lunes, 15 de noviembre de 2021

La injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de la región y en especial en Nicaragua

 

La Conferencia presencial-virtual contó con la participación de Leonid Savin, director de la Fundación Fidel Castro; Manuel Espinoza, director del Centro Ruso del Fondo "Ruskiy Mir" en Managua; Angélica Pérez Espinoza, licenciada en Ciencias Políticas; José Francisco Herrera, filósofo y analista de la Universidad de Costa Rica y el periodista y analista político Jorge Capelán.

Notas de la intervención del periodista y analista político Jorge Capelán en la conferencia “La Injerencia Norteamericana para Influenciar las Elecciones en Nicaragua” organizada por el Fondo Ruso y la Fundación Fidel Castro para el Desarrollo de las Relaciones Ruso-Cubanas el pasado 12 de noviembre en Managua.

Por Jorge Capelán.

El injerencismo de Estados Unidos en este, su “patio trasero” es concomitante a su carácter imperial. Los Estados Unidos son en última instancia una potencia militar-financiera. Este es un determinante genético de su esencia geopolítica.

Los Estados Unidos son una superpotencia que basa su poderío en su hábil y despiadada combinación del poder militar y del dólar, es decir, de la deuda, una economía basada en el poder de la deuda y en la fe en la guerra: Para la superpotencia occidental, se trata de una guerra que genera deuda, que a su vez genera dominación. La dominación imperial genera deuda que financia guerras, que a su vez generan dominación. Obviamente, la deuda de los propios EEUU siempre la pagan otros (es, como se acostumbra decir, “externalizada”).

La injerencia de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe es incluso anterior a la formulación de su doctrina geopolítica fundamental, la del Destino Manifiesto. Debemos recordar que ningún país de esta región que haya sindo invadido por Estados Unidos se ha salvado de repetir la experiencia al menos otra vez en su historia.

En 1823 (hace casi dos siglos), John Quincy Adams acuña la Doctrina de la Fruta Madura: “Cuba, una vez separada de España (...) incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana.” Ese mismo Quincy Adams meses después escribiría la Doctrina Monroe (América para los estadounidenses). Esto es incluso anterior a los editoriales de John O’Sullivan / Jane Cazenau que dieron lugar a la formulación de la Doctrina del “Destino Manifiesto”.

La importancia de Centroamérica y El Caribe para el imperio estadounidense es fundamentalmente geopolítica, ya que la región tiene la clave del tráfico de mercancías entre este y oeste, norte y sur. Además, aún hoy en día, tiene un peso enorme en el tráfico entre las dos costas de Estados Unidos. Esos son los factores que han llevado a Estados Unidos (y a las potencias coloniales como Gran Bretaña) a desear mantener la región sumida en la pobreza y balcanizada.

Esto es especialmente importante en el caso de Nicaragua, uno de los pocos países en el mundo (si no el único) que siendo más grande ha perdido territorio a manos de sus vecinos más pequeños. (Costa Rica y Honduras). Nicaragua tiene la llave de la integración centroamericana porque tiene dos grandes fronteras terrestres (norte y sur) y dos grandes costas (Pacífico y Atlántico).

Si Nicaragua se convierte en un Estado Nacional fuerte, podrá ayudar a unir a toda Centroamérica, por eso los EEUU se han encargado a lo largo de la historia en mantenerla pobre y en guerra.

En diferentes épocas, los Estados Unidos (y las potencias coloniales) han insertado a nuestros países centroamericanos en torno a diferentes “booms” del mercado mundial con commodities como el pino ocote, henequén, ganado, café, algodón, frutas… Entre los años 30 y 70 del siglo pasado, los EEUU le fueron asignando distintos papeles a los países de la región:

A Nicaragua, con la dictadura de Somoza y luego con el establecimiento del Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA), se le asignó el papel de gendarme militar de EEUU. Ese rol se perdió con el triunfo revolucionario de 1979. A Costa Rica le fue asignando el papel de gendarme ideológico progresista en su variante socialdemoócrata-anticomunista. A Panamá, se le asignó el papel de centro comercial regional y de entrenamiento  contrainsurgente por medio de la Escuela de Las Américas, en la zona del Canal.

Todo ese sistema se ha venido desarticulando junto con la desarticulación que ha venido experimentando el imperio a nivel global.

El imperio estadounidense da muestra de profundas contradicciones con el desarrollo de políticas cada vez más autoritarias y a la vez de pérdida de influencia estratégica. Todo esto es expresión del proceso de financierización / pérdida de productividad y competitividad y de la pérdida de cohesión de su poder, tanto a lo interno como a nivel global. Estos dos procesos a su vez llevan a su actual modelo de monopolismo financiero autoritario al que se le ha dado el nombre de El Gran Reseteo.

En Centroamérica, en los años 90 del siglo pasado, con el proyecto contrainsurgente del Plan-Puebla-Panamá los Estados Unidos quisieron articular la región como parte de la globalización neoliberal (ALCA/FTAA) y a la vez atajar cualquier posibilidad de gobiernos populares. Ese proyecto fue derrotado en 2005 y de él solo nos quedó la interconexión eléctrica de la región, una obra que, paradójicamente, podría ser utilizada en beneficio de los pueblos de nuestra región. De hecho, hoy en día es difícil desarticular un país como Nicaragua sin dejar sin luz eléctrica a todo el istmo.

Del desarrollismo contrainsurgente de los años 60 sobrevive tercamente el Sistema de Integración Centroamericano (constantemente boicoteado por Costa Rica) y en particular su Banco Centroamericano de Integración Económica, un banco cooperativo propiedad de los países de la región sin la presencia de Estados Unidos y que basa sus préstamos en consideraciones técnicas, no políticas, que le ha permitido a Nicaragua sortear el veto crediticio estadounidense en otras instancias internacionales.

Hoy en día, los Estados Unidos no tienen proyecto hacia Centroamérica, más allá del miedo a la migración y al “populismo” (y, por supuesto,  a “Ortega”).

    • Casi todos los países de Centroamérica quieren comerciar con China.
    • En EEUU no hay una unidad de criterios: unos quieren seguir haciendo negocios, otros quieren “democratizar” la región.
    • El comercio intrarregional es muy importante.
    • En lo que respecta a Nicaragua, la región depende de muchos de los alimentos que produce este país, así como del transporte terrestre que pasa por sus fronteras.
    • Los EEUU casi no tiene liderazgos confiables en Centroamérica, ni siquiera Costa Rica, interesada como está en sacar partido de las oportunidades económicas que presenta la multipolaridad. En Honduras no quieren a Juan Orlando Hernández por sus nexos con el narcotráfico pero temen una victoria electoral del partido de izquierda LIBRE. En El Salvador no quieren a Nayib Bukele pero temen al FMLN y no confían en que la ultraderechista ARENA pueda garantizar la gobernabilidad.
      
Los EEUU no son capaces de controlar ningún país de la región en caso de que lo invadiesen o que lograsen algún “cambio de régimen”; sin embargo, sí son capaces de destruir y de causar gran sufrimiento.

En el caso concreto de Nicaragua, Biden con su discurso enfrenta una serie de realidades: Por ejemplo, amenaza con expulsar a Nicaragua del Tratado de Libre Comercio CAFTA-DR, pero sus reglas le favorecen y son lesivas para Nicaragua. Expulsar a Nicaragua del TLC (más allá de que para lograrlo el imperio necesite el voto de todos sus socios-miembros) perjudica a EEUU. Por su parte, Nicaragua perdería su mercado más importante, pero su economía jamás antes había estado tan diversificada como hoy en día. Además, capitales estadounidenses y norteamericanos, como la gasífera New Fortress Energy, mineras canadienses y empresas de maquilas invierten en Nicaragua. New Fortress invierte 700 millones de dólares en la planta de gas natural más avanzada de Centroamérica con un contrato de venta de gas a Nicaragua por 25 años, difícilmente estaría interesada en la desestabilización de Nicaragua.

Asimismo, una eventual desestabilización de Nicaragua causaría pérdidas a todo el istmo, lo que se vio durante el derrotado intento de montar una “revolución de colores” en el 2018. Entonces, cientos de camiones estuvieron parados por meses en la carretera panamericana. Un proyecto de Costa Rica por establecer una línea de ferrys directa hacia El Salvador fracasó porque no puede suplir ni una fracción de la demanda del transporte terrestre de mercancías.

Por último, la política agresiva de EEUU hacia Nicaragua agrava el problema migratorio en la región en vez de aliviarlo.

Desde el exterior es fácil ver los peligros tras el discurso de la administración Biden, pero no es tan fácil entender que Nicaragua cuenta con fortalezas:

Por ejemplo, Nicaragua no depende de alimentos estadounidenses para su subsistencia. Cerca del 90% de todos los alimentos de consumo popular en Nicaragua son producidos en el país. Los niveles de soberanía y seguridad alimentarias han aumentado muchísimo desde el regreso al poder del FSLN y seguirán haciéndolo con las actuales políticas hacia el campesinado.

El país cuenta con un fuerte consenso interno en torno al proyecto de desarrollo, lo que se patentiza en las pasadas elecciones del 7 de noviembre en las que el FSLN ganó con más del 75% de los votos y un 65% de participación popular.

El Gobierno sandinista da muestras de un alto nivel de gestión y ejecución del presupuesto por encima del 95% y ha reducido enormemente su dependencia del petróleo para producir energía, con niveles de producción de un 75% de fuentes renovables hoy en día y la meta de alcanzar el 85% muy pronto. Nicaragua en la actualidad cuenta con las mejores carreteras y con la mejor red de salud pública de Centroamérica, así como con planes quinquenales de Desarrollo Humano tendientes a fortalecer todos los aspectos de la sociedad y luchar contra la pobreza.

En el plano internacional, Nicaragua cuenta con un comercio y unas relaciones muy diversificadas que desmienten la propaganda occidental de un supuesto aislamiento del país. Además cuenta con una alianza estratégica con Rusia (que ha sido y es de enorme importancia, desde becas, inversiones y maquinaria hasta alimentos) y con el proyecto del Gran Canal Interoceánico en conjunto con la empresa china HKND cuyo gerente general Wang Jing recientemente felicitó al Comandante Daniel Ortega por su triunfo en las elecciones del 7 de noviembre. Todos estos elementos son productos de una política exterior inteligente basada en la rica experiencia de la década de los años 80 del siglo pasado.

En cuanto a los eventuales daños que las políticas estadounidenses puedan causar a Nicaragua, creemos que los más serios vienen del sector financiero, dado el control imperial sobre el Sistema SWIFT, que puede llegar a entorpecer seriamente las transacciones con nuestro país. Asimismo, la permanente campaña internacional de mentiras por parte de los Estados Unidos y los medios bajo el control de la OTAN, que daña sectores como el turismo a causa de las percepciones que implanta en las audiencias occidentales. La política estadounidense de aislar a Nicaragua del resto de la región latinoamericana, por ejemplo con resoluciones como la de la OEA, parece más un producto de su campaña internacional de propaganda que un factor de peso real para las relaciones bilaterales con la mayoría de los países, que en general son bastante buenas. Es difícil construir a una Nicaragua como amenaza hacia América Latina, dado su tamaño y su población. Por ejemplo, nadie podría creer seriamente en discursos que culpen a Nicaragua de llenar de inmigrantes otros países latinoamericanos que de hecho son mucho más grandes.

Un capítulo aparte lo merecen los mecanismos tecnológicos de agresión, especialmente la dependencia del país de las redes sociales estadounidenses, que son un poderoso mecanismo de penetración cultural, desinformación y control social/espionaje. Se impone desarrollar los conocimientos de la población, y en especial de la juventud, sobre cómo funcionan estos dispositivos y cómo atentan contra el país y la sociedad, impulsando alternativas propias.

Por su parte, las políticas agresivas de EEUU sobre Nicaragua tendrán algunos efectos previsibles: En primer lugar, un mayor acercamiento de Nicaragua hacia Rusia y China. Con respecto a esta última, no sería extraño que Nicaragua abandone su política de acercamiento a Taiwán, que heredó de los gobiernos liberales. En segundo lugar, una diversificación aún mayor de las relaciones internacionales y el comercio con todos los países del mundo. En tercer lugar, un aislamiento aún mayor de la ya terminalmente herida oligarquía local, en la medida en que la mayoría de la población la responsabiliza de los daños económicos de la fallida “revolución de colores” de 2018. En cuarto lugar, las políticas agresivas de Estados Unidos traerían consigo la profundización del modelo cristiano, socialista y solidario de Nicaragua.


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