La Gran Vía en Madrid el 15 de marzo. Wikipedia. |
Así reflexionan en Suecia sobre la tendencia de cerrar países enteros para hacerle frente al coronavirus. Las consecuencias de esto pueden ser peores que el propio Covid-19, como indica este artículo publicado hoy.
Lo que nadie se atreve a decir
Lottie Knutson
Aftonbladet, 22 de marzo 2020.
Da la sensación como si todos nosotros nos hubiéramos metido en baño calentito y agradable de protección y aislamiento. De trabajo desde la casa a la temperatura perfecta y de sociedades cerradas en su punto justo, ni mucho ni demasiado poco. Pero alguien cerró el grifo y quitó el tapón. Al mismo tiempo.
El agua desapareció en 30 segundos. Yo estoy aquí todavía, helada y con el pelo mojado. La bañera está vacía. El agua del baño, desperdiciada.
Pero los políticos siguen metiendo sales de baño y espuma concentrada, sin agua caliente que circule y las disuelva.
En lugar de cuidar y proteger a los más débiles las economías y las personas de todo el mundo se han encerrado y le han dado al botón de apagar. Fronteras, lugares de trabajo y colegios de secundaria, cerrados. Los jóvenes y sanos, en casa.
Los autoproclamados expertos gritan "¡Hurra!" e instigan: "¡Cierren también las escuelas primarias!". Prohíban todo tipo de deportes en el tiempo libre. A pesar de que los niños no se ponen especialmente enfermos. A pesar de que las personas mayores, que son a las que verdaderamente habría que proteger, protestan. Y siguen saliendo como si no pasara nada. Pero con más y más muchachos que andan dando vueltas en los centros comerciales y las estaciones centrales.
Cuando se cierra la economía aumentan los despidos. Instantáneamente. Los economistas gritan hasta enronquecer: "¡Vamos hacia un crash!" La depresión económica está tocando a la puerta.
Pero el riesgo no solo es la depresión económica, sino la humana. Las sociedades y economías totalmente cerradas son un serio riesgo para la salud pública: una búsqueda rápida en Google indica que 40 000 personas se quitaron la vida como consecuencia del crash de la bolsa de Wall Street en 1929.
Hay estudios que muestran que una amenaza de desempleo está detrás de uno de cada cinco suicidios.
¿Qué pasaría si se murieran más porque se cerró la llave del grifo que por el virus en sí?
Cuando se cierran las escuelas se le está quitando a los niños más vulnerables el único plato de comida caliente que reciben en el día. No reciben las horas de calma relativa que a pesar de todo les brinda la escuela. Son obligados a renunciar al beneficioso paseo diario a la escuela. Se les quita el gimnasio. Además se les quita su educación, porque la educación a distancia a la larga exige una disciplina que ni la gran mayoría de los adultos tienen.
Ya se ha llamado la atención sobre el sobrepeso entre los niños y jóvenes. No va a ser mejor con el ordenador encendido todo el día. Lo mismo pasa con la gran cantidad de niños y jóvenes que se sentían solos y solas desde antes que el miedo al virus cerrara al mundo.
Ahora con el cierre de los grifos corremos el riesgo de enfrentar consecuencias peores para la salud pública que la enfermedad en sí.
Kilos de sales de baño sobre una piel y unas mucosas ya medio resecas tal vez no sean la solución, cuando en realidad deberíamos atrevernos a abrir de nuevo la llave del grifo.
Traducción: Jorge Capelán.