miércoles, 19 de enero de 2022

Cafiero en EE. UU.: La Agenda

 



Por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare.

SANTA FE-ARGENTINA Para los argentinos localistas, resulta común afirmar que “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”. Lo que podría extenderse –en una visión más amplia-, que “Dios está en el universo, pero atiende en Washington”... Por lo menos para los países dependientes.

Desde que Alberto Fernández asumió la presidencia, el gobierno comenzó una negociación con acreedores privados –por un lado-, con los que acordó reduciendo en 34.000 millones de dólares lo que se les debe pagar. Por el otro se inicio la misma tarea con el FMI, al que Mauricio Macri le abrió la puerta, en un intento por frenar el estallido de su economía y asegurarse su re-elección (no pudo con ninguna).

El ministro de Economía Martín Guzmán es un experto en re-negociación de deudas soberanas, con suficiente experiencia y reconocimiento a nivel europeo y mundial. Lleva adelante una trabajosa negociación con el organismo, donde los argentinos sabemos que con el máximo optimismo posible lo que se podría llegar a conseguir se acercaría a 'lo menos malo' para el país.

Esa es la realidad. Porque Macri dejó al país en default; porque paralizó la economía; porque destruyó el mercado interno; porque abrió las puertas a importaciones; porque aumentó la desocupación y pobreza; y porque dejó al país aislado y sin poder acceder a los mercados de capitales (¡).

Con esa realidad se hace muy difícil sentarse a negociar con cualquier; mucho menos con el FMI, máximo acreedor del país; organismo que cuenta como aliados –por si fuera poco- con los medios hegemónicos formadores de opinión y con el abanico de la oposición neoliberal y derechista.

El préstamo otorgado a Macri ha sido tan escandaloso que desde el propio FMI han tenido que aceptar ciertos ‘avances’ argentinos en la negociación. Pero todos sabemos que no estamos ante un problema ecómico-financiero, sino político.

El FMI otorgó semejante préstamo por una decisión política del entonces presidente de EEUU, Donald Trump. Ahora, para poder ‘destrabar’ la negociación se necesita de la decisión política estadounidense.

El tema está en que Washington exige que se cumpla lo planteado por el FMI (ajustes), y respuestas y garantías políticas. En otras palabras: mayor alineamiento con la geopolítica washingtoniana.

Por ello el presidente Fernández envió al canciller Santiago Cafiero en visita oficial a Estados Unidos. Estuvo en el Departamento de Estado y con la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi.

Una visita en medio que ha reaparecido en los últimos tiempos una recuperación de las fuerzas progresistas en Latinoamérica (triunfo del MAS en Bolivia; derrota del oficialismo derechista en Chile; triunfo progresista en Perú; victorias del chavismo en elecciones venezolanas; nueva asunción de Daniel Ortega en Nicaragua; elección de Xiomara Castro en Honduras; mayúsculo retroceso de las fuerzas de Jair Bolsonaro en Brasil; respaldos mundiales a Cuba y contra el bloqueo; protestas populares en Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Guatemala, Panamá, El Salvador...). A lo que deben agregarse los avances de Rusia y China en la región.

Frente a este panorama, Washington se ha plantado y reclama lo que llama un “profundo diálogo”, que no es otra cosa que mayor sumisión a sus dictados. Así de simple y sencillo.

Es así que en la agenda que desde la embajada de EEUU en Ciudad de Buenos Aires le establecieron al canciller argentino, se encontraron los temas:

·         Posición argentina en la OEA

·         Posición y políticas a impulsar mientras Argentina ejerce la presidencia en la CELAC

·         Situación de los derechos humanos en Nicaragua, Cuba y Venezuela

·         Visión de Argentina respecto al reclamo de adelantamiento de elecciones venezolanas (acortando el período 2019-2025)

·         Posición argentina ante los riesgos de un eventual conflicto militar en la frontera Colombia-Venezuela

·         Avances para hallar responsables al atentado de la AMIA

·         Freno al avance económico, financiero, cooperativo y tecnológico de China en Sud América (y particularmente en Argentina)

·         Posición ante el avance militar de Rusia en el continente

·         Lucha contra el terrorismo y el narcotráfico

·         Posición ante Irán

·         Beneficios futuros para inversiones de empresas estadounidenses

·         Negociaciones con el FMI.

Está claro que el objetivo del gobierno argentino es el de buscar avanzar con el sector político estadounidense con el que considera que “se puede hablar” con cierta posibilidad de ser escuchados. Porque son concientes que tratar de abrir otras puertas solo servirán para tener que cumplir mucho más de lo que se podría obtener a cambio.

Argentina solo podrá avanzar en la negociación y llegar a un acuerdo, en tanto y en cuanto así lo determine una orden de Joseph Biden (tras recomendaciones de diferentes sectores del poder estadounidense). Es así de claro como de contundente.

En ese sentido, el secretario de Estado, Antony Blinken, pidió un sólido plan de políticas económicas, valorizando la necesidad del crecimiento económico argentino. Lo que ha sido considerado –por la cancillería argentina- como un ‘aval’ o ‘apoyo’ al planteo del ministro Martín para que el ajuste no sea tan duro (pero reconociendo que habrá ajuste, se quiera o no).

Para quienes consideran que Cafiero solo habló del acuerdo con el FMI, ha sido el propio Blinken quien sostuvo: “Argentina es un amigo y un socio en nuestro hemisferio y más allá. Tenemos mucho que hablar hoy, desde eventos y desafíos en nuestro propio hemisferio hasta puntos que van más allá de eso”.

Más claro (y contundente), imposible.

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