Por Jorge Capelán.
Ayer, el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera anunciaron su renuncia para evitar un baño de sangre en Bolivia, pero los golpistas no dejaron de matar y perseguir, tal y como lo muestran los cruentos vídeos e imágenes que circulan por las redes sociales.
No pueden los asambleístas del Movimiento Al Socialismo acudir a un parlamento a punta de pistola, con sus familiares amenazados de muerte por los golpistas, para avalar con su voto lo que evidentemente es un golpe de Estado.
Con sus mismas acciones los golpistas dan prueba de que no pueden controlar un Gobierno que en la práctica no posee apoyo popular. Si esos golpistas estuvieran convencidos de tener apoyo, habrían dejado de matar, torturar, robar y saquear, y habrían logrado llamar a nuevas elecciones, que fue lo que prometió el presidente Evo Morales antes de renunciar a su cargo.
Los golpistas saben muy bien que ya se han revelado en todo su racismo, su fascismo y su odio, y que el pueblo boliviano los castigaría masivamente en las urnas. Así como nunca quisieron presentar las pruebas del supuesto fraude que alegaban, tampoco están dispuestos a someterse al voto popular porque saben que no son mayoría.
Tan incapaces y corruptos son los golpistas, que ya se están peleando entre sí por el poder. Ahora los movimientos sociales en Bolivia se están levantando y muestran la verdadera fuerza del pueblo. Vienen días muy duros para el pueblo de Bolivia, días de sangre, pero ese pueblo sabe que es mucho lo que tiene que defender.
Ahora las derechas del continente se frotan las manos, pero de reojo miran, y no pueden dejar de sentir el sudor frío correr por sus espaldas ante la reacción del gigante popular que han despertado.