Por Jorge Capelán.
Las recientes idas y venidas en torno a las declaraciones del «presidente» ucraniano Volodímir Zelenski sobre la necesidad de «ataques preventivos» para «eliminar la posibilidad de que Rusia haga uso de armas nucleares» son una prueba más de que el «mandatario» no es más que un simple actor y una marioneta al servicio de la OTAN, sin ninguna capacidad de análisis propio.
"Vuelvo a hacer un llamamiento a la comunidad internacional, como antes del 24 de febrero: ataques preventivos para que ellos [los rusos] sepan lo que les ocurrirá si lo utilizan, y no al revés", dijo el jueves Zelenski en una conferencia virtual con el Instituto Lowy de Australia.
Las declaraciones del «mandatario», que de inmediato desataron una ola de condenas dentro y fuera de Rusia, fueron retractadas horas más tarde en Facebook por el propio secretario de prensa de Zelenski, Serguéi Nikoforov.
Nikoforov señaló que, antes de que comenzaran las hostilidades, «las únicas medidas de las que hablamos fueron las sanciones preventivas».
Como si esa retractación no fuera suficiente, el día viernes la BBC de Londres publicó una aclaración del propio Zelenski en el sentido de que él estaba hablando de «patadas» y no de «ataques» preventivos, por lo que en realidad habría hecho referencia a sanciones.
Según RT, la palabra ucraniana udary empleada por Zelenski, literalmente se traduce igualmente como patada y como golpe. Pero lo que es difícil de entender, es cómo udary puede traducirse con la palabra sanciones.
Si Zelenski hubiera utilizado la cabeza, hubiera dicho «sanciones» y no «patada» o «golpe», pero a todas luces no estaba haciendo uso del raciocinio en esas declaraciones. Habló con el hígado sin darse cuenta de que estaba poniendo al mundo al borde de una guerra nuclear, algo que ni siquiera sus ventrílocuos imperiales de la OTAN desean.
No es que la OTAN tenga muchos remilgos a la hora de andar jugando con fuego, pero obviamente conocen las consecuencias de una guerra termonuclear contra una nación como Rusia y, sobre todo, saben que semejantes declaraciones de la «pobrecita víctima» de Zelenski no harían otra cosa que despertar toneladas de resquemores y objeciones en todo el mundo.
Esta no es la primera vez que las declaraciones de Zelenski despiertan miradas de asombro y obligan a los dispositivos mediáticos de la OTAN a movilizar a sus cuerpos de bomberos propagandísticos.
Entre las infelices declaraciones del «mandatario» se pueden recordar su defensa de que los neonazis incorporados a las filas del ejército ucraniano «son lo que son»; su afirmación de que su país recuperaría Crimea «por cualquier medio (...) sin consultar con ningún otro país del mundo» (cuando se conoce muy bien la total dependencia de Ucrania del dinero y las armas estadounidenses) y su petición del ingreso «acelerado» de su país a la OTAN (cosa imposible, ya que la alianza atlántica, al menos en teoría, no puede aceptar como miembros a países en guerra).
Si Zelenski no se dio cuenta de las graves implicaciones de sus palabras, esto quiere decir que está por debajo del promedio que sería de esperar de un político de su nivel. Es más, sería una prueba más para aquellos que consideran que no es más que un actor del montón reclutado por la CIA para hacer de peón tras una revolución de colores de Occidente, un caso más de un muñeco que asume su papel con más empeño de lo que desea el ventrílocuo que lo maneja.