Elías Noguera y Germán Pomares Ordóñez “El Danto”, Cerro “las Cuchillas”, campamentos Cuba, 1979. (Foto: Blog de Carlos Agatón) |
Por Carlos Fonseca Terán.
Alguien dijo una vez que ser joven y no ser revolucionario es no tener corazón, pero que llegar a viejo y seguir siendo revolucionario, es no tener cabeza. Y el Frente en los ochenta estaba lleno de jóvenes con corazón y de viejos sin cabeza; ahora no tanto, pero es el único partido donde siempre ha habido y todavía abundan esos jóvenes y esos viejos.
Las revoluciones las hacen los jóvenes por1que son más puros y no hay nada más puro que una revolución; porque tienen menos que perder al no tener intereses creados que defender.
Y porque hay una parte del cerebro de la que depende la sensatez, y se forma a los veinticinco años; Arlen Siú murió a los dieciocho, Leonel Rugama a los veinte. Jóvenes con corazón. Carlos Fonseca a los cuarenta; Germán Pomares a los cuarenta y uno. Viejos sin cabeza.
A ambos los conocí, un privilegio circunstancial que no tuvieron los de mi generación.
Germán Pomares era Mateo en Cuba, y si tuviera que escoger una sola palabra para describirlo, sería: ternura; hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás, decía el Che. Como era pelón, los chavalos (encabezados por el que más jodía, que era Humberto Tijerino) le quitábamos el sombrero y le caía la zopilotera, lo cual le divertía muchísimo. El otro viejo sin cabeza que he mencionado era mi padre; y la palabra en su caso sería (y por favor, que nadie se asuste): dureza. Pero de esa que necesitan los huesos para sostener el cuerpo.
(Tomado de Revista Correo, “En el lugar y el momento correcto de la historia”, Revista Correo 40, mayo-junio 2009)