sábado, 20 de noviembre de 2021

Artesanía de bambú: Una alternativa económica solidaria y creativa

Por Jorge Capelán.

En 2018, la violencia golpista dejó sin trabajo a Mauricio Antonio Núñez, un trabajador de la construcción en el camino a San Francisco de Bolas, en el sur de Managua. Lo que nunca se hubiera imaginado fue que gracias al apoyo del Gobierno sandinista en la artesanía de bambú encontraría una nueva vocación y una nueva manera de trabajar junto con otras personas en su misma situación.

“Ya tenemos tres años de estar trabajando con el bambú –explica–. Yo no conocía nada al respecto, era totalmente ignorante en la cuestión del bambú, e inclusive, yo nunca pensé que podría hacer dibujos o arte”, agrega. Dice que jamás había tallado madera, pero el pasado 13 de noviembre ganó el tercer lugar y un premio de 5 mil córdobas en un concurso de artesanía organizado por el Mefcca, lo que representa para él un gran incentivo moral.

“Yo me dedicaba anteriormente a construcciones, pero debido a los sucesos que ya todos sabemos (el derrotado intento de ‘revolución de colores’ financiado por los Estados Unidos), me quedé sin trabajo porque me metí en defensa del Gobierno. Yo le trabajaba mucho a las empresas de construcción grandes y entonces por ahí me cortaron definitivamente. Y vino un proyecto de bambú aquí a mi sector, que iban a enseñar en el Parque de Ferias. Me inscribí por curiosidad, yo decía ‘quiero ver cómo es esto’, pero qué va, desde el primer día me encantó y entonces comencé a seguir todos los cursos, ya he tenido como 6 o 7. El último fue de laminado de bambú”, explica.

 Mauricio dice que los cursos los imparten profesores nicas, centroamericanos y también de China-Taiwán, un país con una gran tradición en el uso del bambú, no solo para la elaboración de artesanías, sino también de grandes construcciones.

 “Los cursos han sido continuos –dice Mauricio–. Por ejemplo, en el 2018 creo que recibimos 3 cursos. En el 2019 volvimos a recibir, creo que fueron dos cursos, y este año recibimos otros dos cursos, uno sobre juguetería y otro de bambú laminado”.

“De ahí viene la realización de todos estos muebles que usted ve aquí”, dice y muestra una colección de máscaras, arañas de techo, muebles y hasta un hermoso bastón labrado.

“Nunca me imaginé que yo podría hacer esto. Yo creo que lo único que faltaba era un poquito de descubrimiento y que alguien lo puliera a uno. Yo todavía sigo aprendiendo. Porque yo todavía soy nuevo, no soy como los del municipio de Nindirí y la gente de esos lados que ya traen ‘ese gen’ (de la artesanía) y desde pequeños ya van aprendiendo el arte”, explica.

Al inicio, Mauricio solo recibió apoyo de capacitación, pero cuando estuvo claro su compromiso con el proyecto de trabajar con el bambú, comenzó a recibir algunos créditos. “Inicialmente yo estuve luchando con lo poco que tenía. Ya luego, en el 2019 el Gobierno me dio un préstamo que utilicé para comprar materia prima y algunas herramientas que no poseía”, dice.

“De ahí comencé a trabajar un poco más, a tener clientes… Si usted mira aquí va a ver que casi no tengo nada, porque a mí me llaman y me dicen ‘mirá, haceme tal cosa’ y entonces yo voy haciendo y voy entregando. Ese es uno de los motivos por los que yo no tengo muchas cosas. Por ejemplo, ese bastón que le mostré es para un cliente y se lo tengo que entregar. Ya lo debía haber entregado, pero quería tenerlo el día de hoy para mostrarle”, explica.

Lo primera pieza que vendió fue una máscara. “A la gente le encantó”, cuenta y dice que sintió una gran alegría. “Ahora tengo clientes que me están esperando con encargos, pero yo les digo que para esto tienen que tener paciencia, porque uno tiene que estar seguro de lo que está entregando, porque el bambú es delicado”, explica.

Según Mauricio, si el bambú no se cura bien y se le entrega la pieza al cliente, entonces se corre el riesgo de que la polilla (o sea, el comején) comience a comérsela “y ya es una entrega mala aunque haya estado lindo el trabajo”.

El bambú es un material que tiene su ciencia. Según Mauricio, hay que tener conocimientos para todas las fases del proceso, “desde el corte, que tiene que ser con la luna en cuarto menguante a las cuatro de la mañana para que la polilla no entre”.

“O sea, es una técnica ancestral y es al natural. Después está el secado al sol, no hay que dejar la pieza totalmente expuesta, sino que uno la saca de 9 de la mañana a dos o tres de la tarde, más o menos. Uno tiene que estar girándola para que seque parejo, que no haya un lado más verde y otro más oscuro”, explica.

Según Mauricio el bambú en estos momentos (noviembre) está bastante caro, porque solo se está produciendo en Matagalpa y Jinotepe, “aunque hay muchos compañeros que tienen hectáreas sembradas, pero todavía no es el tiempo del corte”. Agrega que gracias al apoyo de China-Taiwán a Nicaragua han llegado variedades que no teníamos en el país, por ejemplo, variedades bien delgadas y una de bambú grande para hacer columnas de construcción.

Explica que diferentes tipos de bambú sirven para diferentes propósitos. Además, el acoplamiento de las piezas no es tan sencillo como con la madera, sino que requiere una técnica que hay que dominar bien. Por ejemplo, para armar un mueble primero hay que hacer todas las piezas, no se puede ir armando y haciendo las piezas al mismo tiempo.

“Todo lo que es bambú tiene una técnica maravillosa, que el que no lo sabe cree que es fácil, pero no”, subraya.

Las herramientas fundamentales para trabajar el bambú son la lijadora, la caladora, el taladro, el “rotor tool” (herramienta rotativa genérica) y pirograbadores de diversos tamaños. La inversión inicial en máquinas y herramientas para trabajar el bambú es de por lo menos unos 10 mil córdobas. “Después, el resto se puede trabajar artesanalmente, pero cuesta un poco más de trabajo y hay que saberlo hacer”, agrega. 

Mauricio explica que hoy en día las piezas de bambú no son solo tubulares, se pueden hacer tablas muy resistentes a partir de reglas del material. Ese tipo de tablas “sirve para todo, hasta para puertas”

Le pregunto a Mauricio si se siente agradecido con el Mefcca por el apoyo brindado para dedicarse al bambú. “¡Uf! ¡Muy agradecido! Si no fuera por el Mefcca yo no estuviera en esto ahorita, quién sabe cómo estuviera… Además, ellos no dejan de darnos seguimiento. Para mañana, por ejemplo, nos citaron a un curso para que nosotros aprendamos a hacer nuestro logo, a hacer algo más comercial, que sea vistoso. No pienso fallar”, dice.

Explica que en el bambú todo es utilizable. Además, los artesanos no se quedan en el trabajo con el bambú ya cosechado, sino que también tratan de sembrarlo. Mauricio me muestra unas cañas pequeñitas en un recipiente con agua: “Aquí el bambú ya está retoñando. Esto lo sembramos aquí. Primeramente lo sembramos en bolsa y ya cuando crezca lo trasladamos a tierra.”


“También tenemos una cooperativa para la producción de bambú. La conformamos 10 compañeros”. La idea es tener la materia prima para trabajarla y también vender el bambú, incluso las plantitas pequeñas, que ahora andan por los 80 o 100 córdobas la unidad. Dice que tienen programado sembrar mil plantas solo para ese fin.

“O sea que yo trabajo por mi cuenta y con la cooperativa. Con la cooperativa son cosas más grandes y por mi cuenta, ahí estamos, haciendo lámparas” u otros encargos de artesanías a gusto del cliente. Los clientes le envían los diseños por WhatsApp y Mauricio elabora los objetos según lo acordado.

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