad que impuso Occidente tras el colapso de la Unión Soviética en 1990 hoy se hacen evidentes en el fracaso rotundo de las sanciones contra Rusia a raíz de la guerra de Ucrania, en el empuje cada vez mayor de los BRICS, en el desarrollo de China, etcétera.

Lo que en realidad se está viniendo abajo no es solamente el imperio estadounidense, sino también toda la civilización construida a raíz de la colonización europea del mundo.

Ante la pérdida de su hegemonía, la élite de la élite en Occidente busca algún tipo de escape que le permita mantener sus privilegios, los del 0.00001% de la población mundial. La agenda es fácil de ver para todo aquel que quiera leer las publicaciones del Foro Económico Mundial y sepa ver los elementos comunes de las dispares declaraciones de los dirigentes políticos estadounidenses, sean estos demócratas o “trumpistas”: Neutralizar a China y Rusia, garantizar que Europa jamás llegue a ser un competidor serio y destruir a todo estado soberano para imponer la dictadura directa de sus multinacionales sobre todo lo vivo en la tierra.

El capitalismo en la actualidad, dejado a merced de los grandes monopolios financierizados que lo controlan, no es capaz de producir otra cosa que especulación, aún mayor concentración de la riqueza y, claro está, guerras. La tendencia a la baja de la tasa de ganancia del capital no motiva a esos monopolios a invertir productivamente.

Solo Estados con políticas de desarrollo a mediano y largo plazo son capaces de obligar al capital a producir, o de democratizar la propiedad, de modo que se desarrolle la economía real que produce verdaderos bienes y servicios tangibles y no meras marcas o productos de mercadotecnia.

Lo que las élites occidentales buscan es “reamueblar” el mundo de acuerdo a sus intereses microscópicamente minoritarios, y para lograrlo necesitan destruir la capacidad de los pueblos de decidir sobre sus destinos. Pretenden deshacerse de la mayor parte de la humanidad, que según ellos consume demasiados recursos, y dejar a la Tierra como un coto privado de caza de los superricos. Algunos sueñan con enviar colonos a conquistar otros planetas mientras que otros desean cargar sus mentes y sus almas en algún servidor de Internet y así vivir eternamente.

En nombre de un modernismo materialista, las élites occidentales quieren destruir todo lo alcanzado por la humanidad y reemplazarlo por su visión de “progreso”, muy alejada de los seres humanos y sus necesidades, pero muy cercana a los mecanismos de las máquinas.

Más allá de la destrucción de las soberanías estatales, lo que la agenda imperial busca es destruir las soberanías culturales y sociales, así como la subjetividad de las personas. Quieren al último ser intercambiable, quieren a un ser materialista y sin alma, quieren al mero consumidor y no al productor, y con ese objetivo están implementando una corrosiva política para contrarrestar a la naciente multipolaridad.

Multipolaridad, al contrario de la agenda occidental, significa varios polos de civilizaciones diversas, con distintas maneras de entender el mundo pero con una voluntad conjunta de convivir en esta casa común que es la Madre Tierra. Cada uno de esos polos representa una lucha civilizatoria histórica de pueblos en diversas regiones del mundo. Multipolaridad significa a la vez preservación de las raíces culturales y existenciales, y la construcción de nuevas maneras de estar en y con el mundo.

Nosotros en el Abya Yala tenemos una tarea civilizatoria heroica por cumplir, la tarea que nos legaron Túpac Katari, Bolívar, Sandino, El Che, Fidel y Chávez.

No somos europeos ni somos “hijos de España”, por más que hablemos lenguas ibéricas o europeas. Estamos destinados a recuperar nuestras raíces indígenas, africanas y europeas (entre muchas otras) para construir un presente y un futuro de dignidad. Nuestro proyecto civilizatorio no es ni asiático, ni eslavo, ni anglosajón, ni europeo, ni africano, ni árabe: Es el Abya Yala, el nombre de la tierra viva del pueblo Cuna antes de la llegada de Cristóbal Colón, y no la América del italiano Américo Vespucio, que dibujó los primeros mapas de nuestra región.

Nuestros pueblos jamás han dejado de luchar. Esto último es especialmente cierto con respecto a la última década, cuando el imperio desató una contraofensiva para neutralizar los avances logrados por nuestros pueblos a raíz del triunfo de la Revolución Bolivariana de Venezuela en 1998. Fueron memorables las jornadas de lucha de pueblos como los de Chile, Ecuador y Colombia contra los regímenes neoliberales en sus respectivos países, así como la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador en México, al punto tal de que en muchos lugares se ha empezado a hablar de una verdadera “marea rosada” en América Latina. Pensamos que no se puede ser optimista en exceso. Si bien el imperio está debilitado, las debilidades en nuestro propio campo son bastante evidentes.

La crisis civilizatoria por la que atraviesa al mundo nos afecta a todos, al interior de un mismo país, de una misma organización o movimiento, o incluso a nivel de una misma familia o del individuo.

La constante ideológica más importante de la contraofensiva imperial es su objetivo de sembrar la confusión y el sectarismo entre todas las fuerzas que se oponen a la unipolaridad occidental. Si tras el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 instauraron la “guerra contra el terror” e inculcaron prejuicios contra los musulmanes y las personas de Oriente Medio en todo el mundo, así como han demonizaron a países como Siria e Irán, hoy en día pretenden que escojamos bando en una guerra entre supuestos (social) demócratas “progresistas” y “neonazis” al estilo de los supuestos partidarios de Donald Trump o Jair Bolsonaro.

¿Qué pasa hoy en día? Debemos entender que el imperio occidental en su estado de senilidad no produce ideología, más bien se apodera de temas que son relevantes para los pueblos con el fin de subvertirlos. A lo largo de la historia de los Estados Unidos, grandes magnates como Rockefeller, Ford, Carnegie, Soros, Pierre Omydiar (eBay) y otros han invertido sumas billonarias en todo tipo de fundaciones y tanques de pensamiento para manipular a los pueblos, pero no hay ideas nuevas.

Cambiaron el guión de “o estás con nosotros o estás con bin Laden” por el de “o estás con nosotros o estás con los fascistas de Trump”: De un lado, los “fascistas”, y del otro, los “socialistas-globalistas-totalitarios”. Son imágenes que no se corresponden totalmente con la realidad, sombras chinescas con las que quieren que nos trencemos para desangrarnos con nuestros amigos, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, pueblos y países.

El peligro para los pueblos del mundo es asumir que esas caricaturas verdaderamente expresan sus intereses y aceptar tomar partido en una guerra que ha sido diseñada para destruirlos, tanto en el norte como en el sur.

Biden y Trump tienen cosas fundamentales en común: El Destino Manifiesto; la creencia en la excepcionalidad de Estados Unidos y el tener una gran cercanía al dinero. Ninguno de ellos irá en contra de los dictados de Estado Profundo, de la banca, de la industria armamentista o de alguna de las pocas familias oligárquicas que controlan los Estados Unidos.

El centro del poder en Estados Unidos es financiero-militar y su agenda estratégica es la globalista. El espantapájaros para implementarla es “el fascista de Trump” (o Bolsonaro, o cualquier otra variante local), pero la orientación general es siempre la misma.

Esa agenda es fácil de ver para todo aquel que quiera leer las publicaciones del Foro Económico Mundial: La dictadura directa de las multinacionales sobre todo lo vivo en la tierra. Más allá de las palabras que suenan bonitas (para algunos), lo que buscan es destruir la economía mundial y monopolizar los escombros que queden por medios dictatoriales, tanto en el norte como en el sur: una dictadura medieval de alta tecnología, sencillamente.

En lo económico, los “progresistas” (social) demócratas en Estados Unidos y Europa recomiendan variantes de la denominada Teoría Monetaria Moderna, basada en la impresión de dinero sin respaldo productivo para (supuestamente) combatir el desempleo, crear puestos de trabajo y reactivar la economía. Muchas veces sus propuestas son vistas como progresistas, por ejemplo las promesas de “rentas básicas universales”, sobre todo comparadas con las propuestas de los “fascistas” partidarios del “loco de Trump”, que solo consisten en bajar los impuestos, preferentemente los de los ricos, a diestra y siniestra.

Lo que ni los “progresistas” ni los “fascistas” occidentales gustan hacer, es cuestionar al sacrosanto sistema capitalista, democratizar la economía, redistribuir la tierra y mucho menos las riquezas.

En lo económico, las medidas de unos u otros no hacen otra cosa que profundizar la dependencia financiera, económica y tecnológica de nuestros pueblos y de nuestros países, que no cuentan con monedas de reserva internacional como el dólar o el euro.

Mientras que los “progresistas” hablan a cada rato del peligro del cambio climático y hasta proponen un “nuevo trato verde” (un programa de inversión pública “ecológica” similar al Nuevo Trato de Roosevelt contra la Gran Depresión en los 1930s) los “fascistas” niegan toda amenaza de colapso ecológico y proponen seguir usando combustibles fósiles, energía nuclear, etcétera. En esa cacofonía entre “progresistas” y “fascistas” occidentales, quedan ahogadas las voces de la mayoría de la humanidad que plantea el problema de la crisis ecológica en términos de justicia climática.

Occidente basó su desarrollo en la explotación inmisericorde del espacio de dióxido de carbono del planeta. Ahora le toca a los países occidentales apretarse el cinturón y permitir que los países de la periferia, en especial los más pobres, puedan desarrollarse.

Los “Tratos Verdes” de los progresistas occidentales son inviables porque cuestan enormes cantidades de dióxido de carbono en la producción de equipos como paneles solares, parques eólicos y autos eléctricos. Las propuestas de cultivo a gran escala de granos para biocombustible son una quimera y el uso masivo de productos transgénicos en la alimentación una amenaza a la biodiversidad. Esas propuestas solo son intentos por alargar la vida útil del capitalismo occidental financiando con fondos públicos a los monopolios capitalistas privados de Occidente.

Por otro lado, las propuestas negacionistas del cambio climático significan un suicidio para nuestros pueblos, no solo porque las consecuencias de ese cambio desde hace tiempo ya se están sintiendo. La crisis ecológica es real, con unos modelos de pesca y de agricultura totalmente insostenibles, basados en la destrucción de las economías campesinas en todo el planeta.

Lo que nuestros pueblos necesitan son respuestas que tomen en cuenta todos los aspectos del problema, que garanticen el desarrollo sin perder de vista a la Madre Tierra como sujeto de derechos, combinando la investigación científica y las tecnologías más avanzadas con los conocimientos, saberes y prácticas ancestrales de los pueblos.

Los “progresistas” se dicen campeones de los derechos de las mujeres y la diversidad sexual, pero la verdad es que estos derechos, especialmente en Occidente, parecen ir en retroceso con pasos agigantados. Los “fascistas”, por su parte, se dicen campeones de los derechos de la familia, aunque dan por sobreentendido que la familia que dicen defender es de un tipo muy particular, según sus propias preferencias.

Lo que en realidad ha tenido lugar en las últimas décadas ha sido una apropiación occidental de la lucha por los derechos de las mujeres y por los derechos de la diversidad sexual a favor de una agenda académica posmoderna que reduce todo al lenguaje y al individualismo a ultranza.

Reformas del lenguaje poco hacen por avanzar los derechos reales de las mujeres al control sobre sus condiciones de vida, especialmente materiales, y por el contrario, mucho hace para ideologizar aún más el debate y dividir a los sectores populares en lugar de fomentar alianzas amplias contra la violencia.

Hasta hace unos 20 años, era generalmente aceptada la diferencia entre sexo biológico (las diferencias cromosómicas entre los sexos) y el género como “construcción social” (lo que cada sociedad define como perteneciente a lo masculino, femenino, etcétera), es decir, una construcción histórica de significados realizada por grandes grupos sociales.

Actualmente, en el debate publico se entiende como género una esencia identitaria definida por cada individuo “subjetivamente”; es más, parece que el sexo ya no existe sino el “género” concebido de manera subjetiva. Más allá del derecho que cada persona mayor de edad tenga de transformar su cuerpo como lo desee, este debate “trans” ha tenido efectos sumamente perniciosos, tanto para las mujeres como para los niños al confundir todos los términos de la identidad.

A las mujeres, que tanto esfuerzo les ha costado conquistar (incluso precariamente) una serie de derechos, ahora se les señala, junto a los hombres, de ser parte del “problema” y se las acusa de “heteronormativas” solo por defender su identidad de mujeres.

La inclusión del cambio de género como un servicio del modelo público de atención en salud es algo muy extraño en amplios sectores del Abya Yala que aún luchan por el acceso a la salud mas básica, pero no solo eso, sino que como alternativa individual la “cirugía transgénero” no resulta muy realista para la inmensa mayoría de los transexuales por ser una intervención muy dolorosa, peligrosa, irreversible, costosa y que además no resulta en un verdadero cambio de sexo.

Asimismo, con la excusa del debate “trans” desde Occidente se sexualiza a generaciones de niños que ya habían sido sexualizadas agresivamente por toda la industria de los medios multinacionales, creándole a los niños serios problemas de identidad, casi obligándoles a elegir desde temprana edad su “identidad sexual” cuando ni siquiera tienen la menor idea de lo que eso significa.

Es obvio que toda esta agenda es sumamente divisiva y genera amplios rechazos en los sectores populares. No todo conservadurismo es reaccionario, especialmente si tiende a conservar valores, concepciones y prácticas que han servido a los pueblos para resistir a la opresión durante cientos de años.

Para amplios sectores populares en el Abya Yala, independientemente de su profesión de fe, la vida tiene un valor en sí misma, por eso se oponen fervientemente al aborto. Esa toma de posición debe ser respetada.

Por otro lado, los que critican la agenda “trans” de los “progresistas” a menudo caen en la posición contraria, que es la de negar la opresión de género y la violencia que ejercen muchos hombres, negar la discriminación contra las mujeres y contra las minorías sexuales y en algunos casos hasta defender el maltrato a los niños. Esto, obviamente, es un retroceso intolerable, especialmente en una región del mundo en la que las mujeres, sencillamente no aceptan más la opresión de género.

Nicaragua ha sido muy criticada en ciertos círculos por el curso que el país bajo la conducción del Comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo ha tomado en torno a temas como el aborto, pero lo cierto es que pocos países del Abya Yala han avanzado mas en lo que respecta a los derechos de las mujeres, de la diversidad sexual y de los niños a través del diálogo y los consensos entre los sectores populares.

Las prioridades impuestas por las ONG “de género” del imperio, a menudo chocan con las verdaderas prioridades de las mujeres, que más bien piden acceso real a la salud, verdadero poder económico, representación política, protección de la Justicia y respeto a sus valores.

Otro frente que los “progresistas” imperiales han intentado manipular para dividir a los pueblos es el del racismo, el antirracismo y las identidades de los pueblos. Otra vez, estas cuestiones son reales tanto en el norte como en el sur, no son inventos del imperio.

Occidente como centro de poder imperial le debe todo al genocidio de pueblos enteros y a la instauración de un orden racista universal con su ombligo como centro del mundo. Sin embargo, el antirracismo enarbolado como bandera por los socialdemócratas imperiales no está destinado a hacer justicia con esos temas, sino al contrario, a impedir que los pueblos encuentren alternativas políticas eficaces que los lleven a ser sujetos de la historia.

Ninguno de los referentes del antirracismo del siglo XX, desde Ho Chi Minh o Sandino hasta Franz Fanon, Martin Luther King o Malcolm X, podría entender lo que muchos hoy en día llaman “antirracismo”, un antirracismo que no se solidariza con los pueblos atacados por el imperialismo, y que parece mas interesado en bajar estatuas o librar guerras de símbolos que en ayudar a parir un mundo multipolar y dar al traste con la unipolaridad occidental, verdadero origen del racismo sobre la tierra.

Los antirracistas en los países del norte que entienden la necesidad de luchar contra el imperio, desgraciadamente son minoría. Por ejemplo, a la mayoría de los antirracistas de Occidente más bien se les ve tragar sin chistar la propaganda occidental antirrusa y eslavofóbica.

Lo que domina en la conciencia mediática promovida por Occidente es un antirracismo liberal, basado actitudes individuales y en la promesa de que algún tía “todos” tendrán un lugarcito bajo el sol del imperio neoliberal. Lo que existe no es una lucha para conquistar derechos, sino una perenne guerrilla para mantener con vida el pleito entre los progresistas buenos que luchan contra la “discriminación” y los fascistas malos que dicen ser “discriminados” por tanto antirracismo. Desgraciadamente, a menudo los que se enfrentan y sufren las verdaderas consecuencias son pobres de ambos lados.

La criminal cacofonía ideológica del imperio es una trampa mortal: Si nuestros movimientos empiezan a pensar que la mitad de la población es “fascista”, es un signo de que se está abandonando la perspectiva de la lucha por la hegemonía y el peligro de caer en las guerras sectarias de Occidente está a las puertas.

Los ejemplos de Chile y Argentina ilustran peligrosas y destructivas tendencias hacia la polarización en el seno del Abya Yala producto de esta guerra sicológica imperial.

En Chile, la derrota del “Sí” en el plebiscito constitucional el pasado 4 de septiembre, donde un 85% del electorado (récord histórico) rechazó categóricamente el proyecto de carta magna elaborado por la Constituyente, muestra la grave división existente. No solo hubo una “mayoría silenciosa” que apoyó a la derecha, también hubo un millón de votantes que dos años antes se expresaron a favor de una Constituyente, este año rechazaron el documento elaborado por ella.

La causa de la derrota no puede verse solamente en la agresiva campaña de desinformación de la derecha, también hubo una tendencia a convertir un documento que en realidad debería ser una declaración de principios y un marco para la convivencia en la caja de deseos de las organizaciones participantes en un contexto en el que ya se sabia que habían ideas muy encontradas a nivel social en torno a una serie de cuestiones.

Desde una perspectiva regional, es muy cuestionable que se haya incluido que, en sus relaciones internacionales, Chile se comprometería con “la promoción y el respeto a los derechos humanos (etcétera)” en otros países, especialmente de la región, lo que constituye una ruptura con los acuerdos de la CELAC en el sentido del respeto a la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos de los demás países. Sería muy peligroso que algún país del Abya Yala quisiera erigirse en juez moral del resto de la región, de una manera muy similar a los gobiernos occidentales y su entramado de ONG tóxicas.

En Argentina, actualmente se atraviesa una seria crisis, con una campaña ya muy larga de odio mediático de los medios de la derecha e intentos de asesinato contra la vicepresidenta Cristina Fernández, así como una creciente polarización, agravada por una crisis interna sobre el rumbo del proceso.

Esta polarización se da en medio de una gran frustración, no solo de sectores medios, por los desastrosos resultados económicos tras la gestión neoliberal de Mauricio Macri, que endeudó al país con cifras récord a nivel mundial, y tras los efectos de la pandemia, que implicaron enormes costos para el Estado. Una de las pocas áreas en las que la coalición progresista gobernante ha logrado avanzar ha sido el tema de género, por cierto con mucho apoyo en sectores de la población, especialmente en lo que respecta a la violencia contra las mujeres, pero también con muchos rechazos, por ejemplo en temas como el aborto.

En lo político, el presidente Alberto Fernández un día dice querer estrechar lazos con Rusia y al día siguiente vota con Occidente sobre Ucrania; un día dice querer liderar la CELAC y al día siguiente se somete a las órdenes de EE. UU. de secuestrar un avión venezolano con toda su tripulación, y otro día, viaja a Washington a pedir ayuda económica.

Tanto en Chile como en Argentina, gobiernos influenciados por el progresismo de inspiración occidental, vacilan entre la apuesta por un mundo “nuestroamericano” y multipolar, y los dictados occidentales, cosechando aún más frustración y allanando el terreno para que las contradicciones se diriman de manera violenta en las calles.

En Colombia, cuyo flamante presidente Gustavo Petro inició su gestión con una serie de medidas que despertaron gran expectación, tanto dentro como fuera de sus fronteras para sorprender con la propuesta que a inicios de septiembre le hizo a la general Laura L. Richardson, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, en el sentido de crear una fuerza militar conjunta con el fin de “proteger la Amazonía de emergencias como los incendios forestales”.

Es cierto que Colombia es un país militarmente ocupado por los Estados Unidos, con varias bases en su territorio, y que además ostenta el dudoso honor de ser “socio global” de la OTAN, pero el solo hecho de dejar que las botas de los marines oficialmente actúen en la Amazonía es algo que sobrepasa los límites nacionales para convertirse en una amenaza directa a Perú, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Brasil, para no hablar de todo el Abya Yala.

La visita de Richardson a Colombia fue parte de una gira que realizó por varios países de la región con el expreso fin de contrarrestar la influencia de China y de Rusia, y de promover el aislamiento de, especialmente, Nicaragua, Cuba y Venezuela. Este tipo de presiones diplomático-militares son una parte del arsenal imperial destinado a subvertir la voluntad de nuestros pueblos. No se puede descartar que el imperio occidental busque desatar una o más guerras entre países hermanos de la región con el pretexto de los incendios de la Amazonía, la triple frontera del litio, el narcotráfico o cualquier otra cosa.

El otro arsenal imperial es un verdadero ejército de ONG occidentales usando diversos temas como mampara (género, medio ambiente, trabajo con jóvenes, pueblos originarios, etcétera) con el fin de cooptar a los movimientos populares del Abya Yala. Asimismo, todas las fundaciones socialdemócratas de Norteamérica y Europa destinan fondos de ayuda política, pero el objetivo de esta ayuda está totalmente supeditado a la estrategia de la OTAN y nada tiene que ver con los de nuestros pueblos. Por último, toda una parafernalia similar es movilizada por Occidente para influenciar a nuestros pueblos “por la derecha” y así incendiar y dividir nuestra región.

Los movimientos político-sociales del Abya Yala deben reflexionar a fondo sobre los puntos que hemos expuesto y estudiar las estrategias del imperio para saber identificarlas y combatirlas en cada uno de sus procesos. Occidente se está derrumbando, pero conserva poder destructor para rato.

 

martes, 20 de septiembre de 2022

Naciones Unidas, democracia y terrorismo

 

Tropas de la ONU suprimieron las protestas en Haiti en 2010. (Imagen: Al Jazeerah)


Por Stephen Sefton, Tortilla con Sal.

Esta semana se abre la sesión setenta y siete de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el ambiente internacional más conflictivo desde la Segunda Guerra Mundial. En efecto, la OTAN está atacando a la Federación Rusa en Ucrania y Estados Unidos está provocando a China alrededor de Taiwan. Muchos temen un posible conflicto nuclear. La causa fundamental de estos altos niveles de inseguridad y conflicto es el rechazo de parte de los Estados Unidos y sus aliados de acomodarse a la nueva realidad de un mundo multipolar.

De hecho, las élites que gobiernan esos países rechazan los principios fundamentales de la ONU y nunca los han respetado. Al contrario, han socavado y abusado el derecho internacional con el pretexto de promover la democracia y la libertad. Han cometido repetidas agresiones contra gobiernos legítimamente elegidos por medio del uso de ilegales medidas coercitivas y abierto terrorismo. La ONU principalmente les interesa en la medida en que les permite prestar una espuria capa de legitimidad a sus crímenes.

Las intervenciones en esta semana en la Asamblea General de la ONU seguramente van a ser enfocadas en esta situación, con los Estados Unidos y sus aliados cada vez más aislados frente a la opinión del mundo mayoritario. Por ejemplo, en su discurso en la reciente Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, el Presidente Xi Jinping de la Republica Popular China comentó “Debemos de quedar firmes en defender el sistema internacional centrado en las Naciones Unidas y la orden internacional basado en el derecho internacional, practicar los valores comunes de la humanidad y rechazar el juego de suma-cero y las políticas de bloques.”

En la misma Cumbre, el Presidente Vladimir Putin de la Federación Rusa declaró, “El papel creciente de nuevos centros del poder está llegando a tener un enfoque más clara y la interacción entre estos centros no se basa en algunas reglas espurias, las cuales nadie ha podido ver y que son impuestas por fuerzas externas, sino se basan en los principios reconocidos universalmente y en las normas del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas, o sea, una seguridad igual e indivisible y respeto para la soberançia de cada quien, de sus valores nacionales y sus intereses.”

La Cancillería de la Federación Rusa ha sido más explícita, cuando declaró en estos días que “Rusia está determinada a hacer hincapié en la lucha contra intentos de socavar la reputación de la ONU y someterla a la voluntad de Occidente colectivo... Estamos luchando por un mundo multipolar, por el derecho de los Estados soberanos de vivir y desarrollarse, sin ser sometidos a permanente presión y amenazas por parte de EE.UU. y sus aliados occidentales.”

Son contundentes estas declaraciones de parte de las dos potencias quizás las mas importantes en el mundo, las cuales, para el momento, Estados Unidos no se ha atrevido a enfrentar militarmente de manera directa. Sin embargo, el proceso de cooptación de las Naciones Unidas por Estados Unidos y sus aliados occidentales es muy avanzado y posiblemente irreversible. De tal manera que, por lo menos en este momento, es muy difícil ver cómo Rusia y China pueden revertir la situación actual sin poder promover junto con el mundo mayoritario una refundación genuínamente democrática de la ONU.

El mandato de la ONU consiste en mantener la paz y la seguridad internacional, proteger los derechos humanos, facilitar la suministración de ayuda humanitaria, promover el desarrollo económico y garantizar el derecho internacional. Pero Estados Unidos y sus aliados han dominado la ONU desde su fundación en 1945. Dos años después, en 1947, Estados Unidos estableció la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, precisamente para intervenir activamente, de manera global, en los asuntos internos de los países del mundo en contra de los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas. Desde un inicio, ha sido una tarea fundamental de Estados Unidos socavar el derecho internacional y los principios de la ONU y usar la organización para blanquear los crímenes alrededor del mundo de los Estados Unidos y sus aliados.

Por ejemplo, a pocos años de su fundación, la ONU se ocupó para legitimar la destrucción de Corea entre 1950 y 1953. General Curtis Le May, jefe de la aviación militar yanquí, se ufanaba de haber destruido por completo todas las ciudades y pueblos de la República Democrática Popular de Corea con la pérdida de millones de vidas de personas civiles. En otro ejemplo, desde 1946 hasta 1954, la CIA y sus agencias aliadas europeas financiaban y armaban las fuerzas genocidas ucranianos, antiguos colaboradores con la Alemania Nazi, para desatar una guerra terrorista en Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética, que costó la vida de más de 400,000 personas.

Desde aquellas orígenes hasta la fecha, de manera rutinaria, Estados Unidos y sus aliados han empleado el terrorismo militar y económico para desestabilizar gobiernos legítimos que se oponen a su voluntad. El terror estatal y el terrorismo han sido y siguen siendo las características principales de la política externa de Estados Unidos, desde Vietnam a Chile, de Indonesia a Iraq, los ejemplos abundan. En América Latina y el Caribe, Cuba ha sido víctima durante más de sesenta años de la agresión militar, un bloqueo genocida económica y persistentes ataques terroristas de Estados Unidos.

En 1986, la máxima instancia judicial del sistema de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia, condenó Estados Unidos por su terrorismo contra Nicaragua. Sin embargo, el sistema de Naciones Unidas fue incapaz de hacer cumplir debidamente la sentencia. Al contrario, con el avance del tiempo desde el fin de la Guerra Fría, las diferentes oficinas de las Naciones Unidas han sido cada vez más cooptadas para blanquear las políticas terroristas de Estados Unidos. Y este proceso se ha intensificado con la emergencia de China y Rusia y lo que Estados Unidos ve como la creciente amenaza de un mundo más equitativo y genuínamente democrático.

Hay muchos abusos del sistema de la ONU por los poderes occidentales, los cuales no quieren aceptar que su dominio mundial se acabó. Las misiones de las llamadas cascos azules, las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, han sido un ejemplo muy claro de esto. En Haiti han servido como un ejército de ocupación para reprimir la población e imponer resultados electorales completamente anti-democráticos, al gusto de los Estados Unidos y sus aliados.

Lo mismo pasó en Costa Marfil en 2010 cuando un representante de la ONU, respaldado por una misión de cascos azules compuesta de fuerzas militares francesas, descartó una sentencia del Corte Suprema de ese país sobre una disputa electoral e impuso el candidato presidencial preferido de Francia. El papel de la misión militar de la ONU en el Congo también ha sido muy cuestionado por no haber protegido a las poblaciones locales de repetidas masacres por fuerzas agresores procedentes de Rwanda y Uganda. De igual manera, la ONU ha sido incapaz de detener el sufrimiento del pueblo palestina y su genocidio en camera lenta de parte de Israel con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea.

Pero la mala fe y la mentira a favor de Estados Unidos caracterizan no solamente las misiones en el exterior, sino varias otras importantes organizaciones de la ONU. Entre otros países, Nicaragua y Venezuela han sido víctimas de la mala fe de los informes de las oficinas de la ONU como la Alta Comisión de Naciones Unidas para los Refugiados, o del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Por otro lado, se ha demostrado que la dirección de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas alteró los informes de sus técnicos sobre incidentes en Siria para culpar de manera falsa al gobierno del Presidente Assad del uso de armas químicas. Otro ejemplo más reciente es el informe del Organismo Internacional de Energía Atómica sobre el central nuclear de Zaparozhje en Ucrania, que omitió por completo que todos los ataques al central nuclear originaban de parte de las fuerzas armadas ucranianas y así se esperaba echar la culpa de la situación a la Federación Rusa.

En efecto estas organizaciones de la ONU son extensiones del Departamento de Estado de los Estados Unidos, prácticamente de la misma manera que lo es la Organización de Estados Americanos. Así que, Estados Unidos y sus aliados manipulan, corrompen y deforman la ONU y sus estructuras para lograr los objetivos de su política exterior y esconder la verdad de sus extensos, múltiples crímenes en el mundo. Así lo han hecho desde la fundación de esta organización. Queda a ver  si sera posible rescatar la ONU y asegurar que cumple con sus objetivos originales, en vez de ser meramente un instrumento más que facilita el despojo y terrorismo mundial de los países del Occidente contra el mundo mayoritario.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

El estrecho camino entre Bruselas y Samarcanda

 


Por Fabrizio Casari, Cuaderno Sandinista. 

Se ve difícil el camino de la UE hacia un tope de precios para los hidrocarburos rusos. Una lectura unificada para 27 países, con 27 realidades energéticas diferentes, únicamente sobre la base de una moción política, parece poco creíble. La propuesta italiana de ampliar el límite de precios a todos los proveedores, independientemente de su nacionalidad, es seguida por otros cuatro países, mientras que tres creen que sólo debería aplicarse al gas ruso (pero esto sería una nueva sanción a Rusia, no una política de ahorro energético). Al no existir la unanimidad necesaria, se pospone a la reunión de mediados de octubre. Si se suponía que era una demostración de decisión y unidad, por ahora es un signo de debilidad y fragmentación.

El tope de precios no tiene en cuenta que sobre los recursos estratégicos ningún bloque puede determinar las reglas para todo el mundo. Es probable que la dependencia de la UE de EE.UU. le haga creer que puede imponer decisiones, fijar precios, decidir rutas y sancionar la desobediencia; la realidad, en cambio, ve a una Europa que carece de prestigio internacional, de peso en el mercado y de impacto en los Estados no pertenecientes a la UE.

Como era de esperar, la primera respuesta vino de Opec+Rusia, que considera que la decisión del G7 sobre el precio de los hidrocarburos es una invasión de campo, un intento de mover políticamente a los países productores en su beneficio. Por ello, ha decidido recortar la producción de 100.000 barriles diarios para mantener el precio: lo contrario de lo que quería Biden que, hace menos de un mes en Ryad, había pedido a Arabia Saudí que aumentara la producción para reducir la influencia del petróleo ruso en el mercado mundial.

La respuesta de Rusia fue anunciada por Putin en la cumbre de Vladivostok: «Pice cap sería una decisión absolutamente estúpida. No suministraremos nada si va en contra de nuestros intereses», dijo Putin, «ni gas, ni petróleo, ni carbón, ni fuel, nada».

Europa dice estar convencida de acorralar a Moscú, pero la diversificación de las ventas de hidrocarburos rusos – que se traduce en la esterilización parcial de las sanciones – es ya un hecho. Bruselas, en cambio, olvida que parte de su crecimiento económico se debió a la ausencia de inversiones que no fueran en renovables, porque compraba gas a precios inferiores al valor de mercado y en una cantidad más que suficiente para su subsistencia y sus planes de desarrollo industrial.

Cuando Rusia corte el suministro, la UE se verá obligada a recurrir al gas licuado de EE.UU., con un coste un 55% superior y en volúmenes limitados. La parte que puede comprarse en el mercado internacional a otros proveedores costará un 25% más que la de Rusia y, en conjunto, seguirá sin cubrir lo necesario.

El dominó europeo ve a Noruega, el principal productor europeo, que tiene contratos vinculantes con Alemania, que a su vez tendrá que dirigir sus esfuerzos hacia el este y no podrá favorecer a otros socios europeos. Francia dice estar dispuesta a apoyar la demanda alemana, pero aún así no será suficiente para la economía alemana. Así comenzará un proceso de canibalización interna de la UE que verá a Italia y Grecia de rodillas y a España y Portugal en serios problemas.

¿Crisis alimentaria? ¿De quién?

Putin aprovechó la oportunidad para exponer otra narrativa falsificada sobre el conflicto en Ucrania («Rusia no empezó la guerra en Ucrania, sino que está tratando de terminar lo que empezó en 2014», dijo) y el dramático asunto de la crisis alimentaria. Según Putin, 345 millones de personas en el mundo sufren inseguridad alimentaria, 2,5 veces más que en 2019.

La crisis alimentaria estaba en el punto de mira general de la corriente atlantista desde hacía unas semanas, y la OTAN pedía que los barcos ucranianos que contenían grano fueran retirados de Odesa. Moscú, con la mediación de Ankara, permitió la salida de los barcos ucranianos, pero las cosas resultaron muy diferentes a lo anunciado.
La primera mentira es que el grano era ucraniano: son las grandes empresas alimentarias estadounidenses las que lo poseen. La segunda es el destino: falso que estuvieran destinados a países africanos, el grano fue a parar a Europa. Sólo dos de los 87 barcos estaban cargados de trigo. Sólo se exportaron 60.000 toneladas de alimentos de los 2 millones de toneladas de mercancías. Sólo el 3% del grano se envía a los países en desarrollo. Putin anunció que hablará con Erdogan para decidir las medidas necesarias, y el primer ministro turco recordó el papel de mediador asumido por Ankara, mientras «Occidente ha adoptado una política provocadora hacia Rusia».

La Cumbre de Samarcanda

Más esperada que la cumbre de ministros de Asuntos Exteriores europeos es la que se celebrará en Samarcanda los días 15 y 16 de septiembre. El mítico oasis de Tamerlán, parada clave en la antigua Ruta de la Seda, acogerá la cumbre de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai), que es un foro de diálogo entre ocho países: China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Fue aquí, en 2013, donde Xi Jinping habló por primera vez del «Yi dai yi lu» – un cinturón, una carretera – que luego se convertiría en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, la Nueva Via de la Seda.

La democratización de la economía internacional y la cooperación múltiple serán temas de la agenda de la reunión, en la que estarán presentes tanto Putin como Xi. Para el presidente chino, es la primera misión en el extranjero desde enero de 2020, cuando estalló la pandemia de Covid. Llegará tras dos paradas en Kazajistán y Uzbekistán y verá a Putin por primera vez desde el inicio del conflicto en Ucrania.

Algunos observadores internacionales atribuyen a esta reunión un valor de prueba de la solidez de las relaciones entre Moscú y Pekín, especulando con la posibilidad de que esta última albergue dudas sobre la idoneidad de la operación en Ucrania. Pero estas tesis parecen más bien esperanzas que análisis. Entre los temas de la reunión figurarán el nuevo marco global en Europa y Asia, que ha cambiado significativamente, la solidez del diálogo político y la profundización del acuerdo de cooperación militar, así como el estado de las relaciones entre ambos países.

Las provocaciones de Estados Unidos en Taiwán y la escalada militar de la OTAN en Ucrania refuerzan y amplían las áreas de cooperación política y militar entre Moscú y Pekín. La agresividad de Estados Unidos, que desde Europa del Este hasta Asia desata la desestabilización, las hostilidades económicas y financieras y las provocaciones militares, indica la preocupación de la Casa Blanca, que está dispuesta a un conflicto global para no renunciar a su dominio absoluto sobre el planeta y remodelar su gobernanza global con otras potencias mundiales y regionales.

En este sentido, es obvio que la cooperación militar entre Moscú y Pekín, fruto y no génesis del entendimiento político general sobre cuestiones globales, debe actualizarse, empezando por el multilateralismo y el fin de la era de dominación planetaria del globalismo occidental.

El aumento de los intercambios comerciales y financieros ha incrementado la interdependencia mutua entre los dos gigantes. El aumento de los suministros de hidrocarburos rusos a China y el anuncio del acuerdo entre Rusia y Mongolia para un nuevo gasoducto que abastecerá a Pekín, reconfortan a Xi, que desconfía de que la histeria estadounidense y el servilismo europeo hagan estragos en los delicados equilibrios militares, financieros y políticos mundiales.

Al fin y al cabo, China, con el 20% de la población mundial, sólo tiene el 7% de la tierra cultivable del planeta; necesita alimentos y nutrición para mantener su crecimiento, y las tensiones en el escenario internacional corren el riesgo de convertirse en un problema de seguridad nacional. Por eso está acaparando enormes cantidades de alimentos en los mercados mundiales; incluso ante las inundaciones y sequías que han afectado a algunas regiones de China, la determinación de hacer acopio ha aumentado. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en 2023 habrá un 65% del maíz y un 53% del trigo mundial en los silos del gigante asiático. En este sentido, los hidrocarburos rusos, al igual que los cereales, tienen una importancia crucial para el gigante asiático.

La cumbre de la OCS será una oportunidad para la confrontación política en consonancia con un proyecto compartido de democratización de la economía mundial, que ya figura con fuerza en la agenda de los países BRICS (a los que Argentina solicitó su adhesión a Pekín la semana pasada). Pero el crecimiento de una idea de desarrollo sostenible para todos no puede eludir la cuestión de la reducción de la influencia nefasta y depredadora del orden único dirigido por Estados Unidos. En palabras de Putin, «el mundo no debe basarse en los dictados de un país, que se imagina ser el representante de Dios en la Tierra».

 

lunes, 12 de septiembre de 2022

La génesis económica de las sanciones occidentales y su ineficacia estratégica

 

El Centro Regional de Estudios internacionales CREI te invita a la 8va conferencia del curso sobre La Geopolítica Rusa en la Transformación del Orden Mundial.

Tema: "LA GÉNESIS ECONÓMICA DE LAS SANCIONES OCCIDENTALES Y SU INEFICACIA ESTRATÉGICA".

Dictada por: Jorge Capelan (Uruguay)

Jueves 15 de septiembre 11:am hora de Nicaragua.

martes, 6 de septiembre de 2022

La UE, a todo gas hacia el barranco

 


Por Fabrizio Casari.

La decisión de la UE de limitar el coste del gas y el petróleo ya ha tenido una primera respuesta por parte de Rusia, que ha quemado millones y millones de metros cúbicos de gas metano, lo que indica que prefiere quemarlo antes que venderlo en las condiciones de Bruselas. Además, la decisión de intentar imponer un tope de precios a toda la UE, ampliándolo a los países del G7, no tiene nada que ver con el mercado mundial de los hidrocarburos: es una decisión política que solo pretende reducir los ingresos de Moscú, nada más.

Von der Leyen, a estas alturas ventrílocuo de Zelensky -que no controla toda Ucrania, sino que dirige toda la UE-, también ha anunciado medidas de prohibición de visados contra los ciudadanos rusos. No está claro qué tienen que ver los ciudadanos rusos individualmente con la guerra, pero está claro desde el principio de esta histeria rusofóbica que las represalias al estilo nazi siempre tienen un cierto efecto de nostalgia canalla en alemanes e italianos.

La UE culpa a Rusia de las restricciones en el suministro de gas a Europa, pero se cuida de no decir que esto responde a las sanciones europeas. De hecho, la prohibición de exportar componentes tecnológicos a Rusia, necesarios para el mantenimiento de los gasoductos y las plantas de extracción de gas, socava la capacidad de producción rusa y, en consecuencia, reduce los ingresos por la venta de gas. Así que Moscú reacciona. ¿Creían que podían golpear a Rusia de cualquier manera y que ésta se pondría de rodillas y pediría perdón? ¿Las lecciones de la historia del siglo XX no han enseñado nada a Europa?

Pero algo, incluso aquí, no cuadra: desde el 24 de febrero, la UE avanza hacia el fin de las relaciones comerciales con Rusia, en primer lugar el gas del que depende. Entonces, si Moscú con sus decisiones favorece este escenario, ¿por qué el enfado europeo? ¿O se cree que se pueden aplicar sanciones y declarar la guerra (de hecho, se teme formalmente) y el enemigo debe consentir dando las respuestas que los sancionadores quieren, incluyendo las formas, lugares y tiempos deseados por Bruselas? Esto es neurodelirio y no la Comisión Europea.

Por mucha arrogancia impotente que se quiera aportar, hay un límite incluso para la lógica y el sentido común. Si empiezas una guerra comercial, espera una guerra comercial idéntica, nadie se detendrá y sacará pecho para que le den más fácilmente. Lo cierto es que cada movimiento debería prever un contramovimiento y otros más, pero el odio ideológico que impregna Bruselas ciega incluso la ya de por sí corta visión de sus comisarios. En este momento, quien está en emergencia energética y se enfrentará a una emergencia económica y social aún mayor es la UE y no Rusia. Sin embargo, la UE guarda silencio al respecto, al igual que sobre otro gran logro de Estados Unidos con la guerra de Ucrania: por primera vez en 20 años, el euro vale menos que el dólar. Felicidades a la UE.

En sí misma, la decisión de imponer un precio político a una mercancía estratégica rompe con el tabú ultraliberal que dice que los mercados se autorregulan. Que el mercado se autorregula ha sido históricamente una mentira. Tanto más cuanto que el turbo-liberalismo, corriente mayoritaria del capitalismo sin capital, decidió asignar el crecimiento del valor a la especulación financiera y no a la economía.

Los gobernantes europeos ni siquiera se han planteado la reacción de la Opec ante una decisión que afectaría inevitablemente al mercado del petróleo, dada la enorme cantidad que aporta Rusia al mercado mundial: para sostener el precio del crudo, podría decidir recortar la producción, desencadenando así otra peligrosa espiral de crisis energética.

Lo que menos se entiende es que India, China, Sudáfrica, Brasil o México acepten los caprichos europeos. Nueva Delhi, que está experimentando un poderoso crecimiento, necesita los hidrocarburos rusos, que compra en grandes cantidades y a bajo precio con yenes y rublos. ¿Qué interés tendría en romper el vínculo con Moscú? ¿Para mantener contenta a la Sra. Von der Leyen? Y uno se pregunta: si la decisión es política, ¿cómo es que no imponemos un precio político al petróleo saudí que lleva años masacrando Yemen?

Si la UE podrá decidir o no, lo sabremos la próxima semana, pero es poco probable que se materialice dada la falta de unanimidad interna. Al final, la UE comprará el gas al precio y con la moneda con la que se lo vendan, ya que cuando lo que se vende es un bien primario que todo el mundo necesita, el precio lo pone quien vende y no quien compra. 

En la apoteosis de la dependencia, el antiguo imperio de las colonias, ahora una colonia en sí misma, compra el gas de esquisto estadounidense a un precio 55 veces superior al que valía antes de que se sancionara el gas ruso (¿qué se sabe?). Además, en cantidades insuficientes, ya que la producción estadounidense se dirige principalmente a Asia. Y tal vez buena parte de la respuesta a la continuación de esta guerra se encuentre aquí. Estados Unidos es el primer exportador mundial de gas licuado. Su gas de esquisto se produce mediante el fracking, una técnica de trituración de rocas. Un método peligroso y caro, extremadamente perjudicial para el medio ambiente, e insultante para las resoluciones de las conferencias internacionales sobre el clima de Kioto y París. 

La estrategia de Estados Unidos se basa en la total aquiescencia de los gobiernos europeos. Con las sanciones llega la contracción del comercio entre Rusia y Europa. La reducción de los volúmenes, en presencia de un nivel igual de la demanda, conduce a un aumento de los precios. Los Estados europeos, que sufren las oleadas especulativas de las corporaciones y los especuladores que trabajan en las burbujas alcistas de las materias primas, no tienen más remedio que trasladar la carga de éstas a la parte inferior, es decir, a los consumidores. 

La guerra sigue y no precede, aumenta, pero no provoca, el encarecimiento del gas y el petróleo. Esto surgió durante la pandemia, cuando las grandes empresas vieron una extraordinaria oportunidad de obtener beneficios adicionales. Y que solo era especulación y no se veía afectada por las dificultades logísticas lo demuestra la pospandemia: el coste de la producción de energía no ha bajado ni siquiera en presencia de la normalización post-pandémica. La demanda de hidrocarburos se mantiene por debajo del nivel anterior al covid debido a la desaparición de decenas de miles de empresas y millones de personas. Por lo tanto, si una menor demanda aumenta de toda manera los precios, significa que hay pura especulación. Y que el mayor crecimiento de los costes es atribuible precisamente a las maniobras especulativas: se puede comprobar comparando cómo en 2008 el petróleo costaba 145 dólares por barril y la gasolina 1,3 euros por litro. Hoy cuesta 110 dólares el barril, 35 menos, pero la gasolina cuesta 2,3.

Sin embargo, la guerra sirve a la narrativa mentirosa sobre los costes del gas: se omite que los flujos de Rusia a Europa han continuado a través de Ucrania y su reducción fue una decisión de Moscú en respuesta a las sanciones de la UE. Las sanciones favorecen enormemente la especulación de las empresas extractivas internacionales. No es casualidad que ni siquiera se intente iniciar una solución político-diplomática; al contrario, el nivel del conflicto con Rusia se eleva constantemente; porque la continuación de la guerra permite que continúe la hipoteca política y especulativa sobre los hidrocarburos. 

La reducción de la circulación del gas ruso aumenta enormemente el valor del gas de esquisto estadounidense. Y no es casualidad que el inicio de su exportación masiva de gas de esquisto hace unos años coincida con el inicio de las sanciones a Rusia y Alemania por el acuerdo de construcción del Nord Stream 2. Habría apoyado la demanda europea de gas a precios razonables y convertido a Rusia en el principal socio estratégico, no solo comercial, de Bruselas, relegando así a Washington a una posición dominante reducida. 

La guerra no terminará por varias razones, entre ellas porque devolvería la centralidad comercial a Rusia, competidor implacable del gas estadounidense. La guerra durará tanto para tratar de golpear a Rusia y China, como para ampliar más allá de todo límite los beneficios que se estimulan hábilmente sobre una situación de crisis de suministro.

Hasta aquí la libertad de Ucrania frente al gobierno voraz, hasta aquí el agresor y el agredido. Si la guerra terminara, se acabaría -o al menos se reduciría- la especulación que conviene a las grandes compañías energéticas y a los fondos de cobertura, y esto sacaría a la luz la complicidad de los gobiernos que, uno a uno, son comprados por ellos y actúan para sus intereses. El resto es propaganda.

Jorge Capelán en ExtraPlus: El contexto mundial actual

    El contexto actual mundial es complicado, pero tiene mucho que ver con las diferencias de concepción entre un mundo unipolar y otro ...