Batallón neonazi Azov, Ucrania.
Foto: RT.
Por Miguel Necoechea
I
Mientras los pueblos de Europa y Estados Unidos enfrentan un alza, sin precedentes en los últimos treinta años, de los precios de la energía y alimentos y asediados por una inflación que no cede, sino que, por el contrario, crece, los pueblos de las llamadas naciones “occidentales” (nosotros estamos en Occidente y condenamos la agresividad y deseos de conquista de Estados Unido y la OTAN) destinan miles de millones de dólares, que bien podrían utilizar en sus países para arrancar de la pobreza a millones de sus ciudadanos y frenar la crisis económica mundial que, dicho sea de paso ellos han provocado, para financiar la guerra de conquista provocada por la OTAN y EE.UU., con Ucrania como punta de lanza, cuyo fin último es desestabilizar y fraccionar en pequeñas repúblicas a la Federación Rusa con el propósito de colonizarlas y explotar sus cuantiosos recursos naturales y, a aplicar “una solución final” en el mejor estilo nazi, borrando de la faz de la tierra a los seres humanos de origen eslavo, según han dicho públicamente los propios ucranianos. Como botón de muestra de lo anterior está la evidencia que Joe Biden ha pedido al Congreso de su país la friolera de ¡857.6 mil millones de dólares! para gastos militares.
Para la Federación Rusa las pretensiones de EE.UU. y la OTAN y la desnaturalizada Ucrania nazi, lo anterior no es noticia. Los rusos lo saben desde siempre. En la historia reciente, la Alemania de Hitler se quiso hacer con el territorio de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Al final de ésta, EE.UU. y Europa occidental intentaron lo mismo a lo largo de la llamada Guerra Fría; en 1991 aprovechando el doloroso colapso de la Unión Soviética, faltaron a su palabra y descaradamente alinearon en la OTAN a las ex repúblicas socialistas con el propósito de militarizarlas. Esos países, en los que el nazismo solo dormía. Ucrania, Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Lituania, Letonia y Estonia- están, armados con material bélico de EE.UU., Inglaterra, Francia y recientemente Alemania a las puertas de la frontera con Rusia.
Aunque es algo conocido, es importante remarcar que el cerco sobre Rusia dio un salto cualitativo con la toma de Ucrania por Estados Unidos en 2014. El golpe de Estado contra el presidente legítimo Víctor Yanukovich se dio un día después que él aceptara adelantar las elecciones presidenciales, tal como lo había acordado con los líderes europeos. Los medios de comunicación occidentales trataron de manipular a la opinión pública mundial pregonando que el presidente había caído a resultas de una sublevación popular. Poco después del 14 de febrero los medios de comunicación independientes, reportaron que la insurrección fue financiada e inducida con el beneplácito de Barak Obama y Joe Biden, su vicepresidente, e instrumentada por la subsecretaria de Estado Victoria Nuland - de espíritu nazi-fascista- quién se jactó de haber invertido 5 mil millones de dólares para que Ucrania se incorporará a la Unión Europea. El verdadero propósito de esta señora era que ingresará como miembro de pleno derecho a la OTAN. Con la característica arrogancia y cinismo imperial, visitó y regaló ¡donas Krispy Cream! a los manifestantes acampados en la plaza Maidán, incitó a los grupos nazis de Sector Derecho, Batallón Azov, C 14 y otros, a dar el golpe de Estado y ella se encargó que el primer ministro Arseniy Yatseniuk usurpará la presidencia de forma ilegal. Y el vicepresidente Joe Biden estuvo directamente involucrado en la reorganización del gabinete de Kiev, y maniobró para que a su hijo, Hunter Biden, se le otorgara un puesto con un una remuneración de cientos de miles de dólares, en la compañía de ucraniana Gas Burisma Holdings.
Sigamos. La llamada clase liberal en Europa y EE.UU., aterrorizada por el auge del fascismo que despierta, se ha aliado con los más deleznables políticos del establishment, señores que solo obedecen servilmente las órdenes de los dueños de la industria militar, de los autócratas y de las trasnacionales.
Paradójicamente el derrumbe de la clase liberal, encabezada por los Clinton, los Obama, los Biden, los Macron, los Scholz, sin que fuera su pretensión, ha cedido un espacio político que la extrema derecha ha asaltado sin dilación que, propagandísticamente, condena la guerra en Ucrania a la que califica como un asunto demencial de la OTAN, los acuerdos de libre comercio culpables del desempleo, la estafa a los trabajadores implícita en la globalización, la austeridad y el neoliberalismo.
Este embate de la furiosa ultraderecha ha permeado en Estados Unidos con el disfraz de fascismo cristiano (vaya contradicción) en Hungría, Polonia, Suecia, Italia, Francia y Bulgaria y probablemente en la República Checa, donde la inflación y el aumento de los precios de la energía, ha lanzado a millones de checos por debajo del umbral de la pobreza (que establece el Banco Mundial, parámetro muy por encima de la que aqueja a los pobres de África Asia y América Latina).
Lo que veremos desde nuestro Continente en la primavera del año entrante, después del duro invierno que pasaran en Europa, en el que las familias padecerán apagones continuos, escasez de dinero para comprar alimentos y pagar los recibos de electricidad y gas para los calentadores, –sufrimiento que no les deseamos– lo que apenas queda de la mal llamada democracia occidental se extinguirá sin lugar a dudas.
El extremismo derechista que renace por sus fueros en esos países, se debe al hartazgo de sus ciudadanos ante la exorbitante desigualdad social y la torpeza de los políticos europeos y norteamericanos para resolver la interminable crisis que ha provocado el capitalismo salvaje neoliberal.
En contraposición a esos políticos en decadencia, los líderes de la ultra derecha, que prometen una renovación moral y económica, la venganza contra los enemigos que inventan y el regreso a la gloria perdida, reemergen como salvadores de los sumideros de la política europea. El odio y la violencia fascista, ya en ebullición, se legitiman. En esos países, la otrora clase política en declive y la supuesta civilidad de lo políticamente correcto, es motivo de burlas sardónicas.
El fascismo no desapareció como intentaron hacernos creer los políticos e intelectuales de “Occidente”. Estados Unidos, que se presenta ante nosotros como el que derrotó al fascismo, lo que hizo fue internacionalizarlo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra ayudaron con pasaportes falsos y documentos de una nueva identidad a cientos de ex nazis y criminales de guerra, a quienes reclutaron para integrarlos a los servicios de inteligencia occidentales y en los regímenes fascistas de Franco en España y en del dictador Oliveira Salazar en Portugal. Apoyaron a las fuerzas de derecha fascista en Grecia, durante la guerra civil de 1946 a 1949 y, posteriormente, respaldaron el golpe militar de extrema derecha en 1967.
La OTAN, engendro yanqui-europeo, también operaba grupos terroristas nazi-fascistas. “La Operación Gladio (ver Wikipedia) fue el nombre clave de las operaciones clandestinas de «resistencia armada» detrás de las líneas enemigas, los quinta columnistas, de la llamada «Red Stay Behind», planeadas por la Organización del Tratado de Bruselas, posteriormente convertida en la OTAN, que actuarían en caso de una hipotética invasión y conquista de Europa occidental por parte del Pacto de Varsovia”.
El fascismo, que nunca murió, solo se agazapó, asciende por sus fueros. La política italiana de extrema derecha Giorgia Meloni ganó, junto a una coalición de ultra derecha, los votos suficientes para ocupar el cargo de primera ministra de Italia. Esta señora se formó en el ala juvenil del Movimiento Social Italiano, fundado por partidarios de Mussolini después de la Segunda Guerra. Ella llama a los burócratas de la Unión Europea “agentes de élites globales nihilistas impulsadas por las finanzas internacionales". Promueve la teoría del “Gran Remplazo”, que no es otra que su visión racista y xenófoba en cuanto a que, si no se detiene la migración de los “no blancos”, estos reemplazaran del poder político y cultural de los blancos.
Meloni y Víctor Orban, presidente de Hungría, declarado por el Parlamente Europeo como anti demócrata según los parámetros de lo que es la democracia para ese Parlamento, forman una dupla digna de estos tiempos.
A la dupla se agregan los del partido sueco, claramente pro nazi, que obtuvo más del 20 porciento en las recientes elecciones generales, para convertirse en la segunda fuerza política de Suecia. Este partido político se formó en 1988 por un grupo pro nazi llamado BSS, Keep Sweden Swedish (Mantengamos Suecia Sueca). De los 30 fundadores del partido, 18 eran nazis, incluidos varios que sirvieron en las Waffen SS, (las Waffen SS eran el cuerpo de combate de élite de las Schutzstaffel -mejor conocidas como SS- dirigidas por Heinrich Himmler. Wikipedia)
En abril Marine Le Pen, la candidata de ultraderecha a la presidencia de Francia, obtuvo 41 por ciento de la votación frente a Emmanuel Macron. En España, el partido de extrema derecha Vox, es la tercera fuerza política en el Parlamento español. El partido alemán de ultra derecha AfD o Alternativa para Alemania es el tercer partido más grande en Alemania.
Estados Unidos tiene su propia versión del fascismo encarnada en el partido Republicano que como dogma adopta el pensamiento mágico, la misoginia, la homofobia y la supremacía blanca de la derecha cristiana y dinamita activamente el proceso electoral de 2024, azuzados por su candidato Donald Trump.
Todo indica que la crisis económica que padecemos hoy en día se asemeja a la que vivió el mundo a mediados de la década de 1920 que se extendió hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Las similitudes históricas en el momento actual
II
El desplome económico del final de la década de los años veinte, fue la piedra de toque para el ascenso al poder de los nazis en Alemania. En las elecciones de 1928 en ese país, el partido nazi apenas obtuvo el 3 por ciento de los votos. Como resultado del Crack del 29, el pico de la crisis financiera en Estados Unidos de 1929, que devino en mundial, a principios de 1932 el 40 por ciento de la fuerza laboral alemana, seis millones de personas, estaba desempleada. Ese mismo año el Partido Nazi se convirtió en el principal partido político en el parlamento alemán.
Antes que prodigar alimentos y bienestar a millones de alemanes hambrientos, el gobierno de la República de Weimar, prisionero de los intereses de los grandes industriales, optó por pagar a la banca privada préstamos ominosos y dictó medidas severas de austeridad. La desesperación y la rabia se extendieron como reguero de pólvora a toda la población. Es notable el paralelismo de Weimar con lo que sucede hoy en EE.UU. y la Unión Europa, rehenes de la industria militar de armamento y favorecedores de los bancos privados y oligarcas de sus países.
Las manifestaciones masivas, encabezadas por los Camisas Pardas (los Sturmabteilung o SA, sección de asalto en español, funcionaron como una organización de carácter miliciano, vinculada al Partido Nacionalista Obrero Alemán -NSDAP- de corte fascista. A sus integrantes se les conocía como camisas pardas para diferenciarlos del uniforme negro de las SS. Wikipedia) culparon de la hambruna y el desempleo a judíos, comunistas, intelectuales, artistas y a la clase dominante y los declararon enemigos del pueblo. El odio era su divisa principal y vaya que se vendió bien. Otro paralelismo con el momento actual en el que la gente común está harta, incluso odia a la clase dominante ya los políticos tradicionales en sus países.
La caída de la República de Weimar estuvo protagonizada por el líder socialista Friedrich Ebert, presidente de 1919 a 1925 y más tarde Heinrich Brüning, canciller de 1930 a 1932, quienes por su ineficacia, desesperados recurrieron al Artículo 48 de la Constitución que otorgaba al presidente el derecho a emitir decretos en caso de emergencia al margen del ya disfuncional Parlamento,
El resultado de esa torpeza política explica la caída estrepitosa de las instituciones republicanas y de los procesos democráticos y, el declive del Reichstag, dio paso al ascenso al poder de los nazis en 1933. Otra similitud con la actualidad: el Parlamento alemán era tan disfuncional entonces como lo son ahora el Parlamento Europeo, los parlamentos en cada país de la Unión Europea y el Congreso norteamericano.
No es imposible pensar que el Artículo 48 de la Constitución de Weimar fue el equivalente a las órdenes ejecutivas utilizadas por Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden, para eludir al Congreso de EE.UU. para ordenar asesinatos selectivos con drones, financiamiento delincuencial y oscuro a mercenarios en todos los países en los que quisieron (y quieren) derrocar a sus gobiernos legítimos y otras atrocidades de esos señores cometidas al margen de la ley. Al igual que en la Alemania de la década de 1930, la Corte Suprema y tribunales de Estados Unidos han sido tomados por extremistas de ultra derecha. Un ejemplo siniestro es el gobiernos del demócrata Obama, de quien, paradójicamente, se esperaba fuera el artífice de un cambio profundo en el sistema político y económico de la potencia imperialista. Él interpretó a su modo la autorización para el uso de la fuerza militar expedido en 2002, actuando como juez, jurado y verdugo en el asesinato del ciudadanos estadounidenses. Inició su campaña criminal con el clérigo estadounidense Anwar al-Awlaki. Dos semanas después, ordenó, con un ataque de dron, el asesinato de Abdulrahman al-Awlaki, hijo de 16 años de Anwar, y nueve adolescentes en un café en Yemen.
Obama rescató a los millonarios de Wall Street a costa del sacrificio de las víctimas espoliadas por ellos. Utilizó a su antojo la ley de espionaje para acusar a Chelsea Manning, la militar que actuando con ética y coherencia como ciudadana, entregó miles de documentos militares secretos a WikiLeaks de Julian Assange, que exponían las mentiras en cuanto a las guerras de agresión emprendidas por Estados Unidos, los delitos de tortura y los fraudes al gobierno perpetrados por los contratista paramilitares en las mismas guerras. Y, como colofón, fue el demócrata de origen africano quien expandió de forma masiva el uso de drones militarizados.
En su momento los nazis borraron de un plumazo la pretendida democracia de la República de Weimar. Así como Obama utilizó sus órdenes ejecutivas, los nazis respondieron al incendio del Reichstag en febrero de 1933, que probablemente perpetraron ellos mismos, haciendo uso faccioso del Artículo 48 de la Constitución de Weimar, para emitir el Decreto para la Protección del Pueblo y el Estado.
Como Obama, Trump y Biden y por extensión la OTAN, los nazis legalizaron el encarcelamiento sin juicio para cualquier persona considerada una amenaza a la seguridad nacional. Abolieron los sindicatos independientes, la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad de prensa, e invadieron el ámbito de lo privado las comunicaciones postales y telefónicas.
Al igual que en la Alemania de entonces, hoy en la prensa, la radio y redes sociales, la verdad y la mentira son indistinguibles. Los verdaderos demócratas, y no se diga los revolucionarios, son el demonio personificado. La libertad de prensa tan fanfarroneada en “Occidente”, se ha convertido en el principal enemigo de la democracia al estilo occidental (si acaso representativa) y, por su puesto, de los países revolucionarios y de los que practican la democracia directa, participativa.
Los dirigentes de las “democracias occidentales” sirven servilmente a los dictados de los dueños del dinero de la industria de la guerra y las corporaciones transnacionales. Estos oligarcas se benefician con enormes recortes a sus impuestos, dinero que va a parar, junto al de los actos de corrupción, fraudes fiscales a los paraísos fiscales autorizados y promovidos por la banca mundial.
Queda claro que el tránsito de la democracia corrompida al fascismo en toda regla fue, y volverá a ser, de un pequeño paso. El odio por la clase dominante fue y es universal. El repudio a los partidos tradicionales de la democracia occidental, totalmente devaluada, es visible en todo el mundo.
La gente, los ciudadanos del mundo occidental, víctimas de una inflación que está en el pico más alto de los últimos 40 años, verá como un aliado, cada vez con mayor frecuencia, a cualquier figura política o partido político dispuesto a atacar a las élites gobernantes tradicionales. Las víctimas de esa devaluada democracia occidental celebran con júbilo los ataques de la ultraderecha. Mientras más crudos, irracionales y grotescos sean, mayor es el apoyo que reciben. Estas pasiones son de pronóstico reservado cuando en “Occidente” se espera que en invierno los costos de la energía aumenten hasta un 80 por ciento y una tasa de inflación del 10 por ciento, o más, devore los ingresos de las familias.
La sociedad bajo el neoliberalismo ha padecido y padece las políticas perversas impuestas por los gobernantes títeres, que benefician exclusivamente a las élites multimillonarias, que reducen y privatizan los servicios públicos, incluidas las escuelas y hospitales, que han desmantelado la planta industrial, que dilapidan el dinero público y fondos de pensiones en la industria de guerra, que han sometido a sus ciudadanos a intensas campañas de supuesto corte sanitario que paralizan a la sociedad aterrorizada y con miedo, que, cuando los ciudadanos denuncian las políticas neoliberales, recurren a la fuerza pública y militar para someterlos. No es difícil afirmar que esas políticas de los liberales del establishment actual van en caída libre y sin retorno.
En el centro del problema está la pérdida de fe en las formas tradicionales de gobierno y las soluciones democráticas occidentales. El nazi-fascismo en la década de 1930 tuvo éxito a pesar de enfrentar una prensa, una radio, un cine hostiles; un gobierno y una Iglesia en contra que señalaban constantemente las mentiras, lo inalcanzable de sus promesas, los peligros y la locura. Es probable que la gente en su yo interior no creyera en sus teorías y mentiras, pero en su ánimo estaba la necesidad de adoptarlas.
Como en el pasado, estos nuevos partidos nazi-fascistas satisfacen anhelos emocionales. Explotan los sentimientos de desesperación y alienación. Prometen lo imposible de alcanzar, pero sobre todo venden el odio y la promesa de venganza en contra de una clase dominante que traicionó al país.
El nazismo fue una protesta al expolio del tratado de Versalles que rebajo al pueblo alemán a la condición de esclavo. Digamos que fue una protesta contra las corporaciones transnacionales de Inglaterra, Francia y Estados Unidos en aquel entonces. Ese nazi-fascismo que, agazapado permanecía a duermevela, ha despertado con el vigor de un oso después de invernar, contra la explotación, similar a la de 2932, que ejercen ahora las corporaciones multinacionales y los oligarcas occidentales. Más que cualquier otra cosa, la gente quiere recuperar el control de sus vidas, y, si eso conlleva castigar a los culpables de su miseria, que así sea.
Recordemos que en su mensaje del 8 de noviembre de 2021 el Comandante Daniel, con claridad y visión meridiana, alertó a la humanidad del peligro que se cernía con el renacimiento del nazi-fascismo en Europa y Estados Unidos. Con toda razón llamó al Presidente estadounidense, al Primer Ministro inglés, y a algunos otros dirigentes de Europa fascistas y nazis. Y envió un claro mensaje: ni Estados Unidos ni Europa mandan en Nicaragua.
Invitamos a los revolucionarios de izquierda, a los verdaderos demócratas, a visitar Nicaragua y constatar in situ los avances en materia política, económica y social que ha alcanzado el país desde 2007, que marca el histórico regreso al poder del FSLN encarnado en el Pueblo-Presidente que encabeza el comandante Daniel. Pero lo más importante es venir a hablar con el pueblo para sentir su entusiasmo, su solidaridad, su amor y sobre todo la bendición de vivir libres y en paz.